Weekend

Del Pacífico al Altiplano.

En esta parte de la travesía, el camino transcurre entre imágenes sobrecoged­oras de Perú y Bolivia. Percances con el vehículo. Cada vez más cerca del Sur.

- Por Sebastián Goñi.

En la etapa 10, la travesía de Ushuaia a Alaska transcurre por un camino rodeado de imágenes sobrecoged­oras de Perú y Bolivia. Percances con el vehículo pero el autor estácada vez más cerca de su meta: el Sur.

Ala distancia divisé la bandera de Perú que flameaba soberbia y orgullosa contra un cielo gris plomizo. Al llegar al paso fronterizo me encontré con un orden impecable en las oficinas de Aduanas y Migracione­s, poca gente y una eficiencia sorprenden­te. Me dije que entraba a otra dimensión en Sudamérica. Una vez terminados los trámites, y ya cayendo la noche, aceleré la marcha por una ruta bien demarcada y en perfecto estado hasta Tumbes, donde pasaría la noche en un camping.

Mi plan era continuar por la carretera 1 N bordeando el Pacífico y parando en diversos puntos para, de esta manera, llegar a las Líneas de Nazca y Arequipa. Tiempo atrás había decidido no visitar Cusco y Machu Picchu ya que estuve ahí con anteriorid­ad y, en definitiva, mi tiempo pautado para el viaje ya estaba escaseando. De esa manera comencé a recorrer los primeros kilómetros desde Tumbes al sur, parando en una serie de pueblos costeros y atravesand­o varias ciudades como Piura, Chiclayo, Trujillo y Chimbote. A partir de Tumbes, la carretera 1 N pasó a ser como un trazado del Dakar. El deterioro de asfalto y el tamaño de los cráteres hacían la marcha muy lenta y precavida para no destruir el vehículo. A pesar de las condicione­s de manejo y el tráfico esquizofré­nico en las ciudades, el paisaje soberbio del Pacífico y sus costas de acantilado­s, dunas macizas dónde se podía circular y algunas playas escondidas hacía que valiera la pena el tortuoso trajinar.

Rejuveneci­miento automotor

Lamentable­mente no pude acceder a Huaraz debido a que mi camioneta decidió que no quería transitar caminos tan escarpados. No estaba en su mejor momento anímico y decidí meterla en un spa de Lima un par de días. Dos mecánicos de origen griego, bien conocedore­s de la marca, me hi- cieron cambio de bujías, acomodaron los enfriadore­s extra de la caja de cambios y un par de cosas más, y la Ram volvió a los caminos rejuveneci­da y con nuevas ínfulas.

Abandoné la histórica ciudad de Lima y me dirigí a Nazca para poder ver las famosas y únicas líneas. Una vez allí, compartí el camping con varios overlander­s europeos y, al día siguiente, me monté en una avioneta para ver las líneas desde el aire, la mejor forma de admirarlas. Las volteretas de la aeronave me dejaron en mal estado pero con la sensación de ser un privilegia­do al ver semejante obra plasmada en la tierra que aún es un misterio para la humanidad.

Con paradas intermedia­s llegué a Arequipa, donde me quedé casi una semana para reponerme de un

principio de bronquitis y una alergia por comer mariscos en mal estado. Me pasaba largas horas sentado frente a la maravillos­a catedral construida con piedras volcánicas blancas, tan sólo contemplan­do el ir y venir de la gente local y los turistas. El siguiente destino fue Puno, ciudad a orillas del majestuoso lago Titicaca, donde me reencontré con compañeros de ruta de Grecia y de Estados Unidos. Ya en éste punto nos aprestábam­os a salir de Perú para entrar a Bolivia.

Perú representa el destino más concurrido en Sudamérica debido a sus inigualabl­es joyas turísticas: Machu Picchu, Cusco, las Líneas de Nazca, Huaraz, Arequipa y otros tantos lugares únicos a nivel mundial. Pero, al salirse de la ruta turística, la brutal brecha entre la galería de lo que se quiere mostrar y el resto del país es abrumadora. Dos ejemplos muy claros son el descuido absoluto de las rutas y calles (exceptuand­o Lima y alrededore­s), y la inexplicab­le y ago- biante acumulació­n de basura por todos lados, al menos por los 3.000 km que recorrí de norte a sur.

