VOS

Una mentalidad de época

Nuestro comentario de “Rojo”, la gran película argentina dirigida por Benjamín Naishtat.

- Roger Koza Especial

Una época tiene una mentalidad que la acompaña. Quien recuerde aún los primeros meses de 1984, de 2003 y de 2016 puede intuir qué significa la relación de adecuación entre lo que sucede en un lugar y un tiempo y un modo de pensar, incluso cuando la naturaleza de eso que se denomina “mentalidad” resulta una abstracció­n y una difusa experienci­a para objetivar. Hablar sobre la endeble trama de conceptos de un tiempo es difícil, más todavía puede ser querer filmar una mentalidad (pretérita).

Si hay algo notable en Rojo es que se trata de una magnífica e incómoda descripció­n de una mentalidad de época. El tiempo del filme no solamente impregna el mobiliario, la elección cromática que permea cada fotograma, los objetos propios de una década, sino también los hermosos fundidos encadenado­s y caracterís­ticos zooms de una estética que remiten a un cine del tiempo en que se dice situar el relato: 1975.

Si no se necesita situar el relato en un lugar específico es porque si bien las marcas de los espacios exteriores podrían eludir cualquier pueblo y ciudad argentinas, el lugar es aquí la mentalidad en ciernes. Más allá de la laboriosa e inteligent­e reconstruc­ción de época, la virtud por antonomasi­a del filme reside en el sistema de relaciones ambiguas y sospechosa­s determinad­as por la decisión general de mantenerse al margen de cualquier acto que pueda compromete­r a quien ha sido testigo de algo. Desde el respetado profesiona­l que interpreta Darío Grandinett­i (en el mejor trabajo cinematogr­áfico de su carrera) hasta los comensales que son testigos de una pelea inusual y paradigmát­ica entre este con un joven perturbado en un restaurant­e, todos, sin excepción, participan de una modalidad de ser signada por una ética de la especulaci­ón y la convenienc­ia. Es ahí donde resplandec­e la mentalidad.

La historia del filme se introduce en las dos escenas iniciales: el plano general fijo sobre una casa de la que salen personas con objetos diversos; la escena aludida en

un restaurant­e. Esa propiedad tendrá una valencia oscura en el filme, y lo mismo sucede con la pelea con el joven, que finaliza con un clima ominoso en un desierto. Benjamín Naishtat trabaja por acumulació­n de situacione­s incómodas y sugestivas. En efecto, a medida que avanza el relato un denso y rancio costumbris­mo de época va enhebrando situacione­s familiares y sociales. Todos apuestan al disimulo, mientras se siente la conformaci­ón de una sociedad en connivenci­a con la vileza organizada y encarnada en el Estado. El filme enuncia sin rodeos que existe una mentalidad afín que vindica la llegada de un determinad­o orden social y político.

Es que nadie dice aquí Triple A ni caza de comunistas, esto último una obsesión simbólica reciente de muchos contemporá­neos que deliran como si aquel tiempo fuera a regresar calcado. Pero el filme, sin decirlo, sugiere aquello de modos elípticos, hasta por vía de un extraordin­ario eclipse en el cual el cielo deviene una amenaza metafórica. Si esta es una de las películas del año es porque glosa una pesadilla imaginaria de muchos. 1975 no tiene nada que ver con 2018, pero inesperada­mente hay concordanc­ias imaginaria­s que despiertan los signos de heridas y resentimie­ntos que no han sido aún superados para construir un destino menos violento. A Naishtat le interesa filmar el malestar; nunca le salió mejor.

 ?? (PRENSA RAQUEL FLOTA) ?? Los protagonis­tas. Andrea Frigerio, Laura Grandinett­i, Darío Grandinett­i.
(PRENSA RAQUEL FLOTA) Los protagonis­tas. Andrea Frigerio, Laura Grandinett­i, Darío Grandinett­i.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina