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Quién es Mirlo Rocket, el artista.

El artista, que utiliza un seudónimo y oculta su identidad, llega en el marco de Art Weekend Córdoba. Hoy abre en la galería Esaa de Unquillo una muestra de título provocador.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

En la cabeza de Mirlo Rocket pasan cosas raras.

No se trata únicamente de lo que dice, definicion­es que pendulan entre las bromas filosas y las apreciacio­nes certeras sobre el mundo del arte. La sensación de extrañeza arranca, literalmen­te, por la cabeza, ya que el artista, que se autodefine como pionero de una corriente denominada “Avant Garch”, se presenta a la entrevista enmascarad­o con una bolsa de papel que tiene impresa una careta de Christian Castro. Es parte de su personaje, un avatar mutante que no se deja atrapar.

La extensa conversaci­ón se desarrolla frente a la sonrisa del cantante mejicano, dura como rulo de estatua, entre tierna y exasperant­e, con la que Mirlo procura mantenerse en un anonimato juguetón y provocador. Se ríe de todo pero también de sí mismo.

“El Chaqueño”

Si se googlea su nombre se encuentra el dato de que nació en enero de 1974. Muchos años más tarde, en 2011, Mirlo irrumpió en la escena del arte porteño con un seudónimo que se mofa de la figura y de la carrera fulgurante de Milo Lockett. Mirlo no pronuncia ese nombre. Lo llama, a secas, “el Chaqueño”, y asegura que su problema no es personal sino que tiene que ver con el desagrado que le provoca la obra del exitoso artista, famoso por su simpleza y sus criaturas coloridas que le permiten facturar a lo grande.

Es algo vinculado al masoquismo, cuenta Mirlo sobre la elección de su nombre artístico. “La obra del Chaqueño me hace mucho daño a la retina. Y a mí el masoquismo me hace más creativo. Quería tener un nombre que me acompañe en toda mi carrera y que me haga acordar de ese dolor que me genera creativida­d”, dice la voz que sale detrás de la cara de Christian Castro.

Mirlo hace malabares para beber con un sorbete una bebida cola dietética sin revelar su rostro. Está sentado en el jardín trasero de la galería Esaa, en Unquillo, donde hoy, en el marco de la segunda edición de Art Weekend Córdoba, abrirá una muestra cuyo título es toda una definición sobre el campo artístico: “Me arrepiento de todo lo que pinté. La plata me la quedo”.

Las frases punzantes y los juegos de palabras son parte de las estrategia­s de sabotaje que tienen como blanco al arte contemporá­neo. Un segmento importante de su producción, enlazada al personaje de mosca-en-la-sopa que el artista lleva a cabo, parodia la sofisticac­ión vacía, la superficia­lidad y las absurdas lógicas consagrato­rias del star systemdel arte actual, que en opinión de Mirlo hacen pasar gato por liebre.

“Es lo que me motiva –señala–. Cuando veo que una persona cuelga un trapo y se gana un espacio en arteBa, tiene prensa y una carrera internacio­nal, se dispara en mí hacer lo que hago. Yo no juzgo. Hay gente que me ve como un justiciero, yo no tengo esa actitud. Alguien puede decir que soy un artista de bullying, pero no es como yo me concibo. Sí creo que a veces le dan demasiada importanci­a en el mundo del arte a cosas que me parecen un invento, un chamullo, como se dice”.

¿De qué vive Mirlo?

Además de acompañar la muestra que abre hoy en la galería Esaa, el artista llegó a Córdoba para trabajar en Alberdi Residencia, donde ayer iba a realizar una performanc­e denominada ¿De qué vive Mirlo Rocket?, inspirada irónicamen­te en el método de la famosa creadora de arte de acción Marina Abramovic.

“Es una recreación del método Abramovic –describe Mirlo–. Voy a estar sentado en una silla, con unos círculos con la cruz satánica. En el centro de cada círculo, botellas de Manaos de dos litros. Una palangana. Tres horas así. Además, un cartel de leds como de kiosco que dice ‘Selfies con Mirlo un dólar’. Vamos a ver cómo reacciona la gente. A ver si realmente me valoran, porque una cosa es pedir una selfie y otra soltar algún peso para sacarse la foto”.

La performanc­e incluye una serie basada en el trabajo del artista conceptual Christophe­r Wool, quien escribía frases en esténcil en gran formato. “Wool vendió en 250 mil dólares una frase pedorra – señala Mirlo–. Las mías son frases que hablan sobre la industria del arte. Por ejemplo: ‘Expongo porque tengo sexo con mi galerista’. O bien: ‘El que no salta es artista conceptual’, junto a un trampolín redondo como los que se usan en crossfit. Vamos a ver si la gente se prende”.

Covers y otros delirios

“Trabajo casi toda mi obra en digital, pero en Facebook digo que es óleo o acrílico. La gente después va a ver y se lleva la decepción”, cuenta. “La verdad es que hago de todo, y si no lo sé hacer lo tercerizo. Estamos en un mundo en el cual lo que vale es la idea, después no importa si uno no sabe dibujar. Yo me llevé artes plásticas en el secundario. Ahí me quedó como un rencor, y esta sería como mi venganza. Tenía una tendencia hiperreali­sta que después fui perdiendo. Lo bueno es que ahora hago todo más rápido”, añade Mirlo, que mostrará en Unquillo sus gigantogra­fías digitales.

Algunas son una especie de covers. En La danza de Matisse versionada por Mirlo se ve a una serie de clones de Donald Trump bailando en círculo, tomados de la mano. Elvis murió de constipaci­ón crónica es una obra basada en una pintura de Francis Bacon sobre la muerte de su amante.

También se verá El loco del mortero, basada en la fotografía viral del militante que en 2018 disparaba bombas de estruendo con un arma casera en la Plaza del Congreso de Buenos Aires, durante una manifestac­ión contra la ley de reforma previsiona­l.

Natalia Pastorutti con ametrallad­ora es un retrato de la hermana de la cantante Soledad, en un entorno campestre que incluye una camioneta 4x4 y vacas teniendo sexo. En La lección de lenguaje inclusivo Mirlo pintó a una chica que introduce el caño de una Itaca en la boca de un hombre arrodillad­o. En el cuadro se destaca la leyenda “Esco-pete”.

Nuevo fetiche

Mirlo asegura que su nuevo fetiche es Guille Pachelo, un artista callejero que vendría a suplir el rol de Milo Lockett.

“Cuando el fenómeno del artista chaqueño empezó a decaer, yo necesitaba a alguien que lo reemplace en ese camino masoquista que te mencionaba. Hay personajes cuyo arte me molesta, me hace daño a la retina, pero no estoy juzgando. Entonces apareció Pachelo, un artista urbano de Palermo, cuya obra es una cara de un pibe con gorra. Pone frases como ‘Amar garpa’, o ‘Sos un paisaje’, cosas como de agenda de quinceañer­a. Fue ocupando todas las paredes de Palermo. Empecé a tomar su obra cuando él me superó en Facebook con la cantidad de seguidores. Ahora estoy en ese periodo, y cuando vea que empieza a decaer voy a buscar a otro”, cuenta.

“Soy un infiltrado en el mundo del arte”, se despide.

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(GENTILEZA GALERÍA ESAA) Mirlo Rockett. Su performanc­e tiene una serie basada en el artista Christophe­r Wool, que escribía frases en gran formato.

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