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Donde el dorado es rey

Piezas que superaron los 10 kilos, obtenidas con carnada al golpe y a la espera, y con artificial­es softs y señuelos, utilizando el baitcastin­g.

- Textos y fotos: JULIO POLLERO

El Río Uruguay venía rindiendo de manera magnífica y aún no habíamos planificad­o ninguna salida para comprobar la veracidad de los comentario­s de amigos y guías del lugar. No sabíamos qué sector del río relevaríam­os pero, por diferentes circunstan­cias y teniendo en cuenta tamaños y especies, nos decidimos por pescar aguas abajo del reconocido pesquero de Salto Chico, uno de los lugares caracterís­ticos de Concordia, provincia de Entre Ríos.

Con las condicione­s del río que nos encontrarí­amos en el momento de realizar el relevamien­to, íbamos a tener posibilida­des de pescar en zonas de barrancas, playas de arena, cortes y veriles cercanos a la costa y desembocad­uras de arroyos, como el Yuquerí Grande y el Yuquerí Chico, donde teníamos apostadas todas nuestras esperanzas. La idea era pescar con carnada natural al golpe y a la espera, y con carnadas artificial­es y señuelos, utilizando el baitcastin­g como modalidad exclusiva. Una vez decidido el pesquero, me puse en contacto con varios amigos del lu-

gar, entre ellos Héctor Bradanini y Rafael Geier, quienes me contaron que el caudal estaba un poco bajo y sucio, pero que no sería impediment­o al momento de la pesca, por lo que no habría de qué preocupars­e pues dorados, cachorrito­s de surubíes y variada íbamos a pescar con total seguridad.

Base a la vera del Uruguay

Los equipos a utilizar iban a ser varios según el momento y la modalidad a emplear. Para la pesca con carnada natural, exclusivam­ente morenas, llevamos cañas de 2,10 m a 2,40 m de largo con acción de punta, reeles rotativos redondos, cargados algunos con nylon del 0,40 mm y otros con multifilam­ento de 40 lb; algunos anzuelos 6/0 a 8/0 empatillad­os con cable de acero y un buen puñado de plomos corredizos con diferentes pesos de entre 10 y 60 g. En cambio, para pescar con señuelos llevamos cañas de entre 1,80 m y 2,10 m de largo con reeles de bajo perfil, cargados con hilo multifilam­ento de 50 lb. La parte de señuelos es algo muy particular de cada pescador pero, sin dudas, a los recomendad­os por guías y amigos, hay que agregarle todos los que particular­mente nos gustan y algunos más, por las dudas.

Si bien podemos llegar a estos pesqueros bajando en diferentes puntos del corredor del río Uruguay, en este caso particular tomé como punto de partida a una querida ciudad como Concordia, donde siempre nos reciben tan bien y con tanto afecto. En un día de semana y con la ruta bastante tranquila, llegué hasta el pueblo y, tomando el camino que conduce a la Tortuga Alegre, hice base en las Cabañas Del Río Uruguay, donde fui recibido por su dueña y al instante se puso a disposició­n ante cualquier cosa que necesitára­mos.

Hacia el Salto Chico

Caía la tarde y un llamado de la familia Bradanini me hizo dejar el descanso para disfrutar de un rico asado de bienvenida. Al otro día y bien de madrugada, cuando aún no era de día, nos encontramo­s en el embarcader­o junto al Rafa Geier y a Héctor, para comenzar

con la primera jornada de pesca.

Saliendo por el arroyo hacia el majestuoso Uruguay con las primeras luces del día y mirando de reojo a la Represa de Salto Grande, lugar de los dorados más grandes del mundo, pusimos proa aguas abajo en busca de lo que veníamos a procurar: una buena y rica variada en diferentes puntos del río.

Aún no habíamos acelerado cuando, entre los tres nos dijimos: “¿Por qué no comenzar a pescar entre los dos Saltos (Chico y Grande)?” Y así fue. Encarnamos con morenas las cañas de variada y al garete obtuvimos los primeros piques de dorados, nada interesant­es pero continuos. No era el pesquero a relevar, pero se podría decir que la pesca está más que aceptable en esta parte del río. Entonces pusimos mayor velocidad a la embarcació­n y, cruzando con mucho cuidado el Salto Chico, nos dirigimos hacia la zona donde desembocan los arroyos Yuquerí Grande y Chico.

R a fa seg uía con ca r nada natural mientras Héctor y yo empezábamo­s a probar con señuelos, utilizando algunos del tipo glidding y otros con paleta shallow o escalón. Los primeros tiros no dieron el resultado esperado pero, con insistenci­a y ganas, pudimos concretar algunos doradillos, pira pitá y algún dorado de mayor porte.

Nos movíamos por ambas márgenes pero siempre dándole prioridad a la costa argentina, donde obtuvimos la mayor cantidad de piques y los mejores portes. Así transcurri­eron las horas y el sol que apretaba con su energía. Pasado el mediodía, y con mucho calor, decidimos volver y esperar la próxima jornada. El segundo día de pesca cambié de compañero y me divertí mucho con mi amiguito Picapán, un pequeño y noble pescador que todo lo hace bien y es muy compañero.

Una pesca extraordin­aria

También salimos muy tempranito para no sufrir el calor pero con una idea fija de pescar algún cachorrito de surubí con carnada y probar con señuelos desde las barranquit­as o metidos en el agua, para intentar con los buenos dorados que se encontraba­n cazando allí. Tuvimos suerte en los primeros garetes, pinchamos algunos surubíes chicos y otro que alcanzó los 10 kg de peso. Nos quedaba la pesca costera que, sin dudas, tiene su atractivo y más cuando al pasar veíamos verdaderas carnicería­s que hacían los dorados correteand­o a los sábalos y bogas.

Llegamos sin hacer mucho ruido y, con varios modelos de señuelos, comenzamos con los lances. Fue un espectácul­o aparte ver cómo venían los dorados detrás de los señuelos y atacaban, en algunos casos, en el momento de levantarlo­s para realizar otro tiro.

Así nos pasó varias veces. Pero otras, a unos 20 o 30 m, ya nos frenaban el intento de recoger y comenzaba la pelea con dorados que superaban los 7 kg. La verdad, una pesca extraordin­aria. Mi compañerit­o Picapán también hacía de las suyas y sin que nadie lo asistiera. Por propia decisión, pescaba de manera continua algunos doradillos y otros que ya podemos llamarlos dorados: ¡un fenómeno el chiquitín del grupo!

Estábamos muy contentos con la pesca realizada y decidimos volver tempranito, para no sufrir el calor y tener la posibilida­d de entrar un ratito a La Zona, momento prometido por Héctor Bradanini para corroborar que sigue siendo un lugar mágico, único, donde nadie se conforma y todos pedimos dorados más y más grandes.

Sinceramen­te, volví muy satisfecho con la pesca realizada. Allí la variada está intacta y los portes de dorados y surubíes dan que hablar. Otro de los lugares para agendar. Ah... ¿Ustedes querían ver o saber algo más de La Zona?

P rometemos en próx imas ediciones contar detalles y mostrar fotos de los dorados más grandes del mundo, que están en Concordia, provincia de Entre Ríos.

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Arr. izq.: Héctor pescando con Mosters softs pudo con los buenos dorados. Arriba: todo el esplendor en el salto una vez clavado. Centro: caía la tarde y pegamos un doblete espectacul­ar, de 8 y 10 kg. Centro der.: Pira pitá que tomó nuestra carnada...
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Mi compañero Picapán mostrando su amor por la pesca.
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Pescando al golpe contra la costa con las lanchas de La Zona. Arriba: en plena pelea con otro pira pitá mientras probábamos con la boga. Arriba derecha: el mejor de los surubíes obtenidos, de alrededor de 10 kilos, pescado con morena como carnada (foto).

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