Recompensas en los bajos.
La pesca de tarariras en este ámbito del corredor de Ruta 2 es muy efectiva con artificiales, porque en las zonas de desbordes el agua se calienta rápido.
En Salada de Monasterio, la pesca de tarariras es muy efectiva con artificiales, porque en las zonas de desbordes el agua se calienta rápido.
Es un clásico del corredor de Ruta 2. Y hay que aprovecharlo en su mejor momento, que es cuando está un poco crecido y presenta algunos desbordes que son canchas increíbles para pescar tarariras. La Salada de Monasterio, de ella hablamos, es una atípica laguna del corredor por no pertenecer al sistema de Las Encadenadas, aunque en tiempos de lluvias intensas termina conectada mediante un arroyuelo a El Burro-Adela.
La laguna cuenta con aguas surgentes que mantienen su nivel, y su virtual aislamiento en tiempos de lluvia, que impiden el tránsito por los siete kilómetros de camino de tierra que la separan de la Ruta 2, hacen que siempre tenga una presión de pesca muy limitada, hecho que redunda en sus saludables poblaciones de tarariras y pejerreyes.
Laguna escuela que será usada como testigo para un programa de siembra (se ven los jaulones de cría de alevinos en el espejo de mayor cercanía del embarcadero). Allí constantemente se mide su PH y sus variables para garantizar la aptitud para tal fin.
Con testeo previo
El camping cuenta con frondosa arboleda y toda la laguna ofrece un entorno agreste y lleno de vida. Nuestra inquietud por visitarla surgió del contacto con un grupo de pescadores señueleros que son habitués de ese espejo, y que nos venían dando cuenta de los excelentes rindes de tarariras con artificiales.
Combinamos una salida entonces con dos amigos de este grupo, el Cebolla Moyano y Leo Cejas, quienes nos esperaron en el embarcadero, con bote propio para recorrer los bajos más rendidores de la laguna, que ellos tenían perfectamente testeados, ahorrándonos horas de ensayo y error. La primera sorpresa fue verlos clavar una tararira a la derecha del embarcadero, en un bajito rendidor, mientras nosotros armábamos las cañas. Allí supimos de entrada que estábamos en las mejores manos, con verdaderos deportistas que enseguida procuraron devolver el ejemplar, de unos dos kilos.
Ya con todo listo, arrancamos la avent u ra en diagonal y hacia la derecha del embarcadero, cruzando la alguna hasta un bajo amplio donde podíamos pescar tanto al vadeo como caminando por la costa. En este ámbito que tenía todo para darnos un festival de tarariras, sin embargo, no tuvimos un pique. Pasamos a otro ámbito similar –hablamos de leng uas de agua que ganan los campos– conocido por nuestros anfitriones como el “bajo de los duraznillos”. Allí probamos con ranas antienganche y señuelos crankbaits, pero lo que me dio suerte fue una combinación de señuelo blando