Paraíso de islas
Relevamos cinco islotes del Río de la Plata en busca de grandes tarariras: El Matón, Santa Lucía, Solís, Oyarvide y El Britolo, además de pasajes como La Raja y La Rajita. Increíbles capturas.
Sin duda, la pesca de tarariras con artificiales despierta pasión de multitudes y lleva a recorrer infinitos lugares impensados. El pescador se vuelca a buscarlas en lagunas, arroyos, desbordes, alcantarillas, lagos y ríos. Y en todos, cada uno de sus piques tiene un efecto especial, extremadamente deportivo cada vez que se la pesca a flote, la manera más divertida.
La tarucha, como la conocemos en forma vulgar, puede habitar tranquilamente en lugares con muy poca agua o en densos juncales, lagunas cubiertas por repolli
tos, en superficie o bien en sectores libres de obstáculos. Y se las puede pescar tanto con artificiales como con carnadas naturales, eso va en el gusto de cada pescador. Su captura se da casi siempre en los días de verano pero, a fines de agosto sus fanáticos comenzamos a buscarlas hasta el mes de marzo inclusive.
Los equipos a utilizar para su pesca con artificiales pueden ser cañas de spinning de entre 1,60 y 2,10 m de largo con un rango de potencia entre 6 y 17 lb (1 lb = 453,592 gramos) acompañadas de reeles frontales chicos y medianos cargados con hilo multifilamento hasta 30 lb. Los pescadores que prefieran el baitcasting (lanzamiento de señuelos con reeles rotativos de bajo perfil) armarán cañas con el mismo libraje mencionado anteriormente y los reeles mencionados, con buen registro de freno. Como complemento del equipo debemos tener varios leaderes de acero, elemen-
tos para armarlos, pinza, un buen equipo de waders, anteojos, gorra con visera y un bogagrip.
Tras tener en cuenta varias alternativas y las ganas de lograr una buena pesca de taruchas, junto a un grupo de amigos nos largamos a la aventura de recorrer varias islas de nuestro Delta buscando los explosivos piques de esta especie. La idea era hacer todo el recorrido en un solo día, por lo cual debíamos salir bien temprano desde alguna de las guarderías de Tigre o San Fernando (según la embarcación en la que fuéramos). Cuando una pesca gusta, qué fácil es encontrar a la gente y lograr hacer un grupo homogéneo y con ganas. Un golpe de teléfono a los tres primeros amigos con una sola pregunta: “¿A qué hora salimos?”.
Con varios equipos a cuesta, algo de comida y bastante bebida, nos juntamos en la guardería bien tempranito para comenzar el viaje. El primer derrotero, después de más de una hora de viaje, nos llevó hasta la isla El Matón, un conjunto de islotes rodeando a uno central en aguas del Uruguay. Es un pesquero muy singular donde vamos a encontrar, según la altura del río, varios arroyos, algunas zanjitas, bañados o lagunas interiores, pasadas con camalotes y hasta juncos formando lugares ideales para el tipo de pesca que queríamos realizar.
Presas en el viento
Nos tocó una mañana muy ventosa, con el río muy inflado y nos costó un poquito llegar a la zona. Una vez allí, todo se simplificó a un paraíso de aguas calmas. Paramos en una punta para armar los equipos y comenzar a pescar, pero con algunas desventajas por el viento que no paraba de soplar y agitaba el agua. Así y todo pudimos dar con algunas capturas menores y muy divertidas que tomaron señuelos de subsuperficie y algunos del formato minnow con hélice.
Dejamos este hermoso pesquero para poder seguir con nuestra aventura aguas abajo. El próximo destino sería la isla Santa Lucía, que se caracteriza por poseer sus entradas muy embancadas y de difícil acceso por ambos lados. Aprovechándonos de la creciente del río no íbamos a tener mayores inconvenientes. Dentro de esta sucesión de islotes vamos a encontrar pasadas de aguas con poca profundidad, algunos chorritos de agua que vuelcan al cauce principal y apenas uno o dos arroyitos entre camalotes que suelen ser buenos pesqueros.
