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Graciela Mengarelli “Hacer teatro es una respuesta a la desolación”

La actriz, directora y docente estrena “La guadaña. Café somático”, obra que reúne parte de sus investigac­iones en torno al cuerpo.

- Beatriz Molinari bmolinari@lavozdelin­terior.com.ar

Graciela Mengarelli es una de las referentes del teatro nacido y criado en Córdoba. La actriz y directora que puso en marcha La Cochera junto con Paco Giménez estrena en Quinto Deva. El acontecimi­ento es una caja de resonancia en la que aparecen varias líneas de investigac­ión escénica, búsquedas personales y el encuentro como un eje situado en el café donde los personajes ponen el cuerpo.

A la pregunta sobre qué es La guadaña, Graciela contesta con el recorrido que la llevó por distintos textos, personas y geografías.

“El proceso empezó antes de la pandemia con Victoria Vaccalluzz­o y Santiago Sanpaulo, que han sido alumnos míos”, dice.

Los vínculos afectivos trazan un camino que inició bajo el concepto de los griegos “soma sema” (el cuerpo es tumba).

“Me interesó la frase no tanto desde el punto de vista trágico, sino como nuestra última carnadura. Nacemos y en él morimos. Volví a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, porque él habla de un mundo que va a ser infeliz, por el control del estado a través de una droga. Tomo esta anticipaci­ón a lo que empe-* zó a suceder”.

La directora señala que el tema, como siempre en la vida y por lo que se puede llamar inspiració­n, generó un encuentro con personas, lugares y cosas.

Un viaje a Cuba en 2018 la marcó con respecto al café como espacio social y la llevó a recordar el ritual en su familia.

“Paré en la casa de quien fundó Café Cubita, en La Habana, Bernaza Iglesias, quien escribió El café. Historia y mística. Ahí aparecen los datos históricos, la referencia a las cabras de Turquía que se enloquecía­n cuando comían los granos de café. En mi casa es un ritual desde siempre. Recuerdo que venían a la noche los vecinos a tomar el café que hacía mi papá”, dice.

Mengarelli pone en marcha un procedimie­nto de trabajo que asemeja el fluir de muchos ríos, como afluentes que desembocan en el hecho escénico.

“Fuimos armando el bar, el lugar de encuentro. Es recuperar el lugar de debate, del complot de intercambi­o de ideas donde los artistas, las personas, van con un cuadernito a escribir. Y la Muerte, ya no como amenaza, sino como visita permanente, porque todos hemos perdido personas muy queridas, cercanas o no tanto, durante la pandemia”.

Para la directora, hay que ver cómo hacer para gambetear la amenaza de la muerte y, a la vez, meditar sobre ella. “En la obra enfrentamo­s el ayer y el hoy, la juventud y la vejez, el tema del que no se quiere ir porque es muy temprano para que la muerte se lo lleve”.

Además, “La guadaña” fue el nombre de un mítico bar que Graciela frecuentó en su juventud.

“Yo era muy jovencita cuando empecé a hacer teatro en la Alianza Francesa y frecuentab­a este bar al que iba gente mayor que yo. Quedaba al fondo de una calle o pasillo sin salida donde ocurrían cosas maravillos­as entre escritores, pintores, gente de teatro, la gente un poco desahuciad­a. Reviví ese recuerdo y empecé a trabajar con objetos, como botellas grandes, balanzas antiguas de mi abuelo, las mesitas del bar, textos de poetas cordobeses como Vicente Luy, Mariela Laudecina, Alejandro Jorodowsky (Teatro pánico, de Chile), textos de Huxley y propios”.

Como el bar o el café es un pequeño lugar de memoria, Graciela hace un homenaje al grupo La Chispa, del que formó parte en la década de 1970, a través de fotografía­s que le proveyó Lucía Seguí.

Personajes

En cuanto a los personajes, Victoria Vaccalluzz­o es la moza y canta. Santiago Sanpaulo, el poeta maldito que llega con un portafolio lleno de papeles, y Mengarelli, varios enigmas en uno. “Además de una mujer que quiere descubrir el sentido de la vida, que tiene sed, como decía Abelardo Castillo, soy la Muerte porque me los quiero llevar a Santiago y a Vicky. Ellos se resisten”, adelanta.

En tanto, Fabricio Cipolla es un invitado del bar y su participac­ión implica el homenaje a Oscar Rojo, el actor fallecido en 2012, quien compartió escena con Graciela en Lomodrama.

“Fabricio aparece con el vestidito rosado que Oscar usaba en Los ratones de Alicia. Es un momento en el que viene un muerto y establezco un diálogo con él. El muerto me cuenta que siempre anda por ahí, porque su teatro (Quinto Deva) está al frente”.

–Más que una obra, “La guadaña” es la expresión de tu poética.

–Sí, hablo de un pronóstico del cuerpo. Sin decirlo, muestro rutinas de trabajo corporal y a la vez mezclo noticias del mundo. Imaginate ahora. La relación del macrocosmo­s con el microcosmo­s es igual a cero. Pronóstico del cuerpo, inestable, con lágrimas brutales por la tarde. Se trata de no perder el encuentro y hacer teatro como una respuesta a la desolación. Crear algo que nos salve, que nos ayude a subsistir lo más cerca del mundo feliz que ya perdimos.

Graciela Mengarelli sigue activa con respecto a la investigac­ión sobre el cuerpo y anuncia El club del cuerpo, un espacio itinerante que recorrerá las salas y los espacios donde haya interés por sus métodos y búsquedas.

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PRENSA “LA GUADAÑA”
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