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Alquimia en Montevideo

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Casi oculto entre los edificios de Punta C Carretas, frente al Río de la Plata, hay un pala lacio construido por un arquitecto y alquim mista, Humberto Ponciano Pittamigli­o. Los al alquimista­s buscan la piedra filosofal y la tr trasmutaci­ón de la materia, para eso investiga gan la materia, incluso sobre ellos mismos. Es Este prominente vecino de Punta Carretas co comenzó a edificar su castillo en 1910 tom mando como base la casa fa familiar (su padre era zapa patero) con frente a la calle Francisco Vidal, con la in intención de representa­r el proceso que sigue la práctica de esta ciencia. Al estilo de un gran libro escrito en piedra, lleno de simbología, representa el proceso de evolución personal. Arranca con una parte más social de la casa, que era la vivienda familiar, en estilo tradiciona­l; pasa a una una zona caótica tapizada en madera (foto abajo), que es el corazón de la investigac­ión, y luego se pasa a un lugar abierto hacia donde fluye la energía, culminando directamen­te hacia el río sobre la costanera Mahatma Gandhi. Ahí termina en una zona circular que representa el eterno retorno. En el extremo final, imaginando un viaje hacia el mundo sutil, el pequeño frente tiene una proa de barco como culminació­n, con una Victoria de Samotracia. Como Pittamigli­o no tuvo descendenc­ia, luego de su desaparici­ón en 1966, le dejó la casa a la intendenci­a de Montevideo con la condición de que estuviera abier ta al público y que allí se desarrolla­ran actividaed­s culturales. Desde hace pocos años manejan este Centro Cultural la Gran Logia Femenina (masónica), que se encarga también de cuidar el legado del ilustre vecino. Con entrada por Rambla Gandhi 633, allí se realizan diversos talleres y cursos, teatro para grandes y chicos (especialme­nte los fines de semana) y también hay visitas guiadas. Los visitantes entran por la culminació­n ya que del otro lado hay un restaurant­e que funciona de manera independen­te. Los lunes permanece cerrado. Más datos: www.castillopi­ttamiglio.org

de costa que hay desde el puerrto (con un nuevo Centro de Turismo para recibir a los visitantes) hasta la Plaza de Toros. Y hay una novedad: quizás en la próxima visita ya se la haya inaugurado como arena destinada a todo tipo de espectácul­os, con exhibicion­es es y restaurant­es. Para los remolones se alquilan unos graciosos carros eléctricos tuneados como Ford T, para hacer el paseo casi en silencio y con el estilo del lugar.

Mientras tanto, son varios los restaurant­es (de precio variado) que pelean por la atención del turista. Siempre atendidos con la calidez típica de los lugareños, se destaca el encantador Restaurant 1717 Maga Bar, instalado en lo que fue el primer centro de enseñanza de Uruguay, cons- truido tru por los jesuitas en 1717. La L dueña de la casa, Maga, vive ahí y mantiene al restaurant­e como el living de su casa, decorado con calidez y con gran presencia de las fotografía­s de s su esposo, Sergio Tantanian. El m menú es acotado pero delicioso y lo los sábados a la noche se prende la parrilla del jardín para compartir un asado.

Mucha paz ¡y bodegas!

El turismo rural es una importante novedad en la zona, que incluye una nutrida agenda de pequeñas bodegas para visitar. La más antigua, creada en 1959 por los inmigrante­s alemanes de apellido Lahusen, es Los Cerros de San Juan, que se instaló sobre un predio de 9.000 ha y está ubicada a 44 km de Colonia. Era casi una mini ciudad con casas a ambos lados de la ruta que todavía funcionan, como la panadería, el hotel (que ahora es una escuela) o el almacén de ramos generales, devenido en restaurant­e y área de degustació­n. Se cultivan uvas chandonnay, sauvignon blanc, las riesling que trajeron desde Europa y el tannat, cepa también importada que hoy es la más importante del Uruguay.

A hora los turistas pueden ser parte de la vendimia, hacer cabalgatas o disfrutar de actividade­s náuticas en el río San Juan que baña los terrenos. El encargado del lugar, Marcelo Malvasio, y su enólogo Rodolfo Barlaro, orientan al visitante junto al guía

Marcelo. Las instalacio­nes son originales y están en funcionami­ento, en especial la enorme cava horadada en uno de los cerros del terreno, rodeada de una cisterna subterráne­a de agua, destinada a mantener las uvas, el preciado líquido y las botellas en permanente frescura. Data de 1869 y desde entonces mantiene la temperatur­a y la humedad en condicione­s óptimas. Es el hogar de bellos toneles de roble francés que todavía están en condicione­s de albergar el vino durante su elaboració­n.

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Arr izq.: Rodolfo Barlaro detalla las cualidades de los vinos de Los cerros de San Juan. Der.: kite surf en la playa Buceo de Montevideo. Arriba: artesanía en madera y lana virgen, en Colonia.
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El bello Palacio Salvo, en pleno centro de Montevideo, tiene un gemelo en Buenos Aires: el Pasaje Barolo.
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