VOS

Un deseo ilegal

“Dreamland” desarrolla una iniciación masculina entre romance y crimen.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Una iniciación criminal y amorosa surca las tierras planas de Dreamland, drama de época de Miles Joris-Peyrafitte( As you are) que tiene a Margot Robbie como figura estelar y productora.

El protagonis­ta es en verdad el joven Eugene Evans (Finn Cole, de Peaky

Blinders), que vive un rito de pasaje a la adultez desde la injerencia de dos mujeres: la bandida fugitiva Allison Wells (Robbie) y su hermanastr­a Phoebe Evans (Darby Camp), narradora de la historia (voz de Lola Kirke) 20 años después de los sucesos.

Viva México

Mientras anhela reencontra­r a su padre John –supuestame­nte radicado en México–, Eugene crece en el árido pueblo de Bismark en la década de 1930 con su padrastro George (Travis Fimmel), su madre Olivia (Kerry Condon) y su pequeña hermana. Allí donde la única noticia son las tormentas gigantes de polvo que asuelan periódicam­ente las cosechas, el rumor de una infiltrada entre los lugareños se hace oír rápidament­e. Wells roba un banco cercano provocando una balacera en que una niña cae como víctima inocente y luego huye hacia esos parajes: no puede andar lejos.

Eugene, que primero se hace la ilusión junto a su amigo Joe Garza (Stephen Dinh) de capturar a la villana para así cobrar la cuantiosa recompensa, se convierte en guardián de Wells cuando la encuentra escondida en el granero de su casa y empatiza con ella.

La inversión es clara: con su pelo corto, camisa ensangrent­ada y estela ilegal Wells adopta el rol masculino de la dupla, mientras que el sensible Eugene se ve impelido a tomar las riendas de su existencia pasiva y rebelarse contra el padrastro. El deseo amoral –por una mujer involucrad­a en la muerte de una nena que podría ser su hermana– es el núcleo decisivo del conflicto.

La manipulaci­ón de Wells sin embargo prueba ser piadosa, como lo es todo –hasta el erotismo– en una película nítida como su fotografía: la proliferac­ión de escenas en la oscuridad parece no tener otro fin que armonizar con las luminosas, así como los planos apaisados dejan colarse insertos poéticos cuadrados de olas, sol, cielo y nubes.

Demasiado pulcra para su sangre y arena, Dreamland se apoya en el pasajero encanto de los relatos que se cuentan solos y acusa parodia en sus violines en staccato y golpes visuales.

Como su nombre lo sugiere, no hay “México” en Dreamland: su anécdota ya transcurre en el horizonte ideal de lo añorado.

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AMAZON PRIME VIDEO MARGOT ROBBIE. La actriz es la protagonis­ta de “Dreamland”.

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