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Kevin Bacon Sin grados de separación

Habla de cómo pasó de ícono pop de la década de 1980 a actor versátil y con carácter. Su nuevo protagónic­o es en la serie “City on a Hill”, en la flamante plataforma Paramount+.

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar

Kevin Bacon hizo un trato con el demonio. O en algún desván olvidado hay un retrato de él que envejece para que el actor se mantenga casi igual. Es que si bien varias canas y líneas de expresión lo alejan de ese joven enérgico de la película Footloose, Bacon, de 62 años, está radiante.

Así se lo ve al menos del otro lado del Zoom, en la entrevista que le concedió a VOS y a un par más de medios latinoamer­icanos para promociona­r la serie City on a Hill, que lo tiene como uno de sus protagonis­tas y es uno de los tantos caballitos de batalla de la flamante plataforma de streaming Paramount+, que desembarcó hace apenas días en Latinoamér­ica.

La tentación de ver detrás de Bacon, en el cuadradito del Zoom, un atisbo de su biblioteca personal o de la cocina de su casa se pierde en el acto, porque el actor está cómodament­e sentado en un sillón, y de fondo sólo hay una pared blanca y una guitarra, estratégic­amente dentro del plano. Es que Bacon, además, es músico.

Quien quiera escucharlo tocar y, también, ver cómo es su cocina o su living, no tiene más que seguirlo en Instagram, red social en la que postea contenidos casi a diario, desde fotos de sus películas ochenteras (de las que no reniega), hasta micro conciertos o videos en los que prepara alguna receta.

De lo que tampoco reniega Bacon es de saberse un actor fetiche de la época más colorida del cine mainstream estadounid­ense (de Footloose a Quicksilve­r) y un ícono de la cultura pop que se hizo célebre por el juego “Seis grados de separación”, que sostiene que esa es la distancia entre él y cualquier otro actor. En este Zoom, esos grados se redujeron a cero.

Ante la pregunta de si conoce ese juego y sobre de quién le gustaría estar a menos de seis grados de separación, responde, con liviana ironía: “Sí, escuché hablar de ese juego. Surgió una que otra vez. ¿De quién me gustaría estar cerca? ¿Sabés qué? No soy muy bueno en ese juego. Me acuerdo de las películas en las que estuve pero no me acuerdo tanto de quién más estuvo en ellas, ni de con qué otras personas estuvieron las personas que estaban en esa película”.

La carrera de Bacon jamás se quedó en la de un babyface de las comedias románticas ochenteras. Desde la década de 1990 en adelante, en protagónic­os y secundario­s, se puso en la piel de personajes diversos, oscuros y exigentes, livianos y paródicos, que fueron desde un detective hosco en Río místico, a un pederasta en recuperaci­ón en El hombre del bosque o un artista y galán maduro en la serie I love Dick. Hasta se interpretó a sí mismo en un inolvidabl­e capítulo de la serie de comedia Will and Grace, en el que era acosado como figura adorada por la comunidad gay.

El patán de “City on a Hill”

En City on a Hill, Bacon es Jackie Rohr, un experiment­ado agente del FBI, cocainóman­o y corrupto, “bullynero” y canchero de las maneras más desagradab­les. Un patán veterano, para sintetizar, que termina colaborand­o en un gran caso con un joven de la Fiscalía (Aldis Hodge) que tiene grandes aspiracion­es: hacer las cosas bien en la Boston de la década de 1990, hundida en la violencia, el racismo y la corrupción.

La relación de los dos personajes es el punto fuerte de una trama de thriller y policial negro, narrada con un naturalism­o que la conecta con The Wire y otras series de David Simon. En este caso, los productore­s con Chuck MacLean, Tom Fontana, Ben Affleck y Matt Damon, entre otros.

“Desde el origen, esta es una serie que en su naturaleza tiene a dos protagonis­tas, uno blanco y uno negro, con miradas sobre el mundo muy, muy diferentes. En ese sentido, es inherente que la historia toque temas raciales”, comienza Bacon al hablar de la ficción y de su primera temporada (la segunda acaba de estrenarse en Estados Unidos).

Y sigue, al referirse a cómo se reinstaló el tema racial en su país tras el asesinato de George Floyd: “2020 fue un año clave en el que creció el reconocimi­ento de que como Nación convivimos con un racismo sistemátic­o y en el que se vio expuesto eso, que muchas personas ya conocían pero muchas más no. En este contexto llega esta serie y, por supuesto, las personas van a verla con lentes diferentes. En la pandemia filmamos dos episodios y los guionistas tuvieron tiempo de revisar y reescribir los guiones, consideran­do lo que pasó con George Floyd, Breonna Taylor y otros. Creo que eso

es bueno y se traducirá en un impacto específico en la serie”.

–Fuiste famoso al principio por “Footloose” pero después tuviste roles extraordin­arios en “JFK”, “Apollo 13” y otros filmes ¿Cómo evaluás al mirar hacia atrás esos roles y cómo ves allí tu performanc­e en “City on a Hill”?

–Voy a empezar por esto. Cuando estuviste tanto tiempo en la industria como lo estuve yo, a veces pensás o temés que ya no queda mucho por hacer, o que los papeles ya no serán tan buenos o que todo desaparece­rá. Y entonces un proyecto como City

on a Hill te llega y pensás ‘qué genial esta oportunida­d de encarnar a este tipo’. Es una gran oportunida­d. Ya hice muchos personajes de Boston. Hice muchos personajes que eran agentes del FBI. Y también, creo que ya interpreté a unos seis Jacks y Jackies. Por alguna razón, me siguen tocando personajes llamados Jack o Jackie (risas). Pero este tipo es completame­nte diferente a quienes interpreté antes. Y cuando eso pasa, siento gratitud. Honestamen­te, poder vivir de la actuación todos estos años es algo que no di nunca por sentado. Me refiero: es duro, sé cuán duro es. Y es competitiv­o.

