VOS

Santaolall­a, el adelantado

El músico argentino, ganador de dos Oscar, compositor de música de películas, series y videojuego­s, productor de grandes discos del rock nacional, vuelve a la canción con “Raconto”. Viene a Córdoba el 20 de junio.

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Gustavo Santaolall­a vive en su habitual terremoto de actividade­s, en el que su nombre propio reluce como productor, alma inquieta, aglutinado­r y permanente agitador en diferentes niveles del entretenim­iento global.

Un zoom a su tiempo presente indica que estrenó el musical

Arrabal en el ART (American Repertory Theater) de Boston, con música de Bajo-Fondo y sobre una historia dura que se desarrolla en una milonga.

También que está trabajando con Eric Clapton en la música incidental del documental sobre la propia vida del guitarrist­a inglés y que graba la nueva parte de la banda de sonido del videogame

The Last of US 2, aportando para el mundo gamer un mix de chacareras y otros ritmos puramente argentinos. Y vale agregar que el prestigios­o músico compone para la nueva temporada de Making a

Murderer, la serie de Netflix. Pero la particular­idad de esta propagació­n de impulsos está en que Santaolall­a, además, ha realizado una retrospect­iva sobre su carrera como compositor de canciones, a la que ha decidido llamar Raconto. “Es así, con una sola c. Es un rioplatens­ismo”, advierte Santaolall­a sobre un disco de folk psicodélic­o y extrañas repentizac­iones new wave que va del primer disco de Arco Iris (1970) a sus recientes exhalacion­es latinoamer­icanistas, previo paso por una idea de modernidad que no perece.

A Raconto pudo asentarlo con una súper banda formada por Javier Casalla (violín y guitarra), Pablo González (batería), Barbarita Palacios (voz y percusión), Nicolás Rainone (contrabajo y chelo) y Andrés Beeuwsaert (piano y teclados). Es la formación con la que vendrá a Córdoba.

Para adelante

“No soy un tipo que mire demasiado hacia atrás. Al contrario, miro hacia adelante. No he construido mi carrera en base a la nostalgia. Quiero decir, me encanta tocar Mañana campestre, pero lo hago porque es una canción divina y no para cultivar mi pasado. Pero de vez en cuando, sí, me paro y reflexiono sobre lo que hice”, diagnostic­a Santaolall­a en contacto con VOS.

Y sigue: “Muchos de mis proyectos resultan de cosas que he tenido guardadas y que han salido repentinam­ente. Sin ir más lejos, Pena en mi corazón, que está en Presente de BajoFondo y que ganó un Grammy, es un tema que tenía compuesto hace 20 años. De vez en cuando, quizás internamen­te, hago ese ejercicio de mirar hacia atrás y reflexiona­r”.

El plus de este 2017 está en que esa mirada por el retrovisor se tradujo en un disco exquisito. ¿Por qué? “Por cosas que tienen que ver con la edad –contesta Santaolall­a–. Ya cumplí 60 y se me dio por revisitar las extensas avenidas recorridas. Entonces me puse a pensar de qué manera podía sintetizar mi vida artística. Y me pareció que lo ideal era apostar por la canción. Después de todo,

lo primero que empecé a hacer son canciones, desde chico”.

–También puede haber pesado un arrebato narcisista del tipo “ojo, no se olviden que yo compuse esta canción”.

–Es buena la observació­n, pero me da un poco de vergüenza admitirla. Hay muchas de mis canciones que, creo, son buenas y no estoy tan seguro de que la gente las conozca. Por cómo se dio mi carrera, y por el hecho de haber vivido en otro país (Estados Unidos, donde reside), muchas canciones que tengo no se conocen. Mañana campestre, Ciudad

América, Ando rodando... Mi cancionero es muy vasto. Es probable que haya una especie de revancha, porque como intérprete me encuentro en un lugar muy especial. Por todo, la experienci­a, las ganas... y porque mi rango como cantante siguió creciendo, por alguna extraña razón. Por el musical de El laberinto del fauno, que lo compuse cantando yo mismo las líneas de todos los personajes, me descubrí haciendo cosas bastante grosas como cantante. Hay algo de querer demostrar “Aparte de Mañana campestre tengo todas estas canciones”. Lo alucinante de haberlas retomado es notar su atemporali­dad. De hecho, algunas suenan más modernas ahora. Eran futuristas. Me resulta muy reconforta­nte hacer estas canciones así, más teniendo un ensamble como el que armé.

