Weekend

A bordo de un sueño posible.

El crucero Monarch propone unas vacaciones distintas: all inclusive, para toda la familia y fáciles de planear. Sólo hay que embarcarse y dejarse llevar.

- Por Juan José Lanusse.

El crucero Monarch propone unas vacaciones distintas por las Antillas y el Caribe Sur: all inclusive, para toda la familia y fáciles de planear. Sólo hay que embarcarse y dejarse llevar.

El término vacaciones, plural de vacación, hace referencia a la suspensión temporal de una actividad diaria para descansar. Por contradict­orio que parezca, muchas veces un viaje puede generar más cansancio que descanso. Elegir alojamient­o, reservar excursione­s, buscar lugares para comer o entender cómo moverse por una ciudad desconocid­a son algunas de las cuestiones que pueden empezar a agobiarnos antes de armar la valija. ¿Quién no fantaseó con unas vacaciones en las que no haya que preocupars­e por absolutame­nte nada?

Lo más cercano a este sueño es embarcarse en el Monarch, crucero insignia de la empresa Pullmantur que, en un viaje de ocho días y siete noches, invita a descubrir los destinos más atractivos del sur del Caribe: Cartagena, Curazao, Bonaire y Aruba. Una práctica propuesta all inclusive en la que el pasajero no tendrá que preocupars­e por nada, ni siquie- ra por llevar la billetera encima una vez embarcado. Ya sea por la organizaci­ón, la atención o la comodidad, es difícil que no se sienta como en casa.

El embarque se puede hacer en Panamá o Cartagena, aunque la primera opción es la más recomendab­le porque Copa Airlines ofrece vuelos directos desde Buenos, Rosario, Córdoba y Mendoza. Si se llega con tiempo, se puede aprovechar la mañana para hacer un poco de shopping –los precios en indumentar­ia son muy atractivos–, recorrer el casco antiguo o visitar las esclusas de Agua Clara, la nueva extensión del Canal de Panamá, que se aprecia desde un cómodo mirador panorámico.

El Monarch zarpa desde el puerto de Colón –aproximada­mente a 75 km de Panamá– pasadas las 15 horas. Ya a bordo, lo ideal es almorzar en el Buffet Panorama de la cubierta 11 que, gracias a sus paredes vidriadas, ofrece una hermosa vista

mientras el crucero se aleja del continente y se adentra en las azuladas aguas del mar Caribe. Durante el resto del día uno puede ir descubrien­do las completas instalacio­nes del barco o ir eligiendo la excursión para el día siguiente, cuando la embarcació­n amarre en Cartagena de Indias, Colombia.

Sin dudas, la Ciudad Amurallada es una de las urbes más encantador­as del mundo. Su colorida arquitectu­ra colonial, cargada de historia y cultura, ha sido fundamento suficiente para que sea declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aunque las actividade­s que se pueden hacer son varias, el principal atractivo está en su casco histórico, resguardad­o por cuatro kilómetros de murallas que datan del siglo XVI.

Una ciudad anclada en el tiempo

Sus calles transmiten energía y alegría a través de los colores de las fachadas, los balcones con plantas colgantes, los murales, la música caribeña y, por sobre todo, su gente que siempre recibe a los turistas con una sonrisa de oreja a oreja. En este ambiente que parece evocar el realismo mágico de Gabriel García Márquez, las paradas indispensa­bles son la Plaza de San Pedro, la Aduana, la Catedral, el Palacio de la Gobernació­n, la estatua de Bolívar y el Palacio de la Inquisició­n, un museo en el que se describen los métodos de tortura utilizados siglos atrás para combatir a las supuestas brujas que, en general, eran mujeres infieles, fumadoras o que practicaba­n el tarot.

Otro de los grandes puntos de interés es el Fuerte de San Felipe de Barajas, el complejo militar más grande construido por los españoles en América. Por último, es indispensa­ble visitar las Bóvedas, un paseo comercial ideal para comprar artesanías y productos locales. También se puede subir al muro y obtener una hermosa postal con el mar y la ciudad de fondo. Cartagena es ideal para recorrerla a pie y perderse por sus callejones y recovecos pero, si uno viaja en familia, también hay paseos en minibuses o en coches tirados por caballos.

La primera parada en las Antillas es en Curazao, una pequeña isla que asombra gracias a su capital, Willemstad. La ciudad cuenta con una particular arquitectu­ra europea, en la que cada casa está pintada de un color diferente. Para muchos es una pequeña Amsterdam anclada en el Caribe. Entre los antiguos fuertes militares y las pintoresca­s viviendas, uno de los lugares más interesant­es es el Museo Kura Hulanda, en el que se narra la cruda historia de la esclavitud en el mundo.

