Un paraÌso donde El Diablo vive.
Travesía en canoa por el río Bermejo, Salta. Un sitio de increíble majestuosidad, dominado por la fauna y la soledad del paisaje de playa El Diablo.
Travesía en canoa por el río Bermejo, Salta. Un sitio de increíble majestuosidad, dominado por la fauna y la soledad del paisaje de la playa homónima.
Con ansias de múltiples aventuras, escapamos hacia Salta con Aldo Rivero. Nos alojamos en la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, rodeados de montañas, selvas pedemontanas, yungas y el río Bermejo que dan un encuadre ideal para realizar diversas actividades de aire libre. Fuertes lluvias habían dejado los caminos rurales en condiciones sólo aptas para vehículos 4x4. En uno de ellos, el guía local José Basualdo nos condujo en búsqueda de la playa El Diablo. A través de plantaciones de mango, bananos, papayas, naranjos, pimientos y tabaco, hicimos el recorrido de 18 km y, con permiso previo de los propietarios del lugar, llegamos a las orillas del Bermejo. Apenas bajamos a la playa, vimos desprenderse del imponente peñón un desmoronamiento sobre el río, advirtiéndonos del peligro de cruzar o navegar cerca de esa orilla.
Mientras José y su equipo preparaban el campamento con comedor, baño, carpa y –por supuesto– el fuego para el asado, nosotros bajamos las canoas que fueron fabricadas especialmente para estas aguas: fibra de vidrio muy reforzada para soportar los posibles golpes de piedras y troncos semisumergidos en el río. Estos mode- los cuentan con dos estancos con acceso mediante tapas herméticas para guardar equipos, posacañas y una heladera de espacio considerable en el centro, que también sirve de asiento para un tercer pasajero. El solo hecho de mirarlas desataban las ganas de cargar todo e irse a navegar por varios días.
Acompañados por Matías Rodríguez en un kayak de travesía, Pablo Mealla y Aldo ocuparon una canoa, mientras que José y yo fuimos en la otra. Como remos utilizamos los que se usan en los kayaks, en vez de los clásicos para canoas de una sola cuchara. Los de doble cuchara de tipo bracsa cargan muchísima agua al momento de remar y permiten impulsarnos fuertemente hacia adelante. La técnica de remada es la misma utilizada en los kayaks, aunque la posición resulta más comoda.
Decidimos comenzar nuestra travesía retomando el caudaloso río de color rojizo bien cerca de la orilla. De esta manera se pueden evitar las grandes corrientes en contra que alcanzan su mayor velocidad hacia el centro del cauce. La idea era consumir todas nuestras energías remando corriente en contra para luego poder hacer el descenso del río corriente a favor y poder disfrutar más del paisaje. Si hiciéramos lo contrario podríamos correr el riesgo de descender muchos kilómetros en pocos minutos, y luego no tener las energías necesarias para volver al punto de partida. Luego de remar por una hora y media ya estábamos exhaustos.
Desembarque en la playa
El aporte de grandes sedimentos (hasta 8 kg/m2) que este río deposita en las orillas, forma albardones e islas. En una de ellas con vegetación que nos podía proporcionar buena protección del sol decidimos
desembarcar. Desgraciadamente la pesca era nula debido a las lluvias de los días anteriores, ya que el río estaba turbio y arrastraba mucho sedimento aportado por los arroyos y ríos tributarios. La naturaleza exuberante nos dejó maravillados. Luego de un rato de caminar por isla arenosa, José nos mostró huellas de tapir, carpincho y yaguarundí (o gato salvaje similar), además de los rastros de la avifauna del lugar. Si en esta isla cercana encontramos esto rastros –pensé–, ¿qué nos puede deparar navegar río arriba, donde es más salvaje todavía?
Retornamos al campamento donde el humo presagiaba buenas noticias y a la sombra del gazebo arrasamos con el asado. En ese momento recibimos un nuevo invitado: Alejandro Espeche, fotógrafo de fauna y nativo de la provincia. Nos relató que Salta posee el 66 % de las aves argentinas en su terri-
torio, y que Orán cuenta con el 70 % de ellas. Con la selva de yungas a solo 20 km, abundantes bañados y lagunas que sirven como sitios de nidificación, es un destino ideal para los observadores de aves y cazadores fotográficos.
Más propuestas
Seguimos disfrutando del día soleado, navegando las corrientes río abajo y luego retomando por las orillas, única manera de lograrlo por la impresionante fuerza del caudal. Otra posibilidad que nos ofrecía José era la logística para poder hacer la bajada de los ríos Pescado, Tarija o el Bermejo en uno o más días, acampando, pescando y luego retornando en su vehículo, pero lamentablemente no disponíamos de tiempo en esta ocasión. El Bermejo tiene en su recorrido numerosos pozones de más de 10 m de profundidad, y en las épocas de desbordes se forman “palizadas” por el arrastre de árboles enteros, que tornan muy peligrosa su navegación.
A medida que caía la tarde también venía la mejor hora para el avistaje de aves: garzas, espátulas rosadas, chajás, martín pescador, aningas, curvillos y chumucos retornando a sus nidos, halconcitos cazando y bandadas de chiripepes ruidosos. El potencial de Orán en lo relativo al avistaje de fauna y caza fotográfica es promisorio. A solo 20 km de la ciudad ya se pueden apreciar en las orillas de las lagunas yacarés y carpinchos, corzuelas, conejos y lobitos de río, todos residentes de la zona de las yungas, mientras que carpinteritos de tamaño ínfimo a bandadas de ruidosos tucanes se aprecian en la mayoría de los sitios. Una de las “figuritas difíciles” es el burgo ( Momotus momota), retratada por Alejandro Espeche recientemente en unos los pocos registros que hay para esta especie en nuestro país.
La impresionante Peña del Diablo, con más de 50 m de altura dominaba todo el escenario y en tanto que el sol giraba iba tornando su color del marrón al ocre, para virar al naranja en el último lamparazo de luz. El Bermejo nos dejó sin palabras, solo se escuchaba el piar de los pájaros y el ruido de la corriente. Era cuestión de poner fecha para volver a pescar y navegarlo.