Una estrella para “Hotel para criminales”.
Los nombres de Jodie Foster y Jeff Goldblum suenan como una garantía de confianza en los créditos de cualquier película. Sin embargo, en Hotel para criminales terminan convirtiéndose en algo muy parecido a un sello de calidad falsificado.
Foster se ve involucrada en uno de los papeles protagónicos más degradantes de su carrera, y Goldblum sólo aparece unos pocos minutos, muy pocos para elevar el producto a su estatura física y actoral.
Es muy obvio lo que quiso hacer el director Drew Pearce: construir un infierno. Meter en un mismo espacio físico –en este caso, un hotel hospital para criminales– a varios personajes temibles, y crear con ellos una atmósfera de tensión permanente. También es muy obvio que le salió mal.
Demasiado esquemático y solemne, no consigue que ninguno de los protagonistas adquiera una tercera dimensión. Todos parecen extraídos de los cuadros de una historieta, y tanto las palabras que salen de sus bocas, que pretenden ser diálogos pero son meros aforismos, como sus supuestas actitudes intimidantes, no alcanzan ni la categoría de parodia involuntaria.
Jodie Foster es la médica que atiende el hotel hospital. Esa mujer, que le tiene fobia al mundo exterior, camina al trote como un conductor de rickshaw y no puede olvidar a su hijo muerto, es el centro de un universo cerrado donde coinciden un ladrón de bancos y su hermano gravemente herido, una asesina a sueldo, un narcotraficante, y luego una joven policía y el capo de la delincuencia de Los Ángeles.
Un campo de batalla
La acción se desarrolla en una versión futura de esa ciudad de la costa oeste norteamericana, un día en que los habitantes se rebelan contra la compañía que les cierra la provisión de agua potable, y las calles se transforman en un verdadero campo de batalla entre rebeldes y fuerzas de seguridad. En realidad, no hay nada en la trama que justifique ese ambiente apocalíptico.
Es uno de los tantos caprichos de una producción que nunca encontró la brújula para orientarse en el laberinto de lugares comunes y parlamentos ampulosos que ella misma se construyó.