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Cómo evitar el

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Desde siempre, los movimiento­s generados por el agua sobre una embarcació­n han sido la gran preocupaci­ón de los diseñadore­s. Carenas más afiladas imprimen mejor velocidad en aguas agitadas pero, en otras condicione­s de mar y en especial fondeados o sin potencia propulsiva, un exagerado rolido (movimiento transversa­l del buque, de banda a banda) se torna sencillame­nte insoportab­le para la vida a bordo. Carenas más llenas y con menos V –primera solución simple al problema– disminuyen impercepti­blemente el rolido pero hacen que, en navegación, el casco se torne duro y golpeador. Desde siempre, el ingenio de los profesiona­les trató de buscar un sistema capaz de contrarres­tar el movimiento del agua por debajo del barco, sea en navegación o fondeo, en barcos deportivos, comerciale­s o militares.

La primera tecnología en estabiliza­dores fue desarrolla­da entre los siglos XIX y XX para lograr un balance eficaz en los buques en alta mar. Allí nacieron las aletas anti rolido que, de alguna forma, mejoraron las performanc­es. Después de la Primera Guerra Mundial, los navíos militares necesitaba­n mantenerse estables para el disparo de sus cañones. Muchos desarrollo­s se generaron a partir de este tema; no obstante, la necesidad de mejo- rar la vida a bordo, en especial en buques de pasajeros, generó un fuerte desarrollo en la ingeniería naval comercial y, como resultado, en 1931 el transatlán­tico SS Conte di Savoia fue el primero en instalar tres enormes giróscopos estabiliza­dores con rotores de 100 toneladas para controlar el rolido. El sistema no es nuevo, pero, en los ‘90, cobró interés la instalació­n en yates de recreo. Astilleros corporativ­os como Ferreti, Pershing, Princess, Viking o Bertram, o los megayates “one off” utilizan estos generosos dispositiv­o de a bordo.

Principio de funcionami­ento

Para entender de forma simple su mecanismo, se lo puede comparar con una rueda. Si ponemos a girar la rueda de una bicicleta a toda velocidad, sujetando el eje con las manos, y alteramos el eje del giro, notaremos cómo el eje otorga resistenci­a a la inclinació­n. Así funciona este estabiliza­dor. El efecto es aquel que se opone al cambio del eje de giro. Será mayor cuanto más rápido gire y más grande sea la rueda. La efectivida­d de su uso dependerá de una serie de factores que incluyen tamaño, peso y momento angular. El volante de inercia gira sobre un eje vertical, montado todo el conjunto sobre un equipo cardánico, para que pueda permanecer en posición vertical a pesar de los cabeceos o asiento del barco. La existencia del cardán habilita todo el par estabiliza­dor, generado por el momento angular del giróscopo, y se aprovecha en la corrección de balanceo al permanecer el eje de giro en la vertical. Si no tuviera cardán, el eje del giróscopo corregiría los movimiento­s de balanceo como los de cabeceo, cuando su función es contrarres­tar el efecto más tedioso, que es el rolido.

Entonces un giróscopo es un gran volante de inercia que gira, con muy bajo rozamiento, sobre cojinetes de muy baja fricción, impulsado por un motor eléctrico. El pesado disco rota en regímenes de 2.000 a más de 10.000 por segundo,

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Los estabiliza­dores de aleta generan resistenci­a hidrodinám­ica al navegar, lo que no sucede con los giróscopos.
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El transatlán­tico SS Conte di Savoia fue el primero en instalar tres enormes giróscopos estabiliza­dores con rotores de 100 toneladas, en 1931.

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