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Manjares tentadores

Cuáles son los engaños más rendidores y las técnicas más eficientes para capturar desde corvinas hasta salmones en el mar.

- Textos: RODRIGO COBAS. Fotos: CEDOC

El jigging consiste, básicament­e, en dejar caer libremente al fondo marino jigs: señuelos met á l icos, que luego se recogen combinando golpes de manija y jalones de caña que impulsan de manera vertical y errática el engaño, simulando la huida hacia la superficie de un pez herido. Dentro de las distintas ramas de esta disciplina japonesa, podremos adaptar perfectame­nte el pirking (golpeteo sobre piedras) y el slowjiggin­g (ascenso del jig a velocidad lenta) a la pesca en kayak en profundida­des que no superen los 20 m. Si bien no es necesario estar fondeados para practicarl­o, si la deriva es mucha, sí es preferible hacerlo por seguridad. También es aconsejabl­e la elección de un día soleado con buen clima y aguas claras, lo que va a facilitar al pez la visualizac­ión del jig.

Ensayos en el mar

Entre las distintas pruebas que vengo realizando, encuentro preferenci­a por cañas de 10-20 lb (1 lb = 453,592 gramos) o 15-30 lb, de entre 1,80 y 2 m de blank de carbono con acción media y mango largo que permita sostenerla debajo del brazo. Es importante que la caña sea flexible para otorgarle el movimiento adecuado al jig, pero que a la vez sea resistente para contener las embestidas. Debe estar equipada con reeles rotativos o frontales chicos de ratio elevado, a fin de balancear un conjunto liviano que nos permita disfrutar la jornada sin fatigarnos. Para practicar estas disciplina­s –slowjiggin­g y pirking– podemos utili-

zar nailon o multifilam­ento de hasta 30 lb de resistenci­a. Existen dos tipos de jigs: blandos y duros. A los blandos con jighead – anzuelo con una cabeza de plomo en el ojal– se les encarna un pequeño cuerpo de pez siliconado que deja libre la muerte del anzuelo. Este modelo tiene un movimiento más real que el de los duros, pero no es tan efectivo en el fondo por ser más liviano. Los duros, que son a los que estamos apuntando, pueden venir de distintas formas, materiales, colores y pesos. Con plumas, cucharitas, anzuelos simples –llamados assist hook– o triples. Son aconsejabl­es los de forma alargada, de entre 15 y 80 g. Y, sin entrar en el mundo de los co- lores, puedo recomendar por rendimient­o el rosa y el verde. En cuanto al tipo de anzuelo, los dos mencionado­s rinden muy bien pero, en el caso de los que tienen el triple en la parte inferior, hay que clavar enérgicame­nte al momento de recibir el ataque del pez, para que el jig se deslice por la boca y el triple se clave.

Cómo utilizarlo­s

El pirking se realiza para buscar peces en el fondo o a poca distancia de él, siempre con movimiento­s lentos. La técnica es lanzar el jig lejos, aguardar a que llegue al fondo, impulsarlo hacia arriba con la punta de la caña una o dos veces y, luego que se siente que vuelve a tocar el fondo, recoger sólo la línea suelta. Se repite esta secuencia hasta obtener pique o que el jig quede debajo nuestro, momento en que recogemos y podemos volver a lanzar. Muchas veces el ruido que produce el repiqueteo contra el suelo tienta al pez. En otras oportunida­des podemos obtenerlo haciendo descansar el equipo en el posacañas del kayak con el jig rozando el fondo. El vaivén de nuestra embarcació­n emparejánd­ose con las olas será suficiente para darle movimiento adecuado al engaño.

El slow-jigging –en español, jigging lento– puede ser alternado con la técnica de pirking. Una vez que el jig está en el fondo, debajo de nosotros, vamos subiéndolo con tirones cortos y largos mientras recogemos lentamente o un poco más rápido con tirones largos y cortos. Cabe resaltar que la mayoría de los piques se va a producir mientras el jig cae libremente. Debemos trabajar el engaño lo más verticalme­nte posible y, para controlar este factor, son tres los puntos a tener en cuenta.

El primero, si decidimos pescar a la deriva o fondeados. Mientras derivamos en nuestro kayak podremos cubrir mayor cantidad de agua, pero si la corriente es excesiva, alejará el jig imposibili­tando que trabaje vertical, por lo que es preferible hacerlo anclados.

En segundo lugar, el grosor de nuestra línea. Cuanto más fina es, la resistenci­a que hace en el agua es menor y, por ende, menor deriva del engaño; pero debe ser lo suficiente­mente fuerte para soportar la batalla con el pez. Tengamos en cuenta que en el mar nunca se sabe qué pez se va a prender de nuestro engaño.

Una vez resueltos esos dos factores, debemos decidir el tamaño y peso del jig. Recomiendo comenzar con el más liviano posible, pero que nos garantice el movimiento vertical que necesitamo­s para tener éxito. Si en el jigging el engaño se aleja de nosotros, inmediatam­ente lo cambiamos por uno más pesado.

Trabajando el pirking obtendremo­s capturas de corvinas, gatuzos y hasta de algún besugo, si estamos en una zona de gran profundida­d. Pero, al escalar en la columna de agua en modalidad jigging, encontrare­mos pescadilla­s y palometas, un poco más arriba las anchoas de banco y, casi en la superficie, los pejerreyes. Con estos datos podemos direcciona­r la pesca y concentrar­nos en la especie deseada, aunque no es una regla exacta, y en ocasiones se pescan bagres y corvinas a sólo un metro desde la superficie ¡prendidos en el sabiki!

 ??  ?? Muestra de unos 20 jigs utilizados con frecuencia. Izq.: Federico Trejo con una corvina obtenida mediante un jig artesanal creado por él.
Muestra de unos 20 jigs utilizados con frecuencia. Izq.: Federico Trejo con una corvina obtenida mediante un jig artesanal creado por él.
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El autor usando sabiki para obtener sardinas frescas para encarnarla­s vivas.
 ??  ?? Arriba: Adrián García con una anchoa de banco de gran porte capturada con un jig de 20 gramos.
Arriba: Adrián García con una anchoa de banco de gran porte capturada con un jig de 20 gramos.
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 ??  ?? Izquierda y arriba: capturar un buen ejemplar de palometa pintada es fascinante, pero un cardumen en el sabiki es una experienci­a indescript­ible.
Izquierda y arriba: capturar un buen ejemplar de palometa pintada es fascinante, pero un cardumen en el sabiki es una experienci­a indescript­ible.

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