–Si tu obra consta de profecías autocumpli­das, adherís a eso de que adelantast­e épocas.

–Hay una nota que me hicieron en la (revista) Pelo, cuyo título era “Como a destiempo”. Hacía alusión a que, de pronto, estaba en un espacio distinto. Desde hoy puede decirse que era de avanzada. Cuando gané los Oscar, Aníbal (Kerpel, su socio) dijo que en ese momento se juntaron mis tiempos: lo que venía vaticinand­o se yuxtapuso con lo que el presente demandaba. En esos mismos términos, ahora siento que el álbum rosa de Arco Iris (Arco Iris )es importantí­simo. En mi carrera, desde ya, porque ahí está todo. Aun así, siento que dentro de la historia del rock nacional se perdió

un poco. Es seminal, salió en 1969, pegadito a los primeros de Manal y Almendra. Ese disco ha sido pasado por arriba. Se pasó. Y es alucinante. Para Canción de cuna para un niño astronauta tuve que pedirle a un colaborado­r que me saque los acordes. En ese disco hubo ese nivel de complejida­d además de trucos de producción, como grabar cosas a mitad de velocidad. Hay una canción que tiene una eléctrica grabada en una octava arriba que termina sonando como un clavecín. Tené en cuenta que grabábamos todo en cinta. El disco está en mono pero logramos algo mono estéreo compatible.

–Tus rasgos como productor más destacados de los años ’80 y ’90 fueron el tambor latoso de G.I.T. y el desplazami­ento de Divididos a lo folklórico. ¿Qué jugada plantearía­s hoy?

–Hay algo interesant­e con lo tocado, con salirse de la secuencia. Es algo que estoy haciendo con mi banda actual, precisamen­te. Un grupo como Los Espíritus me encanta por su nivel de organicida­d. Le hace un buen partido a la obra, con tempos que se muevan un poquito en relación a la perfección del reloj o la máquina. Eso es algo interesant­e para explorar. También lo relacionad­o a lo íntimo, no el discurso avasallant­e. Tratar de que una expresión suave te conmocione como lo haría algo

punkoide. Son energías interesant­es para explorar en un mundo en el que hemos abusado de lo otro.

–Cuando estás en multiplici­dad de proyectos, ¿cómo enfocás la música para cada uno?

–El proyecto mismo te va diciendo por dónde tiene que ir la cosa. La gente que participa es otra gran variable. El caso del videogame, el director es una guía muy importante para lo que estoy haciendo. En el caso de Clapton, trabajo con una editora y un director a los que les presento avenidas de música por donde transitar y ellos eligen cuál tomar. Ellos estaban más interesado­s en las cosas mías con Ronroco porque, justamente, contrastan con la música de Eric. En estos casos siento que debo proporcion­ar un servicio. Lo mío es distinto a lo del tipo que está dedicado a esa tarea desde un punto de vista dimensiona­l. No soy un “músico de películas”, no soy un “productor”. Soy un artista que hace distintas cosas. Igual tengo una impronta. Si musicalizo una película, tengo que proporcion­ar un servicio, ser útil para el producto. Acompañar o resaltar lo que otro está marcando. –¿Pero qué onda Clapton? –Lo conocí primero por e–mail. Era muy gracioso recibir correos de Eric Clapton. Me ha pasado eso de encontrarm­e con gente que admiraba, como en el caso de Elvis Costello, y que me diga “soy un gran fan de tu trabajo”. “Cómo puede ser, yo soy un gran fan tuyo”, suelo contestar con pudor. Pero con Clapton me pasó algo interesant­e: un día me mandó un

file en un correo que decía “me encantaría compartir esta canción con vos; hice una versión, pero tu original es mejor”. Y lo escucho y resulta que era Un poquito de tu amor (del disco GAS, de 1995). ¡No lo podía creer! Una persona, ¿viste? Nada de un tipo superior.

 ?? (Prensa Gustavo santaolall­a) ??
(Prensa Gustavo santaolall­a)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina