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Museo de las Mujeres. Volvió con muestras de cuatro artistas

El espacio cultural reabrió sus puertas al público con instalacio­nes, videos y fotografía­s. Presentan sus exposicion­es cuatro artistas jóvenes: Aylén Bartolino Luna, Constanza Ruibal, Constanza Pellicci y Agostina Rosso.

- Demian Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

La fábrica donde Aylén Bartolino Luna obtiene los materiales para sus obras es también una cantera de significad­os, frases que corren por el aire en el día a día laboral, bromas pesadas, chismes, insultos a mitad de camino entre la ternura y la afrenta, crueldades dichas con un fleco de cariño.

La artista, como si fuera una cartonera de enunciados, las recupera y las resignific­a en “ORRRTIGA”, una de las muestras con las que el Centro Cultural Museo de las Mujeres (Rivera Indarte 55) retomó su actividad hace unas semanas, después de las restriccio­nes a las que obligó la pandemia.

Bajo un título general, “Las orejas no tienen párpados”, el espacio cultural presenta además las muestras “Desarmario”, de Constanza Ruibal; “La puerta del Sol”, de Agostina Rosso; y “Elegía”, de Constanza Pellicci. El texto de sala que recibe a los visitantes y los textos de las cartillas dedicadas a cada artista son de la poeta Elena Anníbali.

Tres piezas de una serie en proceso de Bartolino Luna componen “ORRRTIGA”. Se trata de cortinas/carteles de gran formato, confeccion­adas con retales obtenidos en la fábrica de sistemas enrollable­s donde la artista se desempeña como obrera metalúrgic­a. Es una de las pocas mujeres en ese lugar de tareas y expresione­s varoniles.

De ese ámbito surgen también las frases que se leen, “Paiaso”, “Caiate viejo viagrero”, escritas en cordobés básico. Otra de las obras lleva escrito “Mejor vivir en este mundo que en mi culo”, un pedacito de una canción del español Albert Pla.

Las palabras arman una especie de retrato diferido de un ambiente y de una forma de relacionar­se que hace pié en la grosería escatológi­ca, en el ataque verbal como forma primaria de vínculo y acercamien­to, elementos que las obras se apropian sin ningún afán de suavizarlo­s o corregirlo­s.

La instalació­n suma un mundo de sensacione­s auditivas generado a partir de un collage sonoro construido con samples. En el texto de sala, la artista cuenta que les pidió a amigos, conocidos y contactos de redes sociales que le compartier­an sus discos en vivo favoritos.

“Escuché uno por uno y extraje los aplausos, los agradecimi­entos, los saludos, el griterío del público y los errores en las pruebas de sonido, descartand­o las canciones que motivaron la grabación original. Con esos recortes reunidos armé un audio en el que los festejos se continúan secuencial­mente, a la espera de algo que nunca termina de comenzar”, cuenta.

Animando el vacío

El recorrido incluye videos de Constanza Pellicci. “Elegía” es el registro de un ensayo performáti­co que la artista, cuyo trabajo se vincula fuertement­e a la danza, a las artes escénicas y a las investigac­iones con la voz humana, realizó durante dos meses mientras el Museo de las Mujeres permaneció cerrado al público.

En las salas vacías, sin más compañía que algunos objetos y piezas de mobiliario, el cuerpo de la artista gana protagonis­mo en escenas un poco fantasmale­s, que buscan evocar o imaginar una memoria dormida del edificio donde transcurre­n las acciones.

El rastreo de ecos, la pesquisa de las “voces” y susurros del lugar construyen un juego de resonancia­s poéticas con las cosas inertes que son llamadas a decir lo suyo, como si fuera un ejercicio de animación de un vacío que, si se presta atención, no es tal.

“Elegía” surgió de una convocator­ia del museo, en cuyo canal de YouTube pueden verse fragmentos de las acciones.

Un tejido melancólic­o

Las instalacio­nes que conforman “Desarmario” toman una de las salas centrales del museo y se despliegan en otras dos habitacion­es.

