Comentario de la animada “UglyDolls”.
Con las voces de Tini Stoessel y Sofía Reyes, el filme nunca encuentra cohesión y termina inseminando ideas nefastas sobre la belleza. Incoherencia es la palabra que la define.
Desde su arranque la construcción del universo es confusa. Hay una aldea llamada Villafea. Unos peluches deformes cantan y bailan. ¿Es un purgatorio festivo antes de convertirse en juguetes para niños? A esto sólo parece tenerlo en claro Moxy, la protagonista, el resto se complace en un jolgorio eterno. También existe otro poblado llamado Perfección. Los muñequitos, de prolijo diseño antropomórfico, también se preparan para ser acompañantes terapéuticos de algún niño, aunque aquí con más rigor neurótico. También cantan idolatrando al líder de la escuela.
La premisa pergeñada por Robert Rodríguez tiene su atractivo, pero la lógica interna jamás se consolida. ¿Por qué existen estos mundos prehumanos? ¿Vemos el interior mágico de una fábrica de juguetes? ¿Es la trastienda del armado de muñecos con la misión de hacer felices a los niños? Nada se desarrolla y su director Kelly Asbury tampoco apuesta por la libertad del sinsentido o el goce pictórico injustificado. Hay un notorio miedo de que el filme se parezca a Toy Story oa Intensa-mente, inclusive a El Extraño Mundo de Jack o a la reciente Trolls, pero tampoco se impone algún sello distintivo, así sea desde la animación. UglyDolls se deshilacha en groseras fallas de guion que inhabilitan el enamoramiento. Es cierto que para establecer una divergencia se pretende apostar por la doctrina de la belleza interior. Aquí el peligro ideológico es extremo: la belleza exterior e interior no deberían anularse mutuamente. La moraleja que se transcribe carece de sutileza: no importa la apariencia, cada uno debe encontrar su identidad y maximizarla. ¿Pero qué entiende UglyDolls por apariencia e identidad?
Lo bello nunca será subjetivo; se trata de una construcción social que expulsa la otredad. UglyDolls pretende homologar la belleza no ya en la pluralidad, sino en la perseverancia de los sueños y en el éxito individual. Cada muñeco termina autoexplotándose para acceder al VIP humano y prestar sus servicios. Lo disfuncional no tiene cabida: el imperativo es agradar ajustando la apariencia/identidad al mercado. Si tuviese un hijo, jamás le transmitiría este mensaje.