Weekend

Recompensa­s en los bajos.

La pesca de tarariras en este ámbito del corredor de Ruta 2 es muy efectiva con artificial­es, porque en las zonas de desbordes el agua se calienta rápido.

- Por Wilmar Merino.

En Salada de Monasterio, la pesca de tarariras es muy efectiva con artificial­es, porque en las zonas de desbordes el agua se calienta rápido.

Es un clásico del corredor de Ruta 2. Y hay que aprovechar­lo en su mejor momento, que es cuando está un poco crecido y presenta algunos desbordes que son canchas increíbles para pescar tarariras. La Salada de Monasterio, de ella hablamos, es una atípica laguna del corredor por no pertenecer al sistema de Las Encadenada­s, aunque en tiempos de lluvias intensas termina conectada mediante un arroyuelo a El Burro-Adela.

La laguna cuenta con aguas surgentes que mantienen su nivel, y su virtual aislamient­o en tiempos de lluvia, que impiden el tránsito por los siete kilómetros de camino de tierra que la separan de la Ruta 2, hacen que siempre tenga una presión de pesca muy limitada, hecho que redunda en sus saludables poblacione­s de tarariras y pejerreyes.

Laguna escuela que será usada como testigo para un programa de siembra (se ven los jaulones de cría de alevinos en el espejo de mayor cercanía del embarcader­o). Allí constantem­ente se mide su PH y sus variables para garantizar la aptitud para tal fin.

Con testeo previo

El camping cuenta con frondosa arboleda y toda la laguna ofrece un entorno agreste y lleno de vida. Nuestra inquietud por visitarla surgió del contacto con un grupo de pescadores señueleros que son habitués de ese espejo, y que nos venían dando cuenta de los excelentes rindes de tarariras con artificial­es.

Combinamos una salida entonces con dos amigos de este grupo, el Cebolla Moyano y Leo Cejas, quienes nos esperaron en el embarcader­o, con bote propio para recorrer los bajos más rendidores de la laguna, que ellos tenían perfectame­nte testeados, ahorrándon­os horas de ensayo y error. La primera sorpresa fue verlos clavar una tararira a la derecha del embarcader­o, en un bajito rendidor, mientras nosotros armábamos las cañas. Allí supimos de entrada que estábamos en las mejores manos, con verdaderos deportista­s que enseguida procuraron devolver el ejemplar, de unos dos kilos.

Ya con todo listo, arrancamos la avent u ra en diagonal y hacia la derecha del embarcader­o, cruzando la alguna hasta un bajo amplio donde podíamos pescar tanto al vadeo como caminando por la costa. En este ámbito que tenía todo para darnos un festival de tarariras, sin embargo, no tuvimos un pique. Pasamos a otro ámbito similar –hablamos de leng uas de agua que ganan los campos– conocido por nuestros anfitrione­s como el “bajo de los duraznillo­s”. Allí probamos con ranas antienganc­he y señuelos crankbaits, pero lo que me dio suerte fue una combinació­n de señuelo blando

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Con la laguna crecida, los desbordes serán los sitios a testear. Entre la vegetación sumergida, que da refugio a la tararira, y la superficie hay una pequeña franja de agua para operar señuelos específico­s.
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Los tamaños suelen mejorar en las últimas horas del sol, cuando la especie se torna más voraz y menos selectiva en los ataques.

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