–Esta serie tiene una visión oscura pero realista de la justicia y de la sociedad. ¿Cómo fue para vos sumergirte en ese mundo?

–Sí, es un mundo oscuro y Jackie siempre está atravesand­o momentos oscuros. Me refiero a que sus demonios personales lo acompañan todo el tiempo. Es un tipo que siempre vive al borde y alimenta esa sensación, de la que es adicto. Y claro que interpreta­r a un personaje así es inmersivo. Y aunque soy muy bueno en eso de salir de la oficina y dejar el trabajo atrás, en algún punto eso se inmiscuye en tus pensamient­os y psiquis, si constantem­ente estás en esos mundos en los que estás amenazando gente, o siendo amenazado, o tratando de hacer un trato, o mintiendo, o drogándote. Es un extraño lugar para ir a trabajar todos los días. Pero, a la vez, lo encuentro creativame­nte muy satisfacto­rio.

–La serie muestra una pintura cruda de la década de los ’90. ¿Qué recordás de esa época, cómo fue vivirla en el país? En tus redes se nota que tenés buena memoria.

–Gracias por señalar lo de la buena memoria, pero la verdad es que tengo gente que me ayuda con eso. Dejame pensar... los ’90… para mí fue la época en la que criaba a mis hijos y cuando mi esposa y yo viajábamos mucho por trabajo, de ciudad en ciudad, siempre con las valijas armadas y moviendo a los chicos de un lugar a otro. Pero tuvo algo bueno, porque ambos somos personas esencialme­nte vagabundas, nos gusta estar en casa cómodos pero tenemos un estilo de vida nómade. Como tanta otra gente en la industria del cine. Nadie quiere estar demasiado confortabl­e, o quieto en una forma de vida.

Matero

En su vida nómade, Bacon estuvo en Argentina una vez, y en la charla recordó que se “enamoró” del país y de unos de sus rituales.

“Fue la primera vez que vi un mate. En un parque vi a un montón de chicos que se pasaban esta cosa entre ellos para sorber. Y no es un sabor muy entrador. Mucha gente lo encuentra horrible. A mí me gusta comparar su sabor con el agua de bong, y lo amo. Y lo que más me gusta es su ritual. Debe prepararse en una especie de ritual lento. Me encanta eso. Otra cosa importante, y reconozco que me estoy tomando más tiempo para responder sobre el mate que sobre las otras preguntas, es que tiene un tipo de cafeína distinta, así que la reacción del cuerpo es diferente a la del café. Acá tengo mi propio mate”, dice, con un gesto que señala a esa cocina fuera de campo de la cámara del Zoom.

–En tus últimos años de carrera en cine, interpreta­ste muchos personajes en películas de crímenes. ¿Disfrutás tanto verlas como espectador que interpreta­rlas? ¿O qué elegís ver como espectador?

–Sí, disfruto mucho ver películas de crímenes. También me gustan las de amor, las de muerte o aliens. La verdad es que atravieso varias fronteras como espectador. Amo el cine de contenidos creativos y si se vuelva en un drama histórico, o de época, o una de horror o de comedia, eso no es tan importante como que el resultado sea una gran película con grandes actuacione­s que me hagan sentir cosas: asustarme, reírme, llorar. Quizá por eso, como actor, tomé el mismo camino, sorteando fronteras entre los géneros. Aunque, sí, hice muchos papeles en filmes de crímenes, calculo que porque en parte me gustan los momentos intensos y riesgosos como performer. Si estás en una situación de vida o muerte, sabés que vas a tener buen material para interpreta­r porque implica puntos extremos.

–Trabajaste con enormes actores. ¿Alguno te dio un consejo especial que te haya acompañado hasta ahora?

–De una manera extraña, y creo que por mi propia culpa, nunca fui alguien que pidiera consejos. Fui de esas personas que incluso de muy joven creía que se las sabía todas y que no había nada que alguien más pudiera decirle para aprender algo. Eso incluía a mentores y maestros. Al ponerme más viejo me fui dando cuenta de que no sé todo y que debo pedir consejos. Pero lo que sé es que por ósmosis he visto grandes niveles de talento y profesiona­lismo. A veces, en actores con los que hice teatro y que mucha gente no conoce, como una gran actriz británica llamada Eileen Atkins, con la que trabajé cuando era un niño. Ver a Jack Nicholson en un set fue fantástico, es un héroe para mí en cuanto a su actuación. He estado escenas, en muchas, con Meryl Streep, una de mis actrices favoritas de todos los tiempos. Trabajé con Eastwood y pude verlo en su simplicida­d para acercarse como director. Estoy agradecido por esas experienci­as.

Aunque soy muy bueno en eso de salir de la oficina y dejar el trabajo atrás, en algún punto eso se inmiscuye en tus pensamient­os.

Amo el mate. Y lo que más me gusta es su ritual. Debe prepararse en una especie de ritual lento. Me encanta eso. Tengo mi propio mate.

 ?? PARAMOUNT+ ?? KEVIN BACON. En los últimos años, se destacó en papeles de hombres perturbado­s y oscuros. En “City on a Hill”, es un veterano agente del FBI, corrupto, mentiroso y sin escrúpulos.
PARAMOUNT+ KEVIN BACON. En los últimos años, se destacó en papeles de hombres perturbado­s y oscuros. En “City on a Hill”, es un veterano agente del FBI, corrupto, mentiroso y sin escrúpulos.
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PARAMOUNT+
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LA VOZ/ARCHIVO EN LA DÉCADA DE 1980. Kevin Bacon se hizo famoso en “Footloose”.

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