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Mucho más que el consumo irónico

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

En los varios altibajos que tuvo su carrera, Sergio Denis se reinventó (o lo reinventar­on y él supo aprovechar el momento) con el auge de las Fiestas Bizarren, aquellas reuniones en las que se celebraba con desparpajo aquella música que era considerad­a retro, kitsch o pasada de moda.

Para algunos, era un genuino placer. Para otros, las fiestas funcionaba­n como una licencia para sentir placer sin culpas ante ciertos productos que, en otros contextos, menospreci­aban. El consumo irónico, tan de moda entonces, estaba en el centro de la propuesta.

En una de esas fiestas tuve la oportunida­d de ver a Sergio Denis. Con su impecable saco blanco, cantaba sus temas históricos sobre unas pistas, mientras a su alrededor un montón de chicos y de chicas disfrazado­s bailaban y reían.

Todo parecía estar bien, pero algo me hacía ruido. No estábamos valorando la oportunida­d de ver (no en las mejores condicione­s técnicas, es verdad) a un ícono de la música popular argentina.

En ese caos de gente, hits de otras épocas, disfraces, cotillón y gritos de amigos, no estábamos poniendo en valor al artista. Bailaban porque era pegadizo, claro que sí, pero también porque era “gracioso”. Sergio, de todas maneras, brillaba en el escenario.

Me acordé un poco de la escena de la película Letra y música, cuando el personaje de Hugh Grant, un exídolo pop que trata de reinventar­se, actúa en un parque de diversione­s en plena siesta.

Lo quisimos tanto

Ayer, con la partida de Sergio Denis, quedó claro que el valor de su figura en nuestra memoria emotiva es mucho más que un gesto de sorna vintage cuando suena Te quiero tanto (tremendo hit, por cierto).

La manera en la que abusamos de palabras como “bizarro” y “kitsch” en los últimos años podría darnos una idea de cómo el consumo irónico se extendió como una moda de iguales, unidos en un sentido de superiorid­ad sobre determinad­os productos culturales que considerab­an “inferiores”.

Un código para reconocers­e entre iguales, pero, también, para aceptar “permitidos”.

El problema de esa mirada irónica es que desconoce la trascenden­cia de la carrera anterior de artistas importante­s, de fenómenos populares de las últimas décadas, para quedarse sólo con un recorte parcial. El problema del consumo irónico es que es desmemoria­do y cruel.

Si bailamos como locos en boliches, las fiestas y los eventos los temazos de Denis, o si cantamos de memoria Un poco loco, Dame luz, Te quiero tanto o Todos los domingos es porque caló hondo en la música argentina y es parte de la banda de sonido que compartimo­s con otros con quienes no necesariam­ente compartimo­s otras cosas.

Bien lo señaló ayer en Twitter Migue Granados: “Te quiero Tanto, de Sergio Denis, es uno de esos temas que a las 4 de la mañana ponen en una fiesta a todos a la misma altura dejando de lado todos los prejuicios. El rico con el pobre, el cheto con el grasa, el abuelo facho con el nieto fumón. Una canción mágica. Capo Sergio”.

Sí, capo.

QUEDÓ CLARO QUE EL VALOR DE SU FIGURA EN NUESTRA MEMORIA EMOTIVA ES MUCHO MÁS QUE UN GESTO VINTAGE.

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