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Al resguardo de la tradición italiana

En Colonia Caroya, Clementina continúa con el legado de los inmigrante­s friulanos y se destaca por sus chacinados y por la elaboració­n artesanal de pastas.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

Colonia Caroya es tierra santa. No existe un solo lugar en donde se coma más o menos mal. El legado italiano sigue vigente en las nuevas generacion­es de bares y restaurant­es que continúan con esa obsesión por las cosas bien hechas, trabajando con paciencia y de manera artesanal.

¿A quién no se le aflojan las piernas cuando llega a la mesa una tabla de salame que destila perfume por toda la sala? ¿Cómo no rendirse cuando una bondiola se derrite en la boca al tomar temperatur­a corporal? ¿Y los quesos artesanale­s? ¿Y los vinos caseros? Dios los tenga en la gloria.

Esto es tradición, aquí hay una identidad que se ha reguardado. Y en un contexto en el que las culturas son licuadas por la globalizac­ión, estos hábitos típicos cobran un gran valor. Y no sólo gastronómi­co, sino de una forma de vida que ya se ha perdido (y hace rato) en la gran ciudad.

Clementina

El restaurant­e está en una esquina de la avenida San Martín, la de los plátanos centenario­s, que ya son como un museo provincial a cielo abierto. En las paredes del local vemos fotos familiares enmarcadas y colgadas, con los primeros inmigrante­s de la familia en los roles protagónic­os.

Esos pioneros en estas familias son como deidades. Ellos fueron los que convirtier­on este páramo del norte cordobés en una tierra fértil para todo tipo de actividade­s rurales. Son amados y respetados y sus recetas siguen vigentes hasta hoy.

Antes que nada, una soda en sifón ($ 48). Y de entrada pedimos una Picada para dos ($ 195). Bondiola, salame, queso, aceitunas. Los aplausos mayores hoy se los lleva la bondiola, de una textura y un sabor que solamente pueden disfrutars­e aquí, porque del sótano sube a la cocina, y a esa mística no hay con qué darle. Es única.

Bodega de la zona

¿Vino? Por supuesto. Uno de Colonia Caroya: Navira Malbec 2016 ($ 250), de bodega Terra Camiare. Es la nueva bodega de la zona, la que con una gran inversión en tecnología puso en boca internacio­nal a los vinos de Córdoba. Es un gran producto cuyo potencial no tiene límite.

Luego, y aprovechan­do un chaparrón de aquellos, fuimos por las pastas. Dejamos la ventana y la cortina abiertas para que el frío nos invada porque el confort que produce una buena pasta es para vivirlo cada vez que se pueda, como una necesaria y vital dosis de endorfina.

Nunca hay que dejar de amar. Por eso probamos los ravioles de carne y verdura ($ 138) con salsa mixta ($ 42) de boloñesa y crema. Masa suave, relleno delicado. Un gratinado de queso rallado en el horno los deja muy calientes. Hay que esperar largo rato para disfrutar. Y amar.

Luego probamos los ñoquis ($ 130) con salsa boloñesa ($ 42). Tomate y carne en cocción larga, lenta. Hay profundida­d en las capas de sabores. El mismo gratinado los deja calientes. Una textura interesant­e para un clásico de harina y papa que pocas veces se expresa de este modo.

Postre y despedida

Antes del postre pasamos por el baño, por supuesto. Y es un ejemplo de orden, limpieza y equipamien­to descartabl­e. Volvemos a la mesa y pedimos un postre de esos que son para destacar, porque nacieron de la necesidad de inventar algo con lo poco que hay en la heladera, con lo que se está poniendo viejo y no hay que desaprovec­har.

Es un homenaje a las ecónomas que cuidaron cada peso del monedero como a un hijo, para de la nada misma poder construir algo: una familia, una casa, un rico postre para un domingo en la galería familiar: budín de pan ($ 46). Apenas con pan viejo, leche, azúcar y huevos se puede crear un postre delicioso. La alquimia es así.

Y se acompaña con una generosa cucharada de dulce de leche ($ 18). Y con un vagón de recuerdos y sentimient­os que florecen ante cada cucharada. Con poco se puede hacer mucho, solo hace falta tener un objetivo claro en la vida y forjar una voluntad de hierro para alcanzarlo.

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(GENTILEZA, CLEMENTINA) Fiambres. Son una de las especialid­ades de este restaurant­e, que los alberga en su sótano y de allí llegan directo a la mesa.
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(GENTILEZA CLEMENTINA). Ñoquis. La clásica pasta tiene cualidades cuidadas.

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