Weekend

Donde aún viven las zorras

La travesía incluyó el paso por puentes de ferrocarri­les, tres estaciones de otros tiempos y bosques de acacia negra.

- Textos y fotos: ALDO RIVERO

Invierno, tiempo de pedaleadas (como todo el año) que nos obliga a tomar otras precaucion­es y ajustar relojes. En verano arrancamos temprano y debemos hacer una parada a la hora del solazo. Pero en otoño o invierno, salimos un poco más tarde y “le damos de un tirón”, o casi.

Hacía rato que no andaba por la zona de Jáuregui, Tomás Jofré y las vías del FF.CC. Belgrano. Ni dudé cuando los amigos de Actitud Bike, de Moreno, me avisaron que hacían una salida por esos lares. Con Walter, Juan Carlos, Ricardo y Fernando marchamos para el lado de Luján. Y ahí nomás llegamos a Jáuregui, donde nos esperaba todo el grupo compuesto por 10 mujeres y 16 hombres que nos aguardaban con mate caliente mientras preparábam­os las bicis. A las 9 ya estábamos rodando.

Barro y agua a discreción

La jornada se presentó fresca y con niebla, y aún se veía en los campos la helada de la noche. Pero recorrimos un trecho de asfalto hasta cruzar la Ruta 5 y ya empezamos a abrirnos los cierres de las camperas, a medida que el cuerpo tomaba temperatur­a. Apenas pisamos la tierra, la neblina se corrió para regalarnos un sol hermoso y tibio, que disfrutamo­s pedaleando entre árboledas ocres y naranjas.

Algún que otro charco reflejaba las lluvias de la semana anterior pero, sin mayores problemas, el camino rural estaba en buen estado y había drenado el agua hacia las banquinas. Cuando, después de unos kilómetros, viramos hacia el

Este, notamos que la consistenc­ia del piso cambiaba y no era tan arenoso, lo que motivaba que se empezara a encharcar lindo. La caravana multicolor –marchábamo­s en filas de tres o cuatro– empezó a afinarse y circular de a dos, ya que necesitába­mos más lugar para maniobrar.

Cuando el camino “se fue” y nosotros seguimos una senda abandonada, la cosa se puso lin- da: tremendos huellones producto de alguna chata que se había quedado enterrada, barro y agua a discreción y, para ponerle adrenalina, enmarcado por un bosque de acacia negra en el que la chuza más chica tenía siete centímetro­s. Lo que se dice ¡lindo!

Empezamos con los dibujos raros, patinando con ambas ruedas y salpicando barro hacia todos lados; a veces eran tantos los despistes y la búsqueda de tracción que llegábamos a rozarnos con otro biker en el mismo estado. Se vieron algunas escenas olvidables, como algún ciclista gateando en cuatro patas por la banquina, buscando su bici prófuga y otro casi ciego por el barro que le iba disparando la mountain que iba adelante.

Sándwiches reparadore­s

A carcajada limpia desembocam­os en otro camino rural en buen estado, donde pudimos meterle ritmo y empezó a volar el barro que tenían pegadas la ruedas, causando el típico golpeteo en el casco por las salpicadas propias y ajenas. Una breve parada para reagrupar y poner rumbo a Tomás Jofré, donde el anuncio del almuerzo cercano motivó un ritmo veloz, a pesar de que el viento nos jugaba en contra.

Llegamos a Jofré embarrados y hambriento­s, pero Nancy, de Actitud Bike, había previsto todo y los sandwiches de vacío de La Cabaña estaban marchando apenas nos sentamos. Mi experienci­a invernal había motivado que llevara un par de medias extra y me vinieron bien porque, entre los chapaleos del barro, tenía los pies húmedos. Así que, después de elongar un poco y acomodarme la ropa para no sentir frío, me puse las medias secas.

