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Las idas y vueltas con los Guns en Córdoba

- Diego Tabachnik Encuentros cercanos dtabachnik@lavozdelin­terior.com.ar

Hoy es difícil dimensiona­r la popularida­d que tenía Guns N’ Roses a comienzos de los ’90. En el mundo no existían las redes sociales, internet debe haber sido algo sobre lo que ya se relamían Bill Gates y un grupo de visionario­s, y los medios tenían un poder de instalació­n de agenda mucho mayor que el que ostentan hoy.

Los rankings de las radios realmente posicionab­an artistas, y la oferta no estaba tan segmentada. Axl Rose y los suyos habían conseguido ser una banda global, que hasta ocupaba titulares en noticieros por su supuesta conducta de forajidos rompe hoteles. Todo muy demodé y ridículo, visto con los parámetros de hoy.

Lo cierto es que quienes por entonces atravesába­mos la adolescenc­ia, los teníamos como banda de sonido casi impuesta por aquellos días. No fui la excepción: durante años tuve colgado en mi pieza un póster con los músicos en versión cómic como esqueletos. Eran tiempos de CD originales, de tardes leyendo los libritos y –hora de admitirlo– copiar los pasos de Axl en la soledad de mi pieza.

El tiempo pasó, pero aquella música quedó grabada en mi memoria con una pátina dorada de idealizaci­ón que tampoco me preocupé mucho por rascar.

Por eso siempre fue una fiesta cada vez que tenía la chance de ver de cerca a un Gunner en vivo, más aún si era en Córdoba. El primero en bajar a estas latitudes fue el violero Gilby Clarke, que dio shows en 1994 en el Chateau Carreras teloneando a Aerosmith; en 2000 en el Teatro Comedia y en 2001, en el Centro Cultural General Paz.

No conozcas a tus ídolos

Ya trabajando como periodista, en 2011, la visita del bajista del grupo me puso en las puertas de una oportunida­d que ni en mis sueños hubiera soñado posible: una entrevista telefónica con Duff McKagan. El bajista del grupo llegaba en plan solista para tocar en The Roxy, un bar rockero muy lindo que no prendió entre el público cordobés.

Lo cierto es que preparé el cuestionar­io con esmero, pero horas antes del momento de hacer el llamado el prensero local me avisó que se había suspendido la rueda de entrevista­s. “Tranquilo, vamos a ver la posibilida­d de que la hagas en vivo a la nota”, me dijo, disparando más mi ansiedad.

El show fue el domingo 20 de noviembre, noche en que confluyero­n una lluvia torrencial con el pésimo sistema de desagües de la avenida Rafael Núñez. Fue muy difícil llegar al lugar, con el agua casi a la altura de las rodillas.

El show lo recuerdo como épico, y algo de especial debe haber tenido. Paréntesis: en 2016, en una nota con The New York Times ,el propio McKagan citó un hecho que tuvo lugar en ese concierto, cuando retó a un pibe que estaba grabando todo con un iPad bien pegado al escenario. El músico pidió conexión real y no digital, y se ve que la situación le quedó en la memoria.

Cuando terminó el concierto, McKagan se ubicó en una especie de VIP armado para la ocasión. Creo recordar que había una de esas sogas gruesas, custodiada por patovicas, que impedían acercarse a los músicos. En ese sector estaba la persona de prensa que me había ofrecido la nota en primera instancia, y yo con mis ojos le disparaba rayos de presión esperando que me habilitara el acceso. “Bancá, bancá”, me dijo a la distancia, con la manito remarcando que había que tener calma.

Yo lo veía a Duff sentado a unos 10 metros, rodeado de gente, y a mi contacto que se acercaba a hablar su mánager al oído. La respuesta fue lapidaria: “Eh..., no, dice que no, que ahora no quiere hablar”. Y “chau picho”, casi literal. Hubo que salir a la calle y volver muy mojado a casa.

La revancha del rock

Las vueltas del destino, sin embargo, me tenían esperada una dulce revancha para con mis ídolos de la adolescenc­ia. En mayo de 2019, surgió otra nota telefónica, esta vez con Slash, que también volvía por tercera vez a la ciudad. Y sí, el último “guitar hero” me atendió desde su casa en Los Ángeles.

El audio se escuchaba perfecto, él fue muy amable y hablamos durante unos 17 minutos. De todas formas, terminó habiendo un “pero”.

Antes de la nota, me habían hecho el pedido expreso de que no le preguntara nada sobre GNR. Desobedecí el pedido, y le consulté sobre si había un disco nuevo de la banda en camino, un tema que se rumoreaba (aún sigue el fuerte runrún al respecto).

Harto de esas preguntas, fue el momento en el que el violero cambió el tono y me dijo: “Me gustaría, pero a esta altura no creo que realmente suceda”.

Fue la frase letal que terminé usando como título para la nota. Me contactaro­n de un importante club de fans de la banda, a medio camino entre la angustia y el enojo, para saber si la frase había sido tal o fue un error de mi traducción. Y no, fue lo que él me dijo.

Hasta el día de hoy sigo “temiendo” el anuncio de un nuevo disco que me deje en ridículo con mi nota (aún cuando me encantaría que lancen nuevo material).

Lo sé, no tengo que angustiarm­e porque nadie soporta un archivo. Y, si no, que lo diga Slash, que grabó un tema con

Marta Sánchez.

ENTREVISTA­R A TUS ÍDOLOS ROCKEROS ES UN SUEÑO DE JUVENTUD PARA MUCHOS PERIODISTA­S, PERO NO SIEMPRE ES FÁCIL.

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Legendario­s. En los ‘90, Guns N’ Roses eran verdaderam­ente populares.

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