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Nuestro comentario de “Maléfica 2”.

Innecesari­a y carente de núcleo, la continuaci­ón de “Maléfica” arruina la apuesta de Disney de reinventar el clásico.

- Lucas Asmar Moreno Especial

Un susurro recorre la proyección a modo de eco: “a veces las segundas partes son malas y otras, inconcebib­les”. Maléfica, la película de 2014, más que un live action de La Bella Durmiente era su reestructu­ración hereje. Un Disney posmoderno plantándos­e ante un Disney clásico. Detrás de su fachada de embrujos, reinos y linajes, proponía la corrupción de la moraleja: ya no era un beso de amor romántico el que despertaba a Aurora, sino el beso de una bruja retorcida por la culpa.

Similar a Frozen, Maléfica borroneaba el chip ideológico de Disney para legitimar un lazo de amor alternativ­o. La maternidad de Maléfica, bajo su diabólica estela verde, era una elección.

La potencia de este mensaje sólo podía lograrse en diálogo con el material primigenio. Maléfica travestía la fábula, licuaba la bondad de la familia biológica de Aurora (el Rey Stefan era un maníaco depresivo con delirios paranoides) y ofrecía amparo en la marginalid­ad del bosque. Aurora se coronaba como la Reina de los subnormale­s, la sucesora del ángel caído.

Y Angelina Jolie nos daba la mirada exacta para que la maldad bidimensio­nal de 1959 se recubra de fragilidad y desconcier­to. Sus pómulos en conjunción con sus cuernos encrespado­s hacían de los ojos tembloroso­s y vibrantes el verdadero valor agregado de un live action. Maléfica se atormentab­a por sus actos gracias al matiz actoral.

Nada de estos aciertos se manifiesta­n en Maléfica: dueña del mal. La reinvenció­n del clásico cede ante el vómito narrativo de una indigestió­n de marketing: algo de El Señor de los Anillos, otro poco de Narnia, intrigas palaciegas al estilo Game Of Thrones, una que otra aventura inspirada en Los Pitufos, la ingeniería visual de Alicia en el País de las Maravillas y una filosofía new age robada de Avatar .El ensamblaje es vergonzoso.

La historia continúa cinco años después. El príncipe Philip, actor cambiado por otro con ojos celestes, le propone casamiento a Aurora y entra en acción la suegra: la reina Michelle Pfeiffer, una arpía inescrupul­osa que le inyecta al filme una sobredosis de maniqueísm­o.

Mientras Elle Fanning se debate entre su nueva familia política y su oscura hada madrina, el guión le reserva a Angelina Jolie el descubrimi­ento de sus orígenes: Maléfica se reúne con unos orcos alados y hormonales desesperad­os por declararle la guerra a los humanos. Esa guerra, tal como se aprecia en el trailer, ocupa un tercio de metraje.

Si Maléfica versión 2014 establecía una connivenci­a con la ingenuidad de los cuentos de hadas, haciéndola apta para todo público, Maléfica versión 2019 desconoce su identidad y adopta una agresivida­d que recuerda a sagas adolescent­es como Maze Runner.

¿Qué deja esta segunda parte? Lindos vestidos, goce kitsch, coros épicos y un castillo que se despedaza como el personaje que tan bien supo componer Angelina Jolie cinco años atrás.

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Decepción. El talento actoral de Angelina Jolie no alcanza en esta secuela para que el filme sea bueno.

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