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Una alegoría del futuro

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“Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”, es la frase de Schopenhau­er con la que comienza la tercera temporada de Dark. Albert Einstein la citó como guía y consuelo. El creador de la teoría de la relativida­d dijo: “La frase (de Schopenhau­er) me bastó desde la juventud. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia”. Es hora de que los personajes de Dark encuentren la paz.

Sobre el escenario de fondo de la central nuclear de Winden, la historia asume el desafío de la finitud humana, en los rostros de una multitud de personajes que transitan las épocas, con o sin conciencia de la excepciona­lidad que les toca vivir. En un presente permanente, viven, sufren, buscan y aman, entrando y saliendo de los nudos del tiempo. Como ocurre desde la primera temporada, la energía nuclear subvierte la linealidad de la cronología. Es amenaza y enigma para los personajes. La serie señala ‘la partícula de Dios’ como un eje que aglutina los relatos. Frente al destino inexorable, la trama desafía el determinis­mo que viene aplastando cualquier intento de libertad de esos seres trasladado­s por el capricho de un principio que los rige.

Una vez más, en la tercera temporada de Dark, la historia va por delante del espectador, lo sorprende a la vuelta del camino, aun cuando ya conozca la mecánica del juego que cuenta con un montaje alucinante. A la edición, se suman la fotografía, el diseño de arte, el notable trabajo de casting de Simone Bär y la música de Ben Frost.

Es central la referencia al hilo de Ariadna para salir del laberinto. La lucha se sostiene en el relato fantástico que utiliza siempre con eficacia sus recursos: el bosque, el pasaje (la cueva); la niebla, la lluvia. En la trama laberíntic­a, otra vez el héroe trágico, Jonas Kahnwald (Louis Hofmann) intenta romper la lógica signada por Adam y los reclutas de la logia Sic mundus creatus est (Así fue creado el mundo). En la última temporada, la fuerza está en la pareja protagónic­a. Martha Nielsen (Lisa Vicari) asume un rol más relevante y vislumbra cuál es el misterio último, el del origen de todo. El desafío a la finitud humana cobra un tono poético, trágico y conmovedor.

Elegir un solo mundo de entre otros, detener el Apocalipsi­s, las opciones vuelven a multiplica­r los caminos. “Lo que sabemos, una gota. Lo que desconocem­os, un océano”, dicen los viajeros que se suman en la tercera temporada de Dark. Si somos, como dice Martha en una de sus apariencia­s, ‘fracciones de un todo infinito’, la sola idea de ‘un mundo sin mí’, estremece a cualquiera que se detenga a pensarlo.

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