Navegando aguas abajo y entrando por el derrotero de la Viga 60, fuimos casteando sobre las primeras paredes de juncos que nos cubrían del viento. Los piques fueron inmediatos y algunas de las taruchas eran realmente tan buenas que hacían explotar el agua en cada uno de los ataques a los señuelos de superficie.
Hastaelmomentosólohabíamos
realizado pesca desde la embarcación, esperando que el río bajara para descender y caminar todos los pesqueros de las islas restantes. Después de pescar las paredes de juncos, entramos en los tres arroyos o principales pasadas de agua del lugar, aunque con resultados dispares pero buena pesca al fin.
En busca de más islas
Comenzaba la parada de agua cuando ya navegábamos en dirección a la isla Solís. Cruzamos rápidamente el canal Petrel y entramos por afuera, por la costa que apunta a la ciudad, cosa poco común pero que se logra con el río alto. La isla Solís cuenta con un arroyo principal y algunos tributarios que siempre dan buena pesca. También podemos entrar a sus lagunas interiores con posibilidad de bajarnos y wadear la zona. Además cuenta con algunas barranquitas que podemos caminar y pescar desde ahí. Como encontramos desbordes con suciedad, la pesca la haríamos con látex o señuelos antienganche, para poder pasar por encima de ella sin sobresaltos. Sin lograr buena cantidad de piques aquí, salimos a pescar a los arroyos, y ahí sí los toques se dieron con continuidad: taruchas de todos los tamaños, aunque predominando las chicas. Cada tanto nos sorprendía alguna de más de dos kilos.
Como la meta era relevar todas las islas que pudiéramos, navegando sobre los bancos de arena entramos a Oyarvide, un lugar
con un sinnúmero de opciones en cuanto a lugares, canaletas profundas, más de una laguna interior, arroyos, desbordes e innumerables tapices de camalotes y juncales que rodean cada uno de los ámbitos. La idea era recorrer todo pero nos preocupaba quedarnos sin tiempo para probar las otras islas. Así que tocamos algunos puntos poco tradicionales y a todos les sacamos alguna tarucha. Hasta el momento era más que positiva toda la recorrida y la pesca.
Ya entraba la tarde cuando cruzamos la zona de El Cangrejo hacia La Raja y La Rajita. Primero entramos por la mayor, para probar todos sus arroyos y pasadas de agua, que no son tantos pero que dent r o de cada uno hay ramificaciones y se hace denso el andar. También pescamos, aunque nada muy distinto a lo que veníamos haciendo. En esta ocasión se destacaron los señuelos gorditos (Crank) con paleta de subsuperficie.
Acto seguido, sa l i mos por el canal principal de La Raja y atravesando todo la zona nos dirigimos a La Rajita, lugar con las mismas características que el pesquero anterior, aunque con la mejor diferencia: acá pudimos hacer la primera gran pesca del día. ¡Tremenda tarucha!
Se acercaba lo mejor
Y dejamos para el final lo que sería la frutilla del postre, y eso fue en el islote El Britolo, una isla que se viene formando a pasos agigantados frente a Martín García. Hace apenas dos temporadas era un gran banco de arena casi insuperable y hoy no podemos ver de un lado al otro debido a la espesura de sus juncales que, en su interior, alojan arroyos que conforman el paraíso de la tararira.
Ya con el río muy bajo y la lancha varada en los primeros metros de arena, todos bajamos con mucho entusiasmo para dar con la pesca, y no nos equivocamos. Caía la noche y aún seguíamos pescando taruchas de todos los tamaños que tomaban francamente señuelos de superficie, poppers y hasta la famosa chapita con flecos, como la conocen los pescadores. Un festival de piques y tamaños. Nadie quería volverse pero todos pensábamos en la próxima vez. Una hermosa salida de pesca entre amigos que nos consumió más de 100 litros de combustible pero que los gastamos con alegría.