Punto de vista.
¿Y si Charly lo hiciera hoy?
Imaginen qué pasaría si un músico popular viene a presentar un disco de fractura y, al recibir el primer gesto de desaprobación del público, se bajara los pantalones y mostrara su pene. Seguramente, se armaría un escándalo de proporciones y el artista sería imputado.
El gran detalle con respecto a la plaza Córdoba está en que no sería la primera vez que sucedería, ya que Charly García lo hizo en Atenas, el 8 de diciembre de 1983 y en el marco de la gira que respaldaba el lanzamiento de
Clics modernos, una obra monumental que abrió una nueva era (moderna, digamos) en el rock argentino.
El periodista cordobés Roque Di Prieto reconstruyó la trastienda de aquel concierto, y publicó el resultado en uno de los capítulos más calientes de Esta noche toca
Charly, un libro que revisa la obra de García aunque enfocada en sus conciertos en vivo. “El inicio de la gira de Clics moder
nos se produjo el 2 de diciembre en San Juan. Durante los siguientes seis días tocaron todas las noches: en Mendoza, Río Cuarto y tres funciones en Córdoba Capital. En el tercer show cordobés, en el estadio Atenas, el 8 de diciembre, Charly ‘se bajó los pantalones’, un eufemismo que la mitología del rock argentino ha aceptado para decir que García mostró –ya que estamos en Córdoba– su pinchila en público”, comienza Di Pietro sobre la reacción del ídolo ante el grito de “puto”.
Roque, además, consiguió el testimonio de Fernando Moya,
tour manager de García para DG Producciones, cuyo titular era, claro, Daniel Grinbank. “Había personas pegadas al vallado que lo bardeaban y Charly terminó bajándose los pantalones –recuerda Moya–. Les mostró el culo y se fue del escenario. Enseguida lo fui a buscar al camarín pero el show ya estaba terminando prácticamente”.
En la continuidad del relato, Di Pietro destaca que “no hay grabaciones de audio ni video de ese concierto, pero existe una foto (hasta el momento la única conocida) del fotógrafo cordobés Fino Pizarro que retrata ese instante”.
Consultado por VOS, Pizarro contó que nunca reveló el material conseguido esa noche para no dañar a García, que debió afrontar un juicio con defensa de un abogado cordobés. De todos modos, pulula por la web una toma de Pizarro que muestra a García en cuero y a punto de desanudarse el cordón de su jogging. “Quizás, el año que viene incorpore ese material a una muestra de material inédito”, adelantó el fotógrafo.
Sigamos con el ejercicio de imaginar: ¿Qué hubiera pasado si ese concierto se hubiera producido en esta era de sobreinformación? Es probable que el hashtag #CharlyEnPija fuera trending
topic y que el debate virtual reivindique o sepulte al ídolo Charly por desacatado o amoral, según en qué extremo de la grieta se ubique el participante.
No habría que destacar un razonamiento meridiano que consideraría homofóbico tanto al que usa el “puto” con fines despectivos (el tipo del público que no se bancó al García hipergestual y nada solemne) como el que reacciona ostentando el pene como prueba de su virilidad (un García que no quiere dejar margen para que duden de sus preferencias sexuales).
Pero la historia tira datos a favor del artista desafiante.
“–Sí, me los bajé. Desabroché el botoncito y les mostré a los muchachos.
–Lo hiciste porque te gritaban “puto”…
–Sí, yo dije: “Sí, soy puto, ¿y qué?”. Y ahí se vino una mano de silencio total y acto seguido dije: “Soy puto, ¿quieren mirar?” y me bajé el pantalón...”, le contó García a Enrique Symns sobre el acontecimiento.
Un día después del incidente, Charly fue apercibido (no detenido) por la Policía de Córdoba, mientras descansaba en Villa Carlos Paz. Fue imputado por “exhibiciones obscenas”, denuncia que desembocó en un juicio penal. Lo único que cambiaría hoy sería el maremoto de noteros (y cronistas ocasionales celular en mano) que haría guardia en el juzgado que corresponda.
Para una comprensión acabada del asunto, vale ponerlo en contexto y decir que aquel Charly era el extravagante empoderado por agitar las nuevas olas. Clics
modernos es el disco que inaugura tanto su relación con el productor Joe Blaney como una interacción imparable con la Nueva York pre Rudolph Giuliani.
Entonces, cuando llega a Córdoba con esa info a cuestas, su cuerpo queda atravesado por un alto nivel de sofisticación que se tutea con el amaneramiento, algo inadmisible para un público cordobés que prefería al García como santo patrono del “rock progresivo” o “contemporáneo”. Un público que nunca reparó en la letra de Nos siguen pegando
abajo ni en el alcance metonímico de Los dinosaurios.
Un público intolerante, en definitiva, que se aterrorizaba ante el cambio, ante lo nuevo. Después de ese Atenas, Miguel Abuelo padeció un embate similar sólo por bailar (sí, bailar) durante la presentación de Los Abuelos De La Nada en el Festival de La Falda de 1984.
Otros afectados en ese tablado fueron Horacio Fontova, Isabel de Sebastian, Daniel Melero y… el mismo Charly García, quien fuera de programa estrenó una versión caótica de No voy en tren luego de vociferar “Cordobeses hijos de puta, divinos, los amo, dos rocanroles para ustedes y chau. Escupan mucho, pero no tiren nada. No me maten acá porque prefiero morir en Hollywood”.
De alguna manera extraña, todo ese bardo linkea con Rivalidad, una de las más recientes creaciones de Charly en que se refiere a las vecinas de su condominio que no se bancaban cómo sonaban sus experimentos en el iPad. “Siempre hay vecinas incapaces para distinguir la música del ruido”, dice la letra. Y sigue: “Pero nunca van a conseguir cambiarme,
baby”. No hay distancia simbólica entre esas vecinas y aquellos intolerantes que gritaban “puto”.
PARAUNA COMPRENSIÓN CABAL DEAQUEL ACTO, ES NECESARIO CONTEXTUALIZARLO.