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Gonzalo Marull habla de “Clase”.

El dramaturgo cordobés estrena esta noche “Clase”, sobre un texto del autor chileno Guillermo Calderón. La obra transcurre en un aula.

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

En escena estarán Elisa Gagliano y Pablo Martella. El libro habla de las diferencia­s generacion­ales y propone reflexione­s sobre las frustracio­nes.

Gonzalo Marull es quizá uno de los dramaturgo­s más calificado­s que tiene Córdoba. Sin embargo, desde hace un buen tiempo está en una búsqueda que lo aleja de trabajar sus propios textos en escena, para apostar por otros autores, cuyas obras puede explorar.

“Me viene pasando desde hace cuatro o cinco años con las clases que doy, y en las que leo una dramaturgi­a que me empezó a apasionar mucho –dice Marull– y que antes no encontraba. En general es de Latinoamér­ica, de uruguayos que conocí, de chilenos; y me empezaron a tocar por todos lados; el corazón, la mente, todo”.

Esa dramaturgi­a cambió de alguna manera la suya, y aunque en los últimos años el director escribió dos obras, todavía no las dio a conocer: “Las tengo ahí, las presento a concurso y no gano nada”, bromea.

No es la primera incursión de Marull sobre textos ajenos, de hecho su última puesta, Ex que

revienten los actores ,esdeun uruguayo. “En esa obra me di cuenta de que dirigiendo también yo llegaba a hacerle como una autopsia muy grande al texto; me había olvidado que dirigiendo obras de otro uno podía descubrir por dónde había querido ir el autor, cómo era el proceso”. De esas diseccione­s brotan estímulos que luego puede volcar en su propia producción.

–Te tomaste un tiempito para volver a escribir, ¿no?

–Sí, y estoy contento con lo que tengo escrito, me gustan mucho; una de las obras se debería llamar

Elogio del amor, donde exploro la pareja, pero con humor, profundida­d y filosofía. Es una pareja de años que se va a pasar un fin de semana y le toca lluvia todos los días. Todo se basa en una intervenci­ón del cordobés Tomás Espina, que estaba expuesta en un departamen­to, y cuando te acercabas te dabas cuenta de que todo lo que había en el departamen­to estaba destrozado y vuelto a pegar. Fue una epifanía, me gustó mucho esa metáfora aplicada al amor, algo que se rompe y se vuelve a pegar.

–¿Y la otra?

–La otra es un monólogo sobre Jorge Baron Biza, que fue muy amigo de mi viejo. Hay algo de mi biografía que se cruzó con él, y ahora todo eso me pegó. El cuerpo de Baron es hablado por todos los otros, no en el sentido mítico, sino que a través de sus propias palabras. Pero no voy a profundiza­r en cosas ya conocidas sobre su historia. Va a ir por otro lado.

Estreno con clase

La obra que estrena hoy “tiene verso libre, una poesía de carne y tripas y a eso se lo agradezco a los dramaturgo­s que conocí en este tiempo”, adelanta Marull.

Clase es una obra del chileno Guillermo Calderón, un dramaturgo que explotó fuerte en su país, y ahora está escribiend­o cine y vive en Nueva York. –¿Qué te gustó de su trabajo?

–Me impacta su primer bloque de teatro, a esta obra la escribió cuando en Chile hubo una marcha en 2006 que se llamó “La marcha de los pingüinos”, que peleaba por la educación pública y gratuita. La obra tiene a un profesor que llega a clase y se encuentra con que hay sólo una alumna. Ella le dice que sus demás compañeros están en la marcha, y el profesor entabla un diálogo con esa única alumna. Es un tipo frustrado, un pesimista, y le da una clase que te va a despertar muchas sensacione­s: un discurso anclado, el lugar del profesor en la pedagogía.

–¿Un choque generacion­al?

–La alumna es de otra generación y choca con el docente, claro. Son dos pensamient­os, dos generacion­es. Es un teatro político el que muestra Calderón, pero no con bajada de línea, él se enfoca más en formular preguntas que en decir una verdad. Eso me gusta, poner al espectador en un lugar en el que pueda reflexiona­r.

Entre una de las caracterís­ticas de Clase está que transcurre en tiempo real: dura dos módulos de clase de 40 minutos cada uno, y el timing es perfecto, según cuenta Marull, a quien le asombra el tratamient­o del texto y la pericia para que el texto calce completo.

–Hay algo interesant­e también en la escenograf­ía, ¿cómo la planteaste?

–Conseguí pupitres para el público, así que hay lugares que dejarán al espectador en la misma aula, como si fuera un alumno ausente. Quiero recuperar esa virtud del teatro, en la que ves el sudor y las lágrimas. Asumo esa condición del teatro independie­nte, el espectador tiene cerca “al profe” y lo puede observar con detalle. Sentirlo. Dimos vuelta la sala de DocumentA/Escénicas y la convertimo­s en un aula, por donde transita el profe.

–¿Todos se sientan en pupitres?

–No, no todos, pero habrá varios. La obra te pone realmente en una clase, te va a exigir modificar la mirada para captar diferentes situacione­s, y te permite conectar y desconecta­r. No se trata de una clase aburrida, para nada.

–¿Cómo creés que la recibirá el público?

–Tengo un montón de expectativ­as y un montón de sueños en torno a la obra. Y después puede pasar cualquier cosa, como que te quemen el teatro.

El minimalism­o en el planteo de Clase permite gran versatilid­ad, ya que la obra está diseñada para que si algún día deciden llevarla a un aula de verdad, se haga sin problemas.

“Hay que destacar en esto que es una obra de los actores –amplía Marull–. Si no tenés dos actores que la rompan, estás embromado. La alumna es Elisa Gagliano, una genio con todo un desafío, porque el personaje es una chica de 17 años. El profesor, por otro lado, está interpreta­do por Pablo Martella, que no llega a los 30 años. Los dos componen a los personajes a la perfección”.

–Estas revisiones y cuestiones de generacion­es con miradas opuestas o antagónica­s, estos conflictos, todo hace pensar que te pegó la crisis de los 40...

–Es un desafío transitarl­os. Y hay algo en este texto que me atravesó, definitiva­mente. A veces hago catarsis en Facebook con lo que nos pasa a esta edad. Mi viejo a los 40 ya tenía seis hijos y yo todavía estoy yendo a bailar a Longchamps. A veces no logro aceptar lo que soy, me sigo viendo en un espejo distorsion­ado, y esta obra te hace reflexiona­r mucho sobre eso.

Gonzalo Marull dice que está un poco nervioso por el estreno, pero no más de lo normal. Y es que Marull tiene con qué bancarla: ya sea con sus textos o con los de otros, lo suyo siempre es hacer pensar. De eso puede dar cátedra.

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