Weekend

El festival de Baradero

En un ámbito poco frecuentad­o pero de excelentes condicione­s, encontramo­s calidad y cantidad de tarariras en fly y baitcast.

- Textos y fotos: WILMAR MERINO

Las encontramo­s, venite que están”. Había estado espera ndo por esas pa labras, rogando al cielo que el clima se empezara a estabiliza­r y las tarariras se activasen de una buena vez. Y finalmente ocurrió. Llegó el llamado del Daniel Suigo desde Baradero y bastó colgar para empezar a preparar equipos de baitcast y moscas para ir por ellas, las majestades de los pantanos, las reinas tarariras, que de ellas hablamos.

Destino injustamen­te opacado por otras localidade­s cercanas como San Pedro o Ramallo, cuenta en sus aguas con excelentes ámbitos para desarrolla­r la pesca con artificial­es: piedras y barrancas para dorados, aguas surgentes del Puelche que determinan zonas de ataques para los pirayús, y también cursos lénticos donde moran las tarariras en cantidad y calidad.

Ventajas

El primer punto a favor es el acceso: se llega en muy poco tiempo desde Capital Federal y se embarca en un club con todas las comodidade­s como para dejar el auto a resguardo, contar con baños dignos y tener posibilida­d de higienizar­nos al regreso. Otra buena: la navegación hacia los destinos de pesca no se hace por grandes cursos como el Paraná, sino por ríos menores, de modo tal que ante mal clima o viento fuerte no hay peligro. El Barade- ro es uno de los brazos del Paraná de las Palmas, y a lo largo de sus 48 km de recorrido es cruzado por cuatro ríos. En el Km 0 del Baradero y el 140 del Paraná de las Palmas, tenemos el río Areco. Más arriba sale el río Pinto. Le sigue el Arrecifes y por último El Tala. El Baradero recibe aguas por el río Tabaquero, a la altura del puerto de San Pedro. Todo ese conjunto hídrico es terreno de exploració­n pesqueril, y nuestro guía lo conoce como nadie.

Así las cosas, tras partir desde el Club de Pesca local guiados por Suigo y su ahijado Augusto Verdina (excelente mosquero), navegamos unos 30 minutos por el Baradero hasta llegar a unas piedras prometedor­as para pescar dorados. Peinamos varios points plagados de socavones del río bajo las barrancas y salientes como penínsulas que desviaban el agua en magníficas correderas. Pero los lingotes decidieron un imprevisto quite de colaboraci­ón, o acaso estaban muy lejos de allí. No tuvimos un sólo pique. Tampoco los vimos cazar. De yapa tuve un accidente leve al levantar un señuelo de la caja

y que este enganchara su pateja en la de otro artificial, ofreciendo una inesperada resistenci­a que hizo que uno de los triples me pinchara una yema.

Afortunada­mente, contábamos con botiquín y, tras una desinfecci­ón de la zona, bajamos la hojita de un bisturí por la pata del anzuelo hasta abrir más la brecha y pude retirar la lanceta. Es clave ante situacione­s así poner la mente en positivo y evaluar el caso, actuando solo ante situacione­s leves. Si no, mejor acudir a un médico.

Tras recobrar mi mano libre, pusimos más desinfecta nte, bandita elástica y a olvidarse del incidente y gozar la pesca. Luego empezamos a meternos por riachos interiores, parando en las entraditas de agua donde las tarus encuentran aguas lénticas para sus acechos. Armé equipo de bait de caña de 1,90 m, acción rápida y reel de perfil bajo con multifilam­ento de 30 lb (1 lb = 453,592

gramos). En tanto, Augusto, preparó su combo de fly compuesto por caña 6, línea de flote, leader de nailon de 0,40 de 2 m de extensión y terminal de acero para atar los streamers. Y también armó otro equipo de bait.

La segunda entrada nos dio premio: el bait picó en punta con un par de cocodrilos tremendos que, pese a su tamaño, estaban algo fríos para la pelea, aunque cuando “se enteraron” de que estaban pinchados empezaron a saltar enloquecid­os. Uno de ellos, logrado por Augusto, pasó los tres kilos, mientras que en el bogagrip la mía pesó 2,400 kg. Ya entonados, seguimos viaje aminorando la marcha ante cada entrada. Pero en una ocurrió algo mágico... la ola de la embarcació­n, aún leve por haber aflojado con el motor, motivó la disparada de un montón de taruchas, echando barro en sus fuga sobre una costa baja. Suigo fue premonitor­io al decir: “Acá hacemos la pesca”. Esta vez, armé también un equipo de fly y me propuse ir a buscarlas al epicentro de la actividad, metido en el ámbito de la especie.

Al vadeo en el barro

Eso sí, agradecí mi 1,90 m de estatura cuando al saltar de la lancha me hundí en el barro blando hasta pasar la rodilla, haciendo que cada paso hasta ponerme a tiro fuera una batalla ganada. Finalmente, sin mucho margen para moverme y debiendo hacer un par de pasos cada tanto para no enterrarme aún más, pude iniciar mis casteos, al tiempo que Verdina hacía lo propio desde la embarcació­n.

L o que sig uió es d if ícil de describir: un festival de piques, corridas, saltos y peleas fantástica­s que exigieron al mango nuestras cañas y nos llenaron los ojos de alegría y la cámara de fotos de acción. Los tamaños estaban mezclados, pues entre las grandes se colaban también algunas de un kilo.

Las moscas rendidoras en este contexto fueron lastrasdas con ojos de plomo, ideales para arrastrarl­as cerca del fondo y generar ataques. Usamos caña 6, líneas de flote, líderes hechos de nailon 0,35 y streamers con anzuelo invertido con media cabeza muddler del lado de abajo, para que así flote el ciervo y quede el anzuelo trabajando con la punta hacia arriba. También usamos st rea mers convencion­a les. Curiosamen­te Suigo, desde la embarcació­n, practicaba baitcast y no tenía tantos ataques como nosotros con las moscas, pese a trabajar en el mismo ámbito infectado de dientonas.

Otra vez a bordo

Tras darme una panzada de buenos piques, volví a la lancha y ya sin waders visitamos otras varias entradas con suerte dispar, teniendo algunos piques aislados pero no con la masividad de lo vivido horas antes. Decidimos hacer el fin de fiesta en la entrada que nos había rendido mejor y ya con el sol cayendo volvimos a tener piques con mosca –esta vez desde la lancha y sin vadear– cerrando una jornada inolvidabl­e.

En conclusión, creemos que Baradero merece formar parte de la agenda grande de los pescadores, esa de los destinos frecuentes. Por su oferta de especies, variedad de ámbitos y profesiona­lidad del guía Daniel Suigo, se lo merece. Y volveremos en breve por la revancha con los dorados. Promesa de pescador.

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El atardecer fue un gran momento para explorar varias entradas de agua, aunque la suerte resultó dispar.
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 ??  ?? Tras un arranque con tremendos ejemplares en bait, el flycast marcó las diferencia­s, al vadeo o desde la lancha, en un día donde las taruchas prefiriero­n las plumas y pelos a los artificial­es duros.
Tras un arranque con tremendos ejemplares en bait, el flycast marcó las diferencia­s, al vadeo o desde la lancha, en un día donde las taruchas prefiriero­n las plumas y pelos a los artificial­es duros.
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El guía Daniel Suigo (arriba) y su ahijado mosquero Augusto Verdina (derecha) conocen cada recoveco del Baradero y sus tributario­s como la palma de sus manos. Es clave trabajar cada entradita de agua baja y desplazars­e con cautela al detectar movimiento de la especie para maximizar la diversión.
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