Tan potente como incómoda
El universo carcelario es una eterna fuente de inspiración para guionistas y escritores. Y en realizaciones audiovisuales, los resultados son tan dispares como la cantidad de películas y series que hay sobre la temática.
Desde la emocionante Sueños de libertad, a la deportiva Escape
a la victoria, pasando por la más reciente Prison Break, como espectadores hemos sido entrenados en padecer las penurias de almas encerradas.
Eso sí, la mayoría de las veces viendo “desde afuera”, en otro idioma y otra idiosincrasia.
Por eso en 2016, El marginal pateó el tablero contando una historia “tumbera”, en clave mucho más realista (lo cual no significa documental) y netamente argentina. Evidentemente la ficción supo enganchar primero al público local y luego se expandió a nivel mundial (tiene incluso su versión estadounidense).
Con un notable nivel de realización, bien actuada y sumamente intensa, la serie tiene además un par de personajes que ya se ganaron con justicia un lugar entre lo mejor del televisión argentina (con Diosito de Nicolás Furtado y Borges de Claudio Rissi a la cabeza).
Es cierto que esta nueva entrega es quizás más sombría, explícita y violenta que nunca, pero es algo que a esta altura no debería asustar a quien ya siguió el programa durante tres temporadas. Además, está aclarado por los autores que es una historia de ficción.
El problema es más nuestro como espectadores (¿morbosos?) que nos confundimos y la vemos como si fuera un reflejo exacto de lo que ocurre en cualquier recinto carcelario argentino. Vaya a saber cuál será la realidad en esos espacios.
Lo que sí sabemos es que lamentablemente la violencia que impera actualmente en las calles –basta ver un rato de cualquier noticiero al azar– no dista tanto de esa brutalidad que se le cuestiona.
Miradas opuestas de “El marginal 4”