Weekend

Remando en el paraíso.

Avistaje de aves y paisajes de otro mundo, combinados con ejercicio, en esta expedición acuática de una jornada.

- Por Natalia Bergagna.

Avistaje de hermosos paisajes y aves, que parecen sacados de otro mundo. Una jornada espectacul­ar de expedición acuática combinada con ejercicios.

El pronóstico anunciaba buen tiempo. Sol por la mañana, con un viento de 10 km/h y una temperatur­a que no superaría los 30 ºC. Un día ideal para una salida en kayaks de travesía, así que no había dudas de que sería una jornada inolvidabl­e para los que iban en busca de un día relajado, destinado a descubrir desde el kayak vistas impensadas y mucho más cercanas de lo que uno puede imaginarse: desde aves típicas a cerros tapizados de verde que caen a pique sobre el lago.

Cuando se navega en las cercanías de Bariloche, prima la sensación de estar en medio de la nada y tan cerca de la flora y fauna que los grupos de amigos se animan a remar en busca de aventuras, para conectarse con el entorno y con sus habilidade­s, ya que todos terminan aprendiend­o a remar, con una técnica para cansarse menos y llegar a lugares inhóspitos y siempre especiales.

Rumbo al brazo Tristeza

A ndy, el g uía, es el enca rgado de hacer tan memorable la exursión al Brazo Tristeza, que comienza con un recorrido que bordea al imponente lago Nahuel Huapi, hasta llegar a la entrada del Circuito Chico, pasando por el deslumbran­te Punto Panorámico, desde donde se aprecia el legendario hotel Llao Llao y Puerto Pañuelo, hasta ingresar en el Parque Municipal Llao Llao, donde comienza la verdadera aventura.

En la costa de Bahía López, y custodiado­s por el cerro homónimo, bajamos los kayaks y cargarmos las provisione­s a bordo, mientras guardamos las pertenenci­as en bolsas secas. Bajo la supervisió­n del guía, que controla que los salvavidas estén bien regulados, y sin camperas de kayak, medias de neoprene ni manoplas porque el clima estaba perfecto, un cielo despejado y una leve brisa indicaban que el pronóstico había sido

exacto. Lo mejor estaba por venir.

Luego de la lección teórica, con la técnica básica de remada y las normas de seguridad, nos acomodamos en el kayak doble, de unos seis metros de eslora y un sistema de timón que hace mucho más amigable su dominio.

Realizados todos los controles en el equipamien­to, zarpamos rumbo al Brazo Tristeza, uno de los sectores más inexplorad­os del parque, situado al sudoeste del lago, rodeado por abruptas montañas y empinadas cascadas.

Desde allí, y a lo lejos, observamos la isla Centinela, donde ya- cen los restos del pionero Perito Francisco P. Moreno, a quien le debemos la preservaci­ón de esta zona. También apreciamos los impactante­s cerros Capilla y López, además de otras montañas de la precordill­era andina.

Desfilaban ante nuestros ojos hileras de viejos coihues que sombreaba n la costa y, más allá, se adivinaban bosques de cipreses, elegantes guardianes de la montaña. Remamos en esta primera etapa unas dos horas, durante las cuales consumimos algunos snacks energético­s.

Dimos la vuelta rumbo al arro-

yo Angostura, que une al lago con el Moreno Oeste, para ver otra cara del majestuoso cerro López, además del cerro Bella Vista y el cerrito Llao Llao. A partir de allí, rodeamos la Isla de los Conejos hasta encontrar una playa que se prestase para hacer un alto y recuperar energías.

Desembarca­mos y aprovecham­os para caminar un poco por la costa mientras el guía informaba sobre la naturaleza del lugar. Una bandada de bandurrias nos sobrevolab­a desde hacía un rato, con sus típicos graznidos y sus picos largos como agujas. En la zona vimos nidos de hualas o macáes, esos patos que anidan sobre los juncos de la costa del lago.

Luego del descanso y de un suculento picnic mientras disfrutába­mos de esa increíble sensación de paz que sólo se experiment­a en medio de la naturaleza, retomamos la travesía remando hacia el Llao Llao, que costeamos a lo largo, custodiado­s esta vez por la sombra de hileras de arrayanes.

La aventura iba llegando a su fin. Con el imponente cerro Tronador de fondo, regresamos al punto de partida. Era inevitable hablar de la experienci­a compartida: los paisajes formidable­s, las aves que cantaron sólo para nosotros y las distintas fragancias de una flora tan variada como armoniosa. Cuesta dejar tanta belleza atrás. La mejor manera de vivir la Patagonia con todos los sentidos.

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 ??  ?? Casi una postal, con la cascada que cae sobre el Brazo Tristeza de fondo. Abajo: preparando todo el equipo para partir camino a rodear la Isla de los Conejos.
Casi una postal, con la cascada que cae sobre el Brazo Tristeza de fondo. Abajo: preparando todo el equipo para partir camino a rodear la Isla de los Conejos.
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Al dejar el Nahuel Huapi el agua se mantiene cristalina. Derecha: increíble salida rumbo al arroyo Angostura.
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