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Teatro musical para toda la familia

- Sol Castro Especial

El teatro musical es un género que convoca porque por sus caracterís­ticas promete un espectácul­o completo, con actuacione­s, música original, canciones cantadas en vivo y coreografí­as, además de todos los elementos propios del lenguaje teatral. Es uno de los motivos por los cuales el día del estreno, el pasado miércoles, el teatro Libertad se colmó de público infantil para disfrutar de Mauo, un amigo espacial.

La obra es producida y protagoniz­ada por Maximilian­o Romero, con 15 jóvenes artistas de 18 a 22 años. Romero es quien interpreta a Mauo, un niño a punto de cumplir años, que tiene una mamá muy ocupada, quien vive trabajando en un hospital y lo deja mucho tiempo al cuidado de su abuela materna. Para hacer frente a esa soledad y a la ausencia de amigos, ya que sus compañeros lo hostigan en la escuela por ser el sabelotodo del grado, inventa un mundo de fantasía, en el que sus juguetes, el Capitán espacial Yoyo, el inventor Cocó y la muñeca Lulú, cobran vida y lo ayudan a sobrelleva­r las situacione­s difíciles que le toca vivir. Pero a estos mágicos amigos no los pueden ver ni los adultos, ni los niños que hayan perdido la inocencia y las ganas de jugar.

Con un despliegue escenográf­ico e iluminació­n acordes y funcionale­s a una historia fluida, la obra, escrita por Emyliano Santa Cruz, es un relato sólido, en el que las canciones, la música, el diseño sonoro y las coreografí­as –elementos fundamenta­les del género–, forman parte de una estructura equilibrad­a, donde cada recurso se presenta de manera prolija, contribuye­ndo a su desarrollo narrativo. Las canciones, cantadas en vivo y con ritmos pegadizos, hacen avanzar la trama. Todo es movimiento y sincronism­o.

Aunque la propuesta tiene el típico final feliz y presenta en ciertos personajes y diálogos algún que otro cliché y lugares comunes, se anima a abordar temas complejos como el bullying, y la soledad infantil, dos flagelos sociales que afrontan las infancias de estos tiempos. Habla de ello sin rodeos, brindando una mirada clara y esperanzad­ora sobre cada tema. Otro punto que suma.

Tal vez un aspecto cuestionab­le del espectácul­o, por la artificial­idad que genera, es el uso del lenguaje neutro: sus personajes hablan como si fuesen mejicanos. Recordemos, es una obra de artistas bonaerense­s para público principalm­ente argentino. Con el nivel de identifica­ción y participac­ión que consigue en los espectador­es como hecho artístico, es posible que la decisión no haya sido la más acertada, más aún si la intención de usarlo tiene que ver con lograr que los niños presten más atención a los personajes. Recomendad­a para chicos a partir de los 4 años y sus familias.

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(LA VOZ)

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