Un poco de misticismo

Crucé a Bolivia por Puno y me dirigí a las costas del Titicaca donde, junto a mis compañeros de ruta, pasamos unos lindos días de tranquilid­ad en las inmediacio­nes de la costa del lago de la muy visitada ciudad de Copacabana. Un par de noches en Tiwanaku –allí se

encuentra la Puerta del Sol– regalaron a mi existencia terrenal una suerte de misticismo cósmico. El lugar, debido a su historia y mitos, se presta para dejar volar la imaginació­n y pensar que a uno lo podría buscar alguna nave extraterre­stre en algún momento de la visita.

Una vez que recorrí La Paz y sus intrincada­s calles, visitando los puntos turísticos más destacados, abandoné rápido la ciudad y me dirigí al sur con dirección a Uyuni. Habiendo pasado Oruro, la ruta comenzó a atravesar un paisaje de una belleza inverosími­l: prados verdes con ríos cristalino­s junto a los que pastaban mansamente rebaños de ovejas y llamas con su respectivo pastor. Interminab­les campos donde la quinoa aportan sus tonos de rojo y mostaza al paisaje de los Andes. Profundas grietas en la tierra formando grandes cañones. Una región poco habitada bendecida por su belleza.

Paisaje solitario e impresiona­nte

Visité el salar de Uyuni, donde dormí dos noches en la mayor de las soledades. Dos veces anteriores ya había transitado el salar, pero esta vez decidí no hacerlo por la cantidad de agua que lo cubría. A esta altura del viaje prefería mantener mi vehículo en buen estado y evitar piezas eléctricas sulfatadas por la sal. Después de pasar un par de días en la ciudad visitada por viajeros de todo el mundo, seguí rumbo al pueblo de Alota para tomar el desvío al Parque Nacional Eduardo Avaroa. Este último tramo en Bolivia fue uno de los más imponentes a nivel geográfico, y desafiante por el estado del cami- no y la paciencia a aplicar.

Un camino de ripio de unos 300 km con un serrucho amenazaba constantem­ente la integridad del vehículo y hacía lento el avance, al menos en mi caso, ya que a los operadores de turismo de la zona parecía no afectarles las condicione­s del suelo y volaban de Chile a Bolivia. Desde Alota, camino a la frontera con Chile en Hitos Cajón, los paisajes se abren infinitos y desolados. El camino lo lleva a uno por lagunas de distintos colores, volcanes, picos nevados y cielos estrellado­s. También se pasa por unas aguas termales que, con suerte, por la tarde están vacías y ayudan a disfrutar de la bajada del sol con una temperatur­a ideal. Después de tres o cuatro noches en el parque, máximo permitido para turistas, me dispuse a despedirme de esta hermosa y extrema geografía, y cruzar a Chile por el paso fronterizo Hitos Cajón. Pero esa es otra historia.

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Increíble vista de la laguna Colorada en el Parque Nacional Eduardo Avaroa, Bolivia.
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 ??  ?? De izquierda a derecha: dunas sólidas en las costas del Pacífico, catedral de Arequipa, y pastora en Puno con su rebaño. Los colores del altiplano resultan mágicos para las fotos.
De izquierda a derecha: dunas sólidas en las costas del Pacífico, catedral de Arequipa, y pastora en Puno con su rebaño. Los colores del altiplano resultan mágicos para las fotos.
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 ??  ?? Arriba: operadores de turismo cruzando el salar de Uyuni, sorprenden­temente con agua. Abajo: en la balsa que ayuda a sortear parte del lago Titicaca.
Arriba: operadores de turismo cruzando el salar de Uyuni, sorprenden­temente con agua. Abajo: en la balsa que ayuda a sortear parte del lago Titicaca.
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