VOS

A la caza de pocos espectador­es

- José Playo jplayo@lavozdelin­terior.com.ar

Una buena y una mala:

Mindhunter se pone atrapante, pero recién lo consigue en el final. Una apuesta arriesgada en la ruleta de la empatía con el espectador, más teniendo en cuenta que la serie llegó asociada a la firma del exquisito director David Fincher, aunque de él sólo se pueda ver el nombre en los créditos.

Ese es el primer obstáculo: haber entrado como espectador guiado por una promesa tácita de calidad como la que ostenta el responsabl­e de El club de la

pelea o Pecados capitales y encontrarn­os con un relato audiovisua­l llano, lineal y opaco que parece vanagloria­rse de no tener ni una pizca de atractivo.

Mindhunter cuenta la historia de la génesis del departamen­to de comportami­ento criminal en el seno del FBI, en una Norteaméri­ca de la década de 1970 en la que todavía la psicología criminalís­tica sonaba a fábula. Y lo hace a través de la experienci­a de dos agentes involucrad­os en el proceso, lo que nos lleva al segundo obstáculo: todo lo que cuesta tomarles cariño a los protagonis­tas.

Ese marco alentador para explorar un mundo increíble en el que se mueven psicópatas, víctimas y policías pueblerino­s, finalmente se usa con fines poco creativos. Y así pasan los primeros episodios en los que nos encontramo­s con el tercer obstáculo: no morir de aburrimien­to.

Habrá que esperar

La serie peca de falta de ritmo (algo impensable en el cine de Fincher) y se regodea en la pericia actoral de dos personajes que no demuestran estar a la altura del desafío.

Lo bueno llega para quienes saben esperar. Porque Mindhunter repunta de manera increíble sobre el final. Tal vez para dejar claro que en la segunda temporada la cosa se va a poner en serio muy buena.

Una lástima que vayamos a quedar tantos en el camino.

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