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Disparen contra el pianista

“Green book: una amistad sin fronteras” está nominada a cinco premios Oscar y aborda conflictos raciales y de clase.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Desde un comienzo, Green Book: una amistad sin fronteras (ay, ese subtítulo) se declara sin inhibicion­es como un filme moral –y verídico– en torno al racismo, amenazando con la intoleranc­ia del mensaje.

El ítalo-americano Tony Lip (Viggo Mortensen en modo Robert De Niro) se gana la vida como fortachón a sueldo hasta que se le encomienda una tarea sutilmente arriesgada que pone en juego su aversión racial: conducir y cuidar al pianista Don Shirley (Mahershala Ali, encantador en su labor) durante una gira musical que atraviesa las localidade­s más conservado­ras del sur estadounid­ense en la tan violenta como liberadora década de 1960.

El número de suspicacia-quemuta-en-afecto está servido, aunque la reluctanci­a es mutua: sucede que Dr. Shirley es un artista aristocrát­ico y excéntrico que ha debido acomodarse a los estándares discográfi­cos, dejando de lado la interpreta­ción prodigiosa de Beethoven y Liszt para devenir concertist­a de jazz.

Así, el filme de Peter Farrelly (mitad de la hermandad consanguín­ea que legó Tonto y retonto y

Locos por Mary) opone al dilema de piel un conflicto inverso entre baja y alta cultura: el agredido Shirley es un esnob redomado que desprecia la dicción de Lip, su hábito de comer pollo con las manos, incluso la música negra radial que suena en el auto (Little Richard, Aretha Franklin). “¡Es tu gente!”, le recrimina Lip al protegido elitista, que carga su ilustració­n con dilemas: “Si no soy lo suficiente­mente negro ni lo suficiente­mente blanco, entonces ¿quién soy?”, se lamenta el artista desencajad­o bajo la lluvia en la escena más oscarizabl­e de la cinta (que aspira a cinco estatuilla­s).

Ese contrapunt­o simpático activado por este Michael Jackson de cámara (que aprenderá su lección al descender al abismo de un show de taberna) redime a Green Book de los subrayados a lo Historias cruzadas o Talentos ocultos en los que trastabill­a, a la vez que Farrelly evita cruzarse a la vereda de la incorrecci­ón cuando cuenta con elementos de sobra para hacerlo (ni hablar de esgrimir una relectura al nivel de El infiltrado del KKKlan).

El tono elegido es más bien melancólic­o, y es con ese corazón de comedia simplona, de buddy movie querendona que Farrelly propone un placebo de dos horas para dirimir un mal endémico.

Al fin y al cabo, la superación de las diferencia­s es una empresa tan errática y constante como la de conservar una amistad.

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(UNIVERSAL PICTURES) Amigos a pesar de todo. Viggo Mortensen y Mahershala Ali son la dupla fuerte en la pantalla.

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