Weekend

La Rioja verde y desconocid­a.

Entre Olta, Tama y Chamical, la Quebrada de los Cóndores propone paisajes fértiles historia, cabalgatas y el encuentro con las grandes aves.

- Por Pablo Donadío.

Entre Olta, Tama y Chamical, la Quebrada de los Cóndores propone paisajes fértiles, historia, cabalgatas y el encuentro con las grandes aves.

Llegar a Olta desde las siempres concurrida­s Buenos A ires o Córdoba, implica trascender una barrera geográfica, histórica y cultural, pero sobre todo, una concepción distinta de los tiempos, la velocidad, las necesidade­s de estos pueblitos ausentes del imaginario citadino. En la estación, roja del polvo inmediato y del que domina el horizonte, nos espera Jorge ( W hatsapp: +549 3826 405981), guía de la quebrada. “Antes de subir podemos dar una vuelta por El Chacho”, dice sin más. Habla del museo ubicado en Loma Blanca en honor a Ángel Vicente Peñaloza, acaso el caudillo nacional más emblemátic­o, símbolo mismo de La Rioja junto a Facundo Quiroga y Felipe Varela. Y dice subir, porque nuestra travesía ocurrirá en gran parte sobre aquella extraña y fértil montaña que ahora vemos desde lejos, pero que irrumpe en medio de estos paisajes con curiosa singularid­ad: la temperatur­a baja 10 grados, todo es verde y fértil, y arroyos y vertientes de aguas cristalina­s le otorgan vitalidad. En medio de ese universo, cobijada por sus cerros, la estancia de la Quebrada de los Cóndores (www.postalosco­ndores.com.ar / FB: postalosco­ndores) es el refugio de las colosales aves andinas.

Caminos y caminitos

“Hay a lboroto hoy porque están preparando los desfiles gauchescos y el fogón para un nuevo aniversari­o del asesinato”, cuenta el guía sobre la movida que hay en Olta, pero también en

Tama y Chamical, para homenajear a El Chacho. Allí cerca, otro Peñaloza es protagonis­ta: se trata de Gabino Coria Peñaloza que, inspirado en un sendero local compuso la poesía del tango “Caminito”, a la que Juan de Dios Filiberto puso música en 1926.

La posta sigue, ahora sí, a la estancia de los Vega, sede de la quebrada. La travesía, piedrones, curvas y algunos precipicio­s de por medio, dura poco más de una hora, tiempo perfecto para saber sobre el camino, los parajes y sus costumbres, hasta que la chata se apaga. Juan y José ( Joyo), nos s reciben allí con el mate de bienvenida envenida y las llaves de una habitación con más de 200 años de historia. Son los hermanos herederos del lugar, tan distintos entre ellos que se complement­an magníficam­ente. Mucho ha cambiado desde nuestra última visita: ya hay 36 plazas (habitacion­es con fachadas originales, paredes de 70 cm y algunas con cocina), una piscina espectacul­ar, cable y otros servicios. Lo que no ha variado es la hospitalid­ad. “¿Quieren un mate riojano?”, dice Joyo advirtiend­o la porteñidad de los visitantes, mientras echa cucharadas de azúcar y yerba sin restricció­n. El qque que a av is a no traiciion traiciona. Al rato, Juan yy ya a está afeitaa afeitado parap para salir a ddar dar c clases a nueve cchic chicos de distintas edade edades de la escuelita que está a 10 km. ToTdo Todo aquí habla del camino, cammino y las distancias se miden en esfu esfuerzo y no ya en kilómetros kilómetros. No Nomás pensar cuando desde Tama se traía todo tras cinco horas a lomo de burro, incluida la heladera Siam que fue ensamblada por un técnico para hacerla funcionar a querosén. Si hasta hubo una imagen publicitar­ia de la marca donde decía: “Hasta acá llegamos”, junto a una fotografía de la heladera en plena montaña, según cuenta Joyo.

Guía de caminata Mig‘ uel Romero “Los abuelos dicen que en el pasado estas piedras que vemos en el camino eran blandas, y de allí los moldes que el hombre generó, como los morteros. Con el tiempo se endurecier­on, dejando estas formas”, cuenta. Con él compartimo­s larga charla con la excusa de alguna parada, al punto de terminar sabiendo de nuestras familias y qué deseamos de nuestras vidas. Placeres que estos viajes permiten.

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El senderito de Olta que dio vida al
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A la izquierda, la cabalgata recorre arroyos y cerros hacia el filo del mirador. En el medio, el balcón de Las Pirquitas en Las Higueras. Al lado, una vista de la estancia de los Vega, en la Quebrada de los Cóndores.
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famoso tango “Caminito”, producto de un n gran amor.

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