La fragilidad de una adaptación
A medida que el televidente ingresa en la historia, la adaptación al formato serie de “La fragilidad de los cuerpos” gana interés. De todos modos, el comienzo muestra algunas fallas narrativas e interpretativas en la elección de climas y de diálogos.
El primer episodio de La fragilidad de los cuerpos, adaptación televisiva de la muy buena novela de Sergio Olguín, deja bastante que desear. Con el correr de los capítulos, es más fácil sentirse atrapado por la trama, si uno acepta dejar pasar algunos problemas.
Lo peor se vio en el capítulo inicial, lo que supone una falla elemental: ritmo lento, diálogos poco creíbles, escenas malogradas, actuaciones a medias tintas y sin ningún punto alto. Un peligro eso de perderse la oportunidad de captar audiencia con un debut que auguraba (y tuvo) buen rating.
No es la primera vez que una muy buena novela sufre en su transformación audiovisual. Libros exquisitos han sucumbido a las pantallas del cine o la televisión mundiales.
La fragilidad de los cuerpos no le hace honor a la historia escrita por Olguín sobre la periodista Verónica Rosenthal y una investigación que empieza con un suicidio y sigue con una compleja trama policial en el mundo ferroviario.
El primer problema recae en la protagonista, Eva de Dominici, pero no tanto por fallas propias sino más bien por el lugar en el que fue puesta: por momentos, la serie parece un catálogo de belleza de una de las actrices más hermosas de la Argentina, y eso va en desmedro de la trama oscura.
Cada plano parece querer explotar su encanto más que perseguir el efecto de la narración. Primeros planos, de cuerpo entero, en ropa interior, ojos profundos, labios carnosos.
La cámara y el guion se vuelven insistentes al mostrarla, además, como una mujer dispuesta a tener sexo ocasional, casual, pasional, con quien le de la gana. Esto no escapa a la novela, pero lo que en el libro se sigue con interés y buen ritmo, en tevé cada escena se resuelve en tan pocos minutos que todas las situaciones (sexuales, pero también las periodísticas) resultan poco creíbles.
Los diálogos tampoco son acertados: ella parece una periodista de manual, temeraria en busca de verdad, capaz de enfrentarse a cualquiera. Quieren contar la personalidad de Rosenthal con expoliaciones y no permite que el televidente la descubra a partir de sus acciones.
No hay muchas charlas que podrían funcionar en el mundo real, aunque tiene todo para imaginarla en un escenario cotidiano de una Buenos Aires incómoda.
Hay también serios problemas de ritmo. Por momentos, La fragilidad de los cuerpos se vuelve tediosa. Oscura y profunda no necesariamente significa pasmosamente lenta. Son muchos y largos los momentos en que no ocurre casi nada importante, y eso lleva a la pérdida de interés.