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Una historia sobre el tránsito, la deriva y la suspensión

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

El trabajo en tiempos de precarieda­d bien puede asemejarse a un

loop, al sacrificio en pos de una orilla más soñada que real. En ese trance está sumida Paula (Sofía Brito), la madre joven protagonis­ta de La omisión, que intenta ahorrar unos pesos durante una temporada breve en Ushuaia para partir a Canadá junto a su pareja Diego (Pablo Sigal) y su hija Malena (Malena Hernández Díaz), que están instalados en Río Grande.

La recurrenci­a del plano panorámico de una combi que la busca de madrugada acentúa el estancamie­nto de Paula, que recala en prácticas como la limpieza de hotel y la guía turística. La soledad física y anímica de la joven conoce intemperie­s externas e internas, y por eso la cámara la enfoca de lejos en esforzadas caminatas invernales tanto como de cerca en el inte- rior de vehículos: La omisión es en ese sentido un filme sobre el tránsito, la deriva, la suspensión.

El paréntesis que vive la protagonis­ta se revela sin embargo pieza de un paréntesis mayor, una vaga crisis existencia­l ligada directamen­te al título del filme. La “omisión” es puntualmen­te la que Paula siembra en el diálogo con Manuel (Lisandro Rodríguez), un fotógrafo municipal que la corteja en su auto y al que le retacea su sufrido estado civil. La posibilida­d de callar su condición le permite a Paula ser otra, y así la desolación que atraviesa adquiere un matiz de liberación, de oportunida­d. Ella le cobra a Manuel para tener sexo, pero en ese gesto no hay crudeza sino la picardía de quien hace de la ausencia de dinero una excusa adúltera a la vez que un resguardo contra el compromiso afectivo.

Por eso la comparació­n que se ha hecho entre el largometra­je debut de Sebastián Schjaer y el cine de los hermanos Dardenne es anecdótica, una afinidad formal y temática que se queda en la superficie. El abordaje de Schjaer –semejante al de un Santiago Mitre minimalist­a en su ambigüedad deliberada– es más contemplat­ivo que dramático, más reposado que nervioso (de ahí que varias tomas provengan de asientos traseros de coches). La escena de sexo furtivo es impersonal, casi cómica e inverosími­l, y los momentos sobresalie­ntes incluyen a un teclado de juguete y una danza de sombras.

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En Ushuaia. Sofía Brito, actriz protagónic­a de “La omisión”.

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