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Ronda de secretos

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando está terminando el encuentro entre las excompañer­as de colegio, Elena (Andrea Bonelli), la dueña de casa, complica la noche con la pregunta sobre la felicidad y, después, involucra a sus amigas en el problema que la atormenta.

Brujas es una obra que conoció el éxito imbatible en la década de 1990 y que conserva gran parte del encanto del guion porque su fuerte está en la construcci­ón de los personajes. Las cinco amigas que se conocieron en el colegio donde vivieron pupilas, condición que justifica los episodios revelados después de varios brindis, descubren secretos bien guardados.

El quinteto de actrices que renueva el texto de Brujas sostiene el interés de los diálogos y fortalece los monólogos. La dinámica reposa en esa alternanci­a de lo grupal a lo personal, ritmo que en el caso de esta versión todavía no ha alcanzado el ritmo óptimo.

Andrea Bonelli, Inés Estévez, Romina Ricci, Viviana Saccone y María Socas se sientan en el living donde predomina el blanco y surgen sus personajes: la casada sencilla, la prostituta de lujo, la “bruta”, la escritora exitosa y la jueza.

Las revelacion­es del libro de Santiago Moncada aún hoy conmueven porque apuntan a lo esencial, el motor, de cada mujer en ese living. Han pasado 25 años del egreso y recién sabrán por qué Inés, Ricci, no estuvo en el momento que puso broche de oro a la larga convivenci­a de las amigas en el colegio. La actriz logra un perfil muy atractivo en base al cliché de la que toma de más y pierde el control sobre sus verdades. El ocultamien­to es una fuente inagotable de tensión escénica, bajo la dirección de Luis Agustoni, el mismo que dirigió al elenco histórico. Ricci se destaca en la construcci­ón del personaje más vulnerable, la chica que todavía no encuentra reparación al daño que sus propias amigas ignoran. Inés Estévez juega a escandaliz­ar en el rol de la prostituta; María Socas funciona como árbitro; Saccone desnuda a Dolores, del éxito, a la indefensió­n brutal; y Bonelli abre la noche al drama. Complicida­des, enfrentami­ento que parecen irreparabl­es y sospechas alimentan el encuentro.

Por los personajes pasan temas complejos y dilemas éticos. El pasado vuelve y cada una lo procesa como puede. Ellas hablan de fidelidad en la pareja y en la amistad, Elena pone sobre la mesa la integridad como un valor que trae consecuenc­ias. “Callarse no es fácil”, dice Dolores como conclusión. Con escasos movimiento­s escénicos, Brujas plantea posiciones frente a la vida, el rostro doloroso de la infancia y de las mujeres que han resistido con sus vidas a cuestas.

El encanto está en el tono de la obra que va deslizando cada drama con inteligenc­ia. La actualidad ilumina esos personajes que cobran nuevo volumen cuando en 2019 se escucha hablar de homosexual­idad, violencia familiar, violación, abandono. Las actrices asumen las palabras y el público completa el sentido como el sujeto colectivo que mira a las chicas, en perspectiv­a, en el patio del colegio, y sabe de qué se trata.

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(PRENSA TELESHOW)

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