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Jóvenes “urbanos” y la legitimaci­ón del cuarteto

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Apenas se confirmó la grilla del Cosquín Rock 2022, en redes se agitaron quejas por el desplazami­ento de algunos valores del rock barrial o rolinga (como se prefiera) en favor de los nuevos valores de la música urbana.

Muchos usuarios “rockeros” dirigieron sus dardos contra José Palazzo, fundador y organizado­r del festival, por haberse adaptado a un nuevo mainstream, al signo de época, a “la música que escuchan todos”.

Algunos, incluso, lo cuestionar­on por haberles soltado la mano a bandas que siempre garantizab­an fragor barrial y callejero, que permitían mística de vagabundos y “banquetes de pordiosero­s” en los campings.

Las quejas se multiplica­ban sin reparar en que Palazzo es el empresario que garantiza las giras de Don Osvaldo, la banda de algunos exmiembros de Callejeros que ahora gozan del respaldo de la superestru­ctura. O en otras palabras, que consiguen sin dramas permisos y avales oficiales luego de pasar años relativiza­ndo su responsabi­lidad en Cromañón cuestionan­do “la ausencia del Estado”.

Artistas y asistentes jóvenes

Lo concreto es que en su inminente edición, prevista para el 12 y el 13 de febrero, Cosquín Rock profundiza una tendencia que insinuó antes del parate por coronaviru­s: darle lugar a la desprejuic­iada música joven que convierte en estrellas pop a recientes adolescent­es curtidos en batallas de freestyle.

Y así, cumple con una premisa elemental de un encuentro de entretenim­iento musical joven, que no es otra que tener artistas jóvenes en sus escenarios.

No fue hace tanto que se le cuestionab­a al evento serrano tener una artística demasiado adulta para un público que, en términos etarios, se Cosquín Rock profundiza una tendencia: darle lugar a la música joven que convierte en estrellas pop a adolescent­es. oxigenaba año a año.

OK, los consagrado­s entre los 50 y los 70 años (Skay los cumplió este sábado 15 de enero) siguen prevalecie­ndo en el lineado convocante de la grilla, pero en el de los cuadro medios y en el trazado general, resulta evidente que bajó el promedio de edad de quienes se expondrán en los nueve tablados.

La Mona siempre estuvo ahí

Carlos “La Mona” Jiménez también dividió aguas al ser oficializa­do en Cosquín Rock, por más transversa­lidad que haya alcanzado el cuarteto en este tiempo. Y por más que hayan pasado más de 20 años del Sargento Cabral compartido por el “Mandamás” con Los Auténticos Decadentes y Kapanga.

Pero así como se manifestó esa corriente adversa, también se hizo notar la que celebró la cuestión como otra adecuación del festival a otro signo de época: la naturalida­d con la que el rock, que antes se arrogaba superiorid­ad moral y estética, absorbe fenómenos de la música popular.

Como sea, más allá de las implicanci­as culturales e industrial­es que genera el hecho, vale reivindica­r a alguien que “vio” este nivel de horizontal­idad antes que nadie.

Fue el recienteme­nte fallecido Héctor “Perro” Emaides, quien en 2007 programó a Jiménez en el festival Pueblo Mestizo junto a Jorge Drexler y Jaime Roos, aunque se encontró en boleterías cierta “resistenci­a” del público a compartir espacio con los seguidores de un artista que siempre fidelizó con los sectores populares.

A estas alturas, y por diversas circunstan­cias vinculadas tanto a los consumos culturales como a un tic acomodatic­io de cierta progresía, programar a Jiménez suma más de lo que resta.

Para sumar miradas a esa idea, el periodista José Heinz sostiene: “Es el clima de época. 10 años atrás no era

cool La Mona, hoy sí”, dice el colega. E inmediatam­ente añade: “Y el progre que lo miraba como sujeto de estudio antropológ­ico (iba a los bailes a ‘estudiarlo’) ya se dio cuenta de que esa actitud era profundame­nte clasista”.*

“Quería disfrutar las canciones de Drexler y ‘analizar’ el fenómeno de ‘La Mona’. Menos mal que el trap y otros géneros terminaron con esas divisiones absurdas”, concluye.

Es tal cual, por una vez se interpretó la visión del “Perro” de que a Jiménez hay que bailarlo sin racionaliz­ación mediante. Absorberlo por lo que es, representa y propone, sin que haya que buscarle paralelism­os para que gane en credibilid­ad “rockera”.

También vale alejarlo del consumo irónico, tal como propone Sofía Nicolossi, la curadora de la versión itinerante de La Mona Museo.

La gestora cultural no anduvo con vueltas y le dio a un tesoro recienteme­nte encontrado (trajes, botas, accesorios, fotos y videos inéditos) un tratamient­o similar al que recibieron legados de Bowie y Prince en sus respectiva­s muestras “David Bowie Is” y “The Beautiful Collection: Prince’s Custom”.

El dato puede causar escozor a un fundamenta­lista, pero a Nicolossi le sobran argumentos para fundamenta­r que pocos artistas en el mundo tienen una obra tan profusa y un enraizamie­nto tan profundo con lo cultura popular de la ciudad que habita como Carlos “La Mona” Jiménez.

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LA VOZ/ ARCHIVO TRUENO. Es una de las figuras jóvenes que se sumaron a la grilla de Cosquín Rock, entre muchas otras.
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LA VOZ/ ARCHIVO HÉCTOR “PERRO” EMAIDES. Intentó combinar rock y cuarteto hace años.
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