Cine. El monte en llamas
Martín Heredia Troncoso dirige “Bajo la corteza”, un filme sobre incendios y desmonte.
Martín Heredia Troncoso es de Villa Dolores y está radicado en Buenos Aires. Esta semana, estrena en Córdoba su opera prima, Bajo la corteza, película que propone el drama de los incendios forestales y la destrucción del bosque nativo desde la perspectiva de un hachero desocupado.
“Soy de Traslasierra, viví en Villa Dolores hasta que me fui a estudiar cine a Córdoba. Es un lugar que me gusta mucho”, dice Martín al comienzo de la charla.
–¿Has sido testigo de los cambios de los últimos años con respecto al bosque nativo?
–Vuelvo seguido y veo que el paisaje va cambiando. Se nota. En Traslasierra hay emprendimientos turísticos pero el cambio no es tan drástico. Sí, hay más gente. El desmonte no es tan grave. –¿Cómo eligieron las locaciones? –Con el coguionista (Federico Alvarado) y la productora (Ana Eva Mocayar) fuimos varias veces a Villa Las Rosas, donde viven mis padres, e hicimos entrevistas a bomberos y ambientalistas. Empezamos a caminar pensando en el guion, teniendo como referencia locaciones reales. Los paisajes son lugares que yo conocí a lo largo de mi vida y que quería filmar. A las locaciones de interiores las conseguimos y justamente el planteo de dirección de arte (a cargo de Ana Fernández Comes) era que tenían que ser parecidas a las que necesitábamos, es decir, lo menos intervenidas. Queríamos hacer sentir que esos lugares podían ser reales.
Martín y equipo comenzaron a pensar en la película en 2014. Años después se presentaron en el Concurso de Desarrollo de Proyectos de Largometraje de Ficción y Documental Raymundo Gleyzer, en 2017. Después ganaron el premio del Polo Audiovisual y en 2019 filmaron.
Filmar el fuego
César Altamirano (Ricardo Rodríguez), un humilde trabajador rural, vive en una situación económica muy precaria. En busca de un trabajo que le permita subsistir, conoce a Héctor Zamorano (Pablo Limarzi), un empresario inmobiliario con quien comienza una relación laboral prometedora. Zamorano lo pone a prueba, y el hombre, sin medir las consecuencias, descubre de qué es capaz para cambiar su realidad.
La película comienza con una escena en la que el fuego sobre la montaña es sobrecogedor. Luego hay registros del fuego en sentido positivo, el del hogar, la lumbre que el guion transforma en otra cosa, en manos de César.
Para el director era crucial filmar el fuego, que, como señala, lamentablemente conocemos muy bien por estas latitudes: “Muchas personas no conocen eso. Era importante mostrarlo. En la segunda semana de rodaje, estábamos en Villa Las Rosas y en Nono hubo un incendio muy grande. Se nos ocurría filmarlo pero no estábamos capacitados como brigadistas y entorpeceríamos el trabajo de los bomberos. Pero esa sensación de que el equipo técnico estuvo cerca del incendio nos hizo caer la ficha de que se podía incluir material de archivo. Buscamos y apareció una filmación que hizo el padre de un amigo en Ongamira con un dron. Suma para dar cuenta de la magnitud. Otras escenas se hicieron con efectos”.
–¿Cómo construiste el personaje de César Altamirano?
–Charlamos con gente de la zona, hicimos entrevistas informales en sus casas. Nos contaron anécdotas que nos sirvieron para el guion. Es un personaje