Al vadeo por charcos con sabor a gloria.
En la zona de las lagunas De Gómez y El Carpincho, relevamos pequeños espejos de agua muy poco frecuentados, y logramos combativos ejemplares con señuelos y moscas.
En la zona de las lagunas De Gómez y El Carpincho, Junín, relevamos pequeños espejos de agua muy poco frecuentados, y logramos combativas tarariras con señuelos y moscas.
No alcanzan en status de lagunas. Charcos grandes sería lo que mejor puede definirlos pues rara vez superan el par de hectáreas. Son pequeños espejos de agua en cercanías de la ciudad de Junín, a la vera de los caminos de tierra o dentro de campos privados que –por esas cosas de los trasvases de agua y la ecología– se han convertido en pequeños ecosistemas. Y como tales, cuentan con sus predadores. En este caso, nuestro objetivo del día: las tarariras.
El guía zonal que hace estos scoutings en cercanías de Junín es Daniel Ferreyra, de Ferreyra Fishing, a quien veníamos siguiendo en redes sociales no sólo por sus buenas pescas de tarariras sino también de carpas en fly cast.
Esta vez la propuesta fue relevar alguna de las pequeñas estructuras mencionadas, convencidos de que Junín no es sólo Laguna de Gómez o El Carpincho, los centros turísticos por excelencia, sino también estas aguas menores que ofrecen al pescador inquieto la posibilidad de una búsqueda inteligente, trabajando a conciencia para sacar lo mejor de cada charco.
Y es que en estos espacios chicos no hay lugar para más de dos o tres pescadores, pues sumar más cañas –que en este caso son más piernas vadeando y revolviendo el fondo– alterarían el ámbito, impidiendo una pesca correcta y bien pensada, al alertar a las posibles presas de que algo no anda bien por allí o directamente poniéndolas en fuga.
Si bien hay varios de estos ámbitos de acceso público, esta característica de soportar mal una presión de pesca intensa (y mucho más cuando no es con devolución) hace que los mejores rindes se obtengan en ámbitos ubicados dentro de campos privados, a los que nuestro guía tiene acceso.
Pactado el punto de encuentro en Ruta 65 y 7, seguimos a Daniel a uno de estos lagunones que, de entrada, nos sorprendió por su belleza: juncos enmarcando el ámbito, vegetación sumergida que no llegaba a superficie
lo que permitía operar con señuelos de flote y subsuperficie, aguas cristalinas y un fondo de extensión duro, donde el vadeo no era dificultoso.
Armamos equipos de bait con cañas cortas de hasta 1,80 m, reeles tipo 201 con multifilamento de 30 libras (1 lb = 453,592 g) y leaderes cortos sin esmerillón adelante para evitar juntar mugre. En cuanto al flycast, Daniel optó por una caña 6 con línea de flote y, como engaños, una varia- da gama de poppers y algunos ratones de pelo de ciervo.
En bait y flycast
Como dijimos, iniciamos los intentos planificando la pesca. Primero, en función del viento, eligiendo dos o tres puntos de la laguna a trabajar, donde el agua no sufría tanto este factor. Segundo, reservando una zona para que Daniel practicara flycast mientras que junto a Walter Gastaldi (otro eximio pescador señuelero amante de este tipo de scoutings) las tentábamos en bait.
En mi caso, usando señuelos de subsuperficie, incluyendo algunos cranks y ranas de superficie a los que, adosándoles cucharas o hélices delanteras, los hacía trabajar apenas unos centímetros debajo. En tanto, Walter probaba un señuelo VML Depredator que pecha agua en superficie al accionarlo con tirones y arrastres. De entrada, tuvimos suerte en el baitcast pero las tarus estaban un poco erráticas. Finalmente, cerca del mediodía, los ataques empezaron a dar en el blanco. Poniendo cucharas delante de señuelos voluminosos como ratas de goma o minnows también de látex, comencé a picar en punta con algunas taruchas de uno a 1,5 kilos. Walter también comenzó a recibir dentelladas en superficie, logrando ejemplares en ese rango, y a Daniel le costaba un poco más clavarlas, aunque ya las tarus comenzaban a acertarle a su popper. Sin embargo, tras un breve combate, indefectiblemente se le desprendían.
Finalmente, Ferreyra empezó a tener éxito con tarus muy combativas, que eran un placer desde el ataque mismo, pues muchas veces seguían al popper un metro o dos antes del arrebato y, si erraban, se quedaban en la zona –la claridad del agua permitía verlas–, por lo que bastaba volver a tentarlas para que el pescador pudiera pincharlas.
Cambiando de lagunita
Tras lograr el objetivo en este ámbito y habiendo agotado los tres puntos mencionados en la planificación inicial, volvimos a la camioneta y cambiamos de lagunita tras recorrer unos pocos kilómetros. Otra vez repetíamos la ceremonia de planificar la estrategia, cargar en el bolsito los señuelos adecuados y… patas al agua. En cada caso, si bien podíamos volver a empezar una vez