El tema crucial en ésta época del año es mantener el equilibrio térmico constante, por lo que arrasamos con el almuerzo y ya estábamos de pie nuevamente, casi sin sobremesa. No por eso dejamos de atacar la torta de cumpleaños sorpresa que le trajeron a Nancy y

que casi alcanzó para todos. Bu Bueno, la verdad es que no sob sobró nada. Fotito grupal y activamos ráp rápido; para colmo, se había nub nublado y el fresquete atacaba. Pero, P como había que bajar los sandwiches sand –y algún que otro choripán choripán–, salimos tranquilos y ahí mism mismo subimos al ramal ferroviari­o desactivad­o del FF.CC. Gral. Belgrano. Como era de trocha ancha, las bicis tuvieron lugar de sobra para pedalear, así que desandamos los primeros kilómetros hasta el puente sobre un arroyo. De unos 30 metros, nos obligó a pasar de a uno, algunos con la bici rodando sobre el riel y el biker saltando de durmiente en durmiente y otros, como yo, que preferimos llevar la bici “a upa”.

Susto sobre las vías

En eso estaba, por la mitad del puente, cuando todos empezaron con la típica “dale que viene el tren”. Pero insistían mucho, tanto que levanté la vista ¡y delante de mí vi que venían dos luces! Congelado en el medio del puente, sin posibilida­d de volver atrás ya que tenía varios ciclistas que me seguían, estaba pensando cuál era la chicana para no tener que zambullirm­e en el arroyo cuando vi que las luces se detenían. ¡Era una zorra de la Asociación Amigos del FF.CC. Gral Belgrano!

De lejos y en el apuro –o el susto– no había notado el tamaño del vehículo: la zorra, con cuatro pasajeros, estaba revisando el trazado desde Mercedes. Mientras desalojába­mos el puente para permitir su paso, charlamos un rato con sus ocupantes.

A partir de aquí el trazado ferroviari­o se interna en túneles vegetales de varios kilómetros. Los árboles y cañaverale­s enmarcaban nuestro paso veloz, en una fila india de varios cientos de metros. Nadie hablaba ni quería quebrar ese instante mágico en el que sólo se escucha el sonido de la cadena y el subir y bajar incesante de los cambios, al compás de nubes de hojas amarillas y naranjas que levantábam­os mientras percibíamo­s el olor a leña de alguna chacra cercana.

El ladrar de los perros anunció la llegada a estación Altamira, donde se impuso la foto a la hermosa edificació­n y, de paso, festejamos el cumpleaños de Nancy ¡sepultándo­la entre las hojas secas que formaban montañas! Desde allí rumbeamos para Agote y luego a Goldney. Los caminos en mejor estado posibilita­ron retomar las charlas de la mañana acerca de la importanci­a de que existan grupos como Actitud Bike en todo el país, que favorecen la inclusión de gente de todas las edades en este hermoso mundo.

La tarde y la temperatur­a caían y el viento en contra nos quería alejar de Jáuregui. En grupo cerrado y casi codo a codo, lo enfrentamo­s y le metimos pedal con una sonrisa. Y Actitud.

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El encuentro con una zorra en pleno cruce de un puente fue la sorpresa de la jornada.
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Arr.: clásico para los bikers rurales, el cruce de puentes ferroviari­os de ramales desactivad­os no deja de tener su cuota de adrenalina. El postre de la jornada fueron los túneles vegetales en las cercanías de estación Altamira.
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 ??  ?? El barro acompañó durante buena parte de la jornada, ocasionand­o alguna caída. Arriba derecha: paso de la zorra de la Asociación Amigos del FF.CC. Belgrano en cañaverale­s de Tomás Jofré. Abajo: no todos los perros tienen “mala onda” con los bikers, como este de estación Goldney.
El barro acompañó durante buena parte de la jornada, ocasionand­o alguna caída. Arriba derecha: paso de la zorra de la Asociación Amigos del FF.CC. Belgrano en cañaverale­s de Tomás Jofré. Abajo: no todos los perros tienen “mala onda” con los bikers, como este de estación Goldney.
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Panza llena y caras felices luego del almuerzo veloz en Tomás Jofré.
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