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Un cambio de fórmulas

Bertrand y Almirón repiten el buen dúo que armaron el año pasado, pero toman riesgos con un formato de comedia diferente en “El plan”. “Lo único que el público debe saber es que, si pide más, también va a recibir más emociones”.

- Rodrigo Rojas rrojas@lavozdelin­terior.com.ar

RENÉ BERTRAND: “EL PÚBLICO ESTÁ MUY ACOSTUMBRA­DO A VER COMEDIAS DE PASOS QUE YA SE SABE HACIA DÓNDE VAN”. GABRIEL ALMIRÓN: “EN UN MOMENTO, LA COMEDIA SE CORTA. SI ESTO FUERA UN POOL, VAMOS A PARAR TODOS A UNA MISMA TRONERA”.

Hace varios años que René Bertrand elige Villa Carlos Paz. Para actuar, pero también para dirigir sus espectácul­os. Este verano, la obra que lo tiene como protagonis­ta vuelve a repetir la dupla exitosa junto a Gabriel Almirón, y eso los tiene más que motivados en el arranque de las funciones. “La verdad es que sentimos que Carlos Paz es nuestra casa; nos sentimos muy bien tratados, muy queridos y es un lugar donde la gente recibe con mucho cariño todo lo que hacemos”, arranca Bertrand.

Para Almirón, es una ciudad que quiere mucho: “Aquí la paso muy bien y, además, el año pasado me volví a casa con un premio”.

Escribir, actuar y dirigir supone un enorme ejercicio mental, pero también físico: “La única forma de prevalecer es poner el lomo. Gaby y yo somos animales de trabajo. El año pasado hicimos una comedia muy rápida en la que había que poner el cuerpo. Era muy precisa y difícil desde lo físico. Pero cuando uno piensa que trabaja dos horas para gente que trabaja 16, quejarse es una falta de respeto. Nosotros nos proponemos que la gente vea que dejamos cuerpo y alma sobre el escenario”, explica René.

En esta temporada, la obra que los une y que ambos escribiero­n es El plan, pieza que deja un poco el rigor corporal de la escena pero que se acentúa en la problemáti­ca.

“Es una propuesta diferente que está lejos de una comedia de enredos, es una comedia de autor que pasa por otros lugares, que toca lo vincular, que quiere reeditar lo que fue el viejo grotesco argentino e italiano pero traído a un punto moderno, con cuatro almas que misteriosa­mente se unen y terminan tratando de resolver ese estado de soledad en el que la vida los puso, de una manera consiente o no. Tiene una profundida­d y una solidez con personajes que son problemáti­cos y graciosos al mismo tiempo, y ahí aparece el grotesco en el que se ríen de algo que después no entienden por qué. Es un género muy lindo de hacer y que se había perdido”, explica Bertrand, y profundiza sobre la trama: “Con Gaby, la idea fue escribir esta obra juntos y mostrar eso de amar sin poder amar o sin saber amar. La gente se ríe muchísimo con el solo de hecho de vernos, pero luego aparecen unos actores jugando en serio cartas sólidas y bravas. Además, la cosa termina con una puesta cinematogr­áfica que cuenta qué pasó después con los personajes, algo que le da una vuelta y un color diferente”.

Doble juego

Si bien El plan indaga en asuntos más profundos, Bertrand ha jugado con esa doble línea de comedia y drama en sus últimas obras. “El año pasado, en el final aparecía lo vincular, y tocar sobre el vínculo siempre te lleva al fondo, porque si pasás sin tocarlo lo raspás simplement­e y te quedás a mitad de camino. El año pasado era un tema de padre e hija y en el anterior había una cuestión de un matrimonio de 70 años. Este año nos metimos más adentro desde el arranque, con dos hermanos con una problemáti­ca particular en el que uno termina siendo el sostén y el ángel de la guarda del otro”.

“A partir de esa fortaleza de uno y la debilidad del otro –continúa– se empieza a generar un plan en el que prevalece la sorpresa. Los que tengan hermanos que vengan preparados, porque se van a chocar con una bomba atómica”.

Hermanos de escritura Además de actuar juntos, Almirón y Bertrand comparten el guion de la pieza.

“Gaby tuvo una idea de una comedia muy divertida, y juntos fuimos trabajándo­la y llevándola hacia el lugar que queríamos y que hizo que apareciese un final cinematogr­áfico, un tercer acto que no estaba y un montón de cosas que se fueron soltando de la comedia. Porque él la soñó para cagarse de risa sin meterse en este quilombo, pero lo que descubrimo­s leyéndola juntos es que tenía mucho hilo suelto para dejarlo correr”.

“La gente lo va a agradecer – agrega–. El público está muy acostumbra­do a ver comedias de pasos que ya se sabe hacia dónde van, y ya que se pide desde hace tanto tiempo un cambio en la manera de hacer humor, esta tal vez sea uno. Lo único que el público debe saber es que si pide más, también va a recibir más emociones”, explica René.

Para Almirón (que en 2018 fue un personaje fuerte de Un gallo para Esculapio 2), el cambio en la trama también significó un cam- bio en su ejercicio actoral.

“Fue todo un desafío. Cuando escribí la idea original yo había pensado en un personaje para mí, pero cuando René hizo las modificaci­ones y yo tomé el papel del otro hermano, se me desestabil­izó todo, porque todas las payasadas que había pensado para mí quedaban en manos de él”, explica.

“Pero en un momento, la comedia se corta. Si esto fuera un juego de pool, vamos a parar todos a una misma tronera. Pero hay un primer acto donde ahora él me tiene que sostener a mí de la misma manera que yo lo hacía con él el año pasado. Y eso lo saca de su zona de confort. Yo siempre digo que Olmedo fue Olmedo porque había un Javier Portales. Gaby ahora va a descubrir qué lindo es pararse de sostén y servirla para que el gol lo haga otro. Y la rompe ahí, porque si lo ves en Un gallo para Esculapio te das cuenta de que no es sólo Pacotillo, este tipo es un crack”, define Bertrand.

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(LA VOZ)

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