“Yo me transformo”, más que un estribillo

A semanas de editar su tercer álbum, el sucesor del multielogiado El mal querer (2018), Rosalía volvió al centro de la esfera mediática del pop global luego de presentar SAOKO, el segundo single del esperado Motomami.

Sin embargo, no deja de ser notable cómo buena parte de la atención recibida por parte de la artista catalana tiene que ver con haters y detractores (incluso fans de la primera hora) que señalan la distancia que hay entre los últimos lanzamientos de la cantante y sus dos primeros álbumes.

Es cierto que la Rosalía de 2022 poco tiene que ver con aquella artista que alumbró una obra maestra a partir de una tesis universitaria dedicada a trabajar el flamenco con una perspectiva moderna.

No es nada raro que así sea. Su música ha evolucionado junto a su crecimiento como referente global y hoy es capaz de colaborar con Bad Bunny o Travis Scott, pero también de poner el ojo en talento divergente como Tokischa o James Blake.

Eso no significa que la responsable de Con altura (con J Balvin) o LA FAMA (una gloriosa bachata con The Weeknd) haya optado por bajar la calidad de su obra. Y en eso, el reciente SAOKO es contundente.

Desde el primer instante la propuesta es atrapante y da cuenta de ese mismo espíritu de mixtura y experimentación que define al universo de la española: reguetón con aires de free jazz y electrónica, coronado por un riff que podría ser un himno metalero.

Ni hablar del videoclip, que confirma la trascendencia que tiene la imagen para una artista que marca tendencia en prácticamente cada aparición pública que hace. Ella siempre va por más.

Esa es, de alguna manera, la receta detrás de su consolidación como ícono pop de este tiempo incierto y apocalíptico.

“Yo me transformo”, repite Rosalía en el estribillo de su más reciente hit, que anticipa un tercer álbum desconcertante si se tiene en cuenta de qué van los dos primeros adelantos.

Ahí, precisamente, radica parte de la magia: que nadie sepa qué esperar de ella.