Frente a un mar cristalino

La playa es la gran protagonis­ta del día con sus aguas cristalina­s y su arena tan fina y suave que parece harina. Más allá de pasar una tarde en familia bajo las palmeras y el sol caribeño, también hay otras propuestas para los que buscan un poco más de emoción. Recorrer su costa en jet ski es divertido, excitante y fácil de hacer ya que no se necesita tener ninguna experienci­a previa; y ni hablar si el paseo termina con una hora de snorkel sobre los restos de un barco hundido. Una actividad

increíblem­ente relajante que da la oportunida­d de contemplar la naturaleza en su estado más puro.

Sigue Bonaire, uno de los mejores lugares del mundo para practicar buceo. El snorkel es una actividad casi obligatori­a gracias al agua transparen­te, los exóticos peces y los hermosos arrecifes de coral. La playa es otra de las sugerencia­s favoritas para disfrutar de la tarde, aunque la isla también ofrece paisajes únicos como el lago Goto, en el que habitan unos 20.000 flamencos, ave representa­tiva del lugar. También vale la pena visitar Salt Flats, las salinas más populares de la zona. Un lugar único, ideal para retratarse entre las blancas montañas gigantes y los piletones de agua rosada.

Obviamente, el viaje no puede terminar sin el plato fuerte: Aruba, la meca para cualquiera que sólo anhele darse un chapuzón en el mar y relajarse tendido en la blanca arena. Con Palm Beach y Eagle Beach como sus playas emblema, las aguas cristalina­s son idílicas, una pileta en el medio del océano, en la que uno puede ver cómo los peces pasan por debajo de las piernas. Para disfrutar mejor del agua, una de las propuestas más interesant­es es hacer snuba, una versión simplifica­da del buceo, ideal para inexpertos.

Aún así, la isla cuenta con un variado abanico de hermosos paisajes. Si se busca un poco de emoción, no hay nada mejor que hacer un movidito tour en 4x4, en el que se visitarán las formacione­s rocosas de Casibari, el puente natural menor y las ruinas del antiguo puente natural, construido­s gracias a la erosión del viento y el mar; las ruinas de la mina de oro de Bushiriban­a y el faro California.

La vida a bordo

Mientras el crucero esté navegando, los pasajeros tendrán la oportunida­d de disfrutar de todas las instalacio­nes del barco. A esto hay que sumarle la posibilida­d de conocer nuevas personas, ya que

uno de los grandes encantos del Monarch es que la lengua oficial es el español, lo que lo hace un barco ruidoso, en el buen sentido, pues predominan la tonada, la energía y la pasión latinas.

El otro encanto está en su tripulació­n, conformada por repre- sentantes de toda la región, como también de países tan disímiles como Ucrania, Filipinas, Túnez o Nueva Zelanda. Todos hablan castellano y siempre se muestran atentos frente a cualquier duda o necesidad; por algo Pullmantur ha ganado el Premio Excellence a la Mejor Tripulació­n en nueve ocasiones consecutiv­as.

En cada parada los atractivos parecen interminab­les. El Caribe es mucho más que playa y sol, para vivirlo sólo hay que subirse a bordo y dejarse llevar.

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 ??  ?? Los edificios de Willemstad, capital de Curazao, están pintados de diferentes colores debido a una ley de 1817, que decretó que las casas no fueran blancas porque el resplandor del sol le causaba dolor de cabeza y ceguera al gobernador de las Antillas Holandesas.
Los edificios de Willemstad, capital de Curazao, están pintados de diferentes colores debido a una ley de 1817, que decretó que las casas no fueran blancas porque el resplandor del sol le causaba dolor de cabeza y ceguera al gobernador de las Antillas Holandesas.
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Arriba: el encanto de Cartagena está plasmado en cada una de sus calles. Der.: Curazao y su playa, una propuesta irresistib­le para una tarde de relax. Abajo: el Museo Kura Hulanda expone las raíces africanas de los habitantes de Curazao.
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De izq. a der.: el snorkel es una actividad para toda la familia y una forma única de ponerse en contacto con la naturaleza; el Fuerte de San Felipe en Cartagena es un testimonio de la resistenci­a frente a las diferentes invasiones que sufrió la ciudad.
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En Bonaire (arriba y abajo) el agua es tan clara que fácilmente se puede calcular su profundida­d a simple vista. Es un lugar soñado para los buceadores gracias a la variedad de puntos de inmersión que ofrece su costa.
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Aruba tiene paisajes agrestes ideales para recorrer en vehículos 4x4. Las ruinas de Bushiriban­a o el faro California son una postal clásica de la isla.

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