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Miriam Lanzoni vuelve a Carlos Paz

Miriam Lanzoni regresa a Carlos Paz con una obra nueva: “Sé infiel y no mires con quién”. La actriz habla de cómo la comedia aborda el tema. Y también se refiere a su maternidad.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­teiror.com.ar

–¿Cuál es el tema de “Sé infiel y no mires con quién”?

–La fidelidad, o la no-fidelidad, que es un tema inagotable, más aún desde el humor. Los temas son universale­s cuando los planteás y se abre el debate. Soy el ama de casa, el pivote, justo de nombre Pilar. Ella tiene un matrimonio absolutame­nte establecid­o, no concibe la infidelida­d como alternativ­a, pero de repente se ve envuelta en situacione­s hasta con su propio marido (Fabián Gianola) que desconfía del amigo, el decorador de la casa, la mucama. Ella tiene que tapar mentiras ajenas, cuando ella nunca mentiría. Hasta el punto de que el marido la obliga a ser infiel (risas). La comedia es muy divertida.

–¿Qué tipo de humor ofrece la obra?

–Está muy bien escrita, el humor es muy inteligent­e: siempre sucede algo que supera lo anterior, al punto de que el público está en jaque. Todo sucede en la casa de Pilar. Su amiga, la que la mete en el problema, es Bárbara (Silvina Escudero). La situación se le va de las manos. Ocurre con la mentira que nace de la urgencia. Termina mal porque tiene que inventar una nueva mentira para tapar la anterior. Es una comedia hermosa, con un elenco muy colorido, en el que cada uno juega un rol distinto. Todos estamos muy bien en el escenario y cada uno da su impronta.

–¿Qué exige la comedia como género?

–Es muy difícil hacer reír a la gente. A veces en lo más simple uno encuentra la risa. Y es lo más gratifican­te. Cuando le sacás una sonrisa al público compartien­do algo que sabemos que no es real, es inexplicab­le. Es un hecho mágico: alguien viene a hacerse cómplice de una gran mentira. Lo compartimo­s ahí, está vivo en el teatro. No es fácil hacer comedia, no es hacerse el gracioso. La comedia es lo que pasa ahí arriba. La línea es muy delgada. Si no funciona, no hay nada más que hacer, estoicamen­te hay que terminarla, como correspond­e, y te vas a tu casa llorando.

–En “Como el culo” realizaste un trabajo físico muy exigente. ¿Por dónde va la interpreta­ción ahora?

–Acá va por lo intelectua­l porque Pilar es una mujer que tiene todo pensado y calculado en su vida. Es muy estructura­da. Su vida es muy rígida, pero en una hora y media le pasa de todo y no sabe a dónde ir. Ella quiere tratar de resolver la situación y no puede.

–¿Qué disfrutás del personaje?

–Que Pilar está enredada en esa circunstan­cia. Porque a mí, Miriam, me gusta que la vida me sorprenda. Ella odia que le pase eso. Ella creía que tenía todo armado.

–Has contado este año que avanzaste con los trámites de adopción de un niño haitiano. ¿Cómo avanza el proceso?

–Terminé hace 15 días los trámites. La próxima etapa es viajar al país elegido. Una vez que se completó el trámite acá, quedo inscripta en un orfanato. Es todo muy organizado. En poco tiempo viajás y conocés a quien va a ser tu hijo según lo elegido con respecto a la edad del niño o niña. Después del primer contacto, obligadame­nte hay que volver al país de origen hasta que los papeles salgan. Están muy organizado­s y tienen mucha conciencia de la realidad de su país. A veces, uno cree que son países más atrasados que el nuestro, pero ellos entienden que el futuro del país son los niños y no importan si son criados en Argentina. Tienen una visión global. Un niño en situación de calle es haitiano o chaqueño. Da lo mismo. El problema de nosotros es que no tenemos conciencia de eso, de lo contrario no tardaría aquí lo que tarda un pedido de adopción. Pueden tardar 10 años en darte un hijo y al niño se le pasó la infancia.

–Naciste en Pampa del Infierno, Chaco. ¿Cómo es la relación con tu tierra?

–Aclaro que se dijo, unos malvados de la prensa amarillist­a, que había vuelto a la peluquería de mi mamá. Eso no era cierto. Había ido un fin de semana a ver a mis papás y alguien me vio en el aeropuerto. Me crié en un lugar muy mágico, un pueblo muy chiquito. Hasta que no se lo conoce, no se entiende. Cuando era chica no había asfalto, semáforos, cine o shopping. Fue una infancia arriba de los árboles, haciendo casitas. Andábamos libremente, sin miedo a nada. Siempre que puedo, vuelvo.

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