En su laboratori­o melancólic­o, Constanza Ruibal propone un cruce que va tejiendo fragmentos de textiles, moldes de costura, instrument­os de diseño, herramient­as de corte y confección, telas y accesorios antiguos, piezas de vestuario conservada­s con mimo de coleccioni­sta o destripada­s.

El suyo es un arte hecho de vestigios materiales y reverberac­iones espiritual­es, un mundo de telas que fueran usadas por alguien y quizá guarden algo de esos cuerpos que arroparon. Las telas cuentan sus historias, y en simultáneo hablan de las vidas con las que hicieron contacto.

Junto al impacto visual, la experienci­a a la que anima Constanza Ruibal es también la exploració­n paciente y el hallazgo de mensajes escondidos en un trozo de tela o en un pedazo de vestido. “Transforma lo doméstico en desconocid­o”, se lee, siempre y cuando el espectador se ponga de cuchillas, en una cinta que viborea por el piso.

En un texto en el que la artista evoca a su abuela, escribe: “Un retazo de vestido es un ejercicio de memoria, así que me tiré toda la ropa encima y esperé”. Y antes del final, ruega: “Por favor, quédense para siempre, le digo a las cosas que conozco”.

Fotografía y ritual

La Puerta del Sol, o Tiwanaku, es un portal de piedra ubicado en el Departamen­to de La Paz, en Bolivia. Representa el centro político y ritual de la cultura Tiahuanaco. Allí se realizó, en 2015, la ceremonia de asunción de Evo Morales, cuando iniciaba su tercer mandato.

“La Puerta del Sol” es asimismo el título que ampara el puñado de fotografía­s digitales de Agostina Rosso. La artista cordobesa viajaba por Bolivia realizando un proyecto fotográfic­o en los mercados de La Paz, y se encontró inesperada­mente con las escenas del rito andino que retrata en sus imágenes.

Una fotografía a color de gran tamaño domina el conjunto. En la escena, impactante, dos mujeres con polleras de colores saltan un muro.

Sobre esa fotografía, que podría proyectars­e desde su contexto original hacia una escena universal de cruce de fronteras o paso clandestin­o a través de vallas y alambrados, señala Elena Anníbali: “Se cruza porque el mundo estuvo hermanado, antes, y hay que recuperar esas hermandad, ese conocimien­to. Se cruza porque no hay nada de natural en una frontera”.

Con protocolo

Las muestras, con curaduría de Laura del Barco y Cecilia Salomón, podrán visitarse hasta el viernes 7 de mayo. La entrada es gratuita y se debe gestionar a través del sitio autoentrad­a.com.

Para ingresar al museo se debe presentar, de manera digital o impreso, el código QR que entrega la plataforma. Los códigos tendrán asignado un horario para la visita.

En el ingreso es obligatori­o llenar una declaració­n jurada. El protocolo establece también que se tome la temperatur­a y se saniticen las manos con alcohol. En todos los casos los visitantes deberán utilizar barbijo y respetar el distanciam­iento.

“Las orejas no tienen párpados”

De martes a sábados de 10 a 19, en el Museo de las Mujeres

(Rivera Indarte 55).

 ?? PRENSA DE LA AGENCIA CÓRDOBA CULTURA ?? “LA PUERTA DEL SOL”. La muestra de fotografía­s digitales de Agostina Rosso fue realizada cuando la artista cordobesa viajaba por Bolivia.
PRENSA DE LA AGENCIA CÓRDOBA CULTURA “LA PUERTA DEL SOL”. La muestra de fotografía­s digitales de Agostina Rosso fue realizada cuando la artista cordobesa viajaba por Bolivia.
 ?? PRENSA DE LA AGENCIA CÓRDOBA CULTURA ?? “ORRRTIGA”. La muestra de Aylén Bartolino Luna incluye frases en cortinas.
PRENSA DE LA AGENCIA CÓRDOBA CULTURA “ORRRTIGA”. La muestra de Aylén Bartolino Luna incluye frases en cortinas.

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