Paisajes de la infancia
Su madre, Verónica, una vez les regaló a sus tres hijos –Matías, Aldana y Tomás– un libro editado con recuerdos de la infancia y adolescencia de cada uno. Un libro único repleto de anécdotas, frases, dibujos, al que ahora Tute recurre de vez en cuando.
“Mi vieja fue anotando todo lo que hacíamos o decíamos, desde que nacimos hasta la adolescencia. Lo tituló Niños, y nos regaló un ejemplar a cada uno. Ahora que estoy haciendo Diario de un hijo, sobre mi relación con mi viejo desde mi nacimiento hasta su muerte, estoy repasán- dolo, por las anécdotas. En este momento estoy en contacto con aquellos años”, dice.
Será una autobiografía, lo que supone un nuevo desafío en el que, por primera vez, debe dibujarse a sí mismo, a su padre o a su familia.
“Tiene varios registros: la autocaricatura, en otro nos dibujo como esos narigones que publico los domingos, de forma más anodina, o un tercer registro que es mi terapia psicoanalítica”, detalla.
Para Matías es un libro raro: “Es lindo pero muy novedoso, inédito para mí porque nunca creí que iba a hacer algo así. Y acá estoy, dibujándome y dibujándolo, divertido también”.
Perdido en el laberinto
En el laberinto de Tute hay muchas referencias a su vida y a su infancia, y su padre es una referencia permanente. No sólo está aquel primer Clemente dibujado con dos años y medio junto a otros más evolucionados que creó a los 10, también se podrán ver algunos mensajes que su padre les dejaba.
En una de las paredes del laberinto de Tute hay una foto en blanco y negro en la que se lo ve de niño. Su melena recuerda inevitablemente (salvo por el color de cabello) al querido Batu, uno de sus personajes más queridos.