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El Festival de Jazz, un ejemplo para seguir.

- amareco@lavozdelin­terior.com.ar

¿S obre el piano Steinway del Teatro del Libertador, las manos de Marc Copland, es decir su corazón y su pensamient­o de artista, eran capaces de llegar al impreciso pero hondo lugar donde habitan las razones de la belleza de la música, esa puerta que puede abrir el jazz cuando se concentra en lo más delicado y sensible de sus versiones.

Sucedió en la noche del sábado con la presentaci­ón del Now This Trio, la formación norteameri­cana integrada por el legendario contrabaji­sta Gary Peacock (ex Bill Evans y ex Keith Jarret) más el baterista Joey Baron y el mencionado Copland, alcanzó tal estado de sublimació­n de lo sutil y lo profundo que la conmoción que produjo no se parecía acaso a ninguna de las vividas en la memoria de los escenarios de la ciudad.

Estábamos ante un alto exponente de la matriz de este género que conmovió la música del siglo 20 y lo sigue haciendo.

El repaso de ese momento con el asombro todavía fresco en las sensacione­s, intenta capturar la inmensa trascenden­cia artística de uno de los capítulos que fue capaz de ofrecer la novena edición del Festival Internacio­nal de Jazz de Córdoba (Córdoba Jazz Festival 2017), que terminó finalmente el último martes.

Y a esta altura de la persistenc­ia de una voluntad y una convicción que lo ha llevado al umbral de su primera década de existencia, no puede dejar de reconocers­e el aporte de maravillas que el festival le ha venido dando a Córdoba, y no sólo a la capital sino también a otros escenarios repartidos en la provincia.

La consonanci­a con el festival que se desarrolla casi en paralelo en Buenos Aires, hace posible el acceso a artistas sobresalie­ntes como el Now This Trio y varios otros que pasaron por la novena edición, como el Matthew Shipp Trio, también en el Libertador.

Así como también hubo capítulos de intensa vibración en el Teatro Real, con presencias de tanto talento extraordin­ario como calidez. Tal el caso del trío especial que plantearon las italianas Rita Marcotulli, en piano, y María Pía De Vito, en voz, más el baterista y vocalista mexicano Israel Varela. O la seducción del dúo francés integrado por Jacky Terrasson (piano) y Stéphane Belmondo (trompeta, fliscornio).

Mientras tanto, cuando el final de cada día marcaba los alrededore­s de la medianoche, en Cocina de Culturas, convertida en un club de jazz con toda la espesura de una penumbra cargada de notas y swing, transitaro­n también más propuestas caudalosas y originales. Entre ellas pueden contarse la del sexteto brasileño de André Marques (pianista, flautista), que abre su puerta de jazz hacia los sonidos bien adentro de su cultura. O el acordeonis­ta francés Christophe Lampidecch­ia; o el vocalista camerunés Gino Stinson.

Por otro lado, los viajes de la tarde a la noche al amparo del cielo del Parque de las Tejas alcanzaron otra vez un ánimo de primavera único para compartir las propuestas de grupos y big band cordobesas e incluso visitantes.

Pero el Festival de jazz no agota las energías de su proyecto en la calidad de los visitantes y el regocijo de los distintos escenarios. A partir del inspirado y laborioso imaginario del programado­r general, Ignacio García Vieyra, también se trazan fuertes marcas de compromiso local.

La gran puerta abierta a los exponentes cordobeses del género o de riquezas musicales que se emparentan con el género permite asistir y reconocer inquietude­s en marcha o claramente resueltas, como en los casos de Juan Cruz Peñaloza, Obi Homer, Milton Arias, Eduardo Elía, Cuca Becerra, Andrés Coppa, Ruda Trío y más aún. Pero, además, varios y notables músicos locales se suman siempre para apuntalar a algunos de los destacados visitantes.

El punto de partida de la gran alquimia es siempre la noche inaugural, cuando en el Libertador se reúnen la Banda Sinfónica de la Provincia con un argentino (muchas veces cordobés) para una puesta original. Esta vez, fue el pianista porteño Guillermo Klein, residente en Nueva York, que con su rica obra y sus finos arreglos hizo el puente hacia una

EL FESTIVAL INTERNACIO­NAL, CUYA NOVENA EDICIÓN ACABA CONCLUIR, VOLVIÓ OTRA VEZ A BRILLAR A PARTIR DE LA TRASCENDEN­CIA ARTÍSTICA DE LOS VISITANTES Y DE LA CALIDAD DE LOS LOCALES.

búsqueda compartida del sentido de la belleza.

Y por si fuera poco, los conciertos (salvo alguno) son gratuitos. Entonces, también resulta conmovedor­a el ansia de tanta gente por acercarse a vivir el festival. Según la Agencia Córdoba Cultura, organizado­ra junto al Consejo Federal de Inversione­s, más de 20 mil personas asistieron los siete días a los distintos escenarios.

El Festival Internacio­nal de Jazz volvió a repartir notas inspiradas, lúcidas y emocionant­es. Camino a su primera década, ya se ha vuelto una de las mejores costumbres del entusiasmo musical de los cordobeses.

 ??  ?? Aire libre. Las tardecitas se convirtier­on en noches musicales en el parque. (GENTILEZA MARCOS ALLENDE FERRANTI)
Aire libre. Las tardecitas se convirtier­on en noches musicales en el parque. (GENTILEZA MARCOS ALLENDE FERRANTI)
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En escena. Los principale­s escenarios cordobeses vivieron una semana espléndida.
 ??  ?? Excepciona­l. La italiana Rita Marcotulli se presentó junto a la cantante María Pía de Vito en el teatro Real.
Excepciona­l. La italiana Rita Marcotulli se presentó junto a la cantante María Pía de Vito en el teatro Real.

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