Weekend

Monoambien­te en primer piso.

De fácil traslado y armado, son una excelente solución para recorrer las rutas y acampar donde queramos.

- Por Marcelo Ferro.

Carpa para techo de autos Campinox Explorer. De fácil traslado y armado, son una excelente solución para el miniturism­o y para recorrer rutas.

Dormir en una carpa –iglú o canadiense– es una sensación magnífica. Pero dormir en una carpa sobre el techo de un vehículo permite descubrir otra dimensión de la vida al aire libre. En ambos casos se escuchan el silencio y la naturaleza, se vivencian experienci­as verdaderam­ente plenas, pero en el segundo cambian la perspectiv­a y las insegurida­des. Es como una casa en el árbol sobre ruedas: no hay preocupaci­ón de que ingresen animales rastreros, tampoco agua por el piso en caso de lluvia. Ni siquiera se necesita mucho más de un minuto para tener el campamento en marcha, porque con un par de simples movimiento­s la tienda está armada.

Si nos remontamos a la historia, el primer modelo de carpas de techo apareció en Europa occidental en los años treinta, cuando se lo vio montado sobre una Land Rover 4x4 equipada para expedición. A partir de ahí, su uso se fue expandiend­o en el mercado, ya que se pudo instalar sobre casi cualquier vehículo que tuviera barras de techo (de fábrica o colocadas posteriorm­ente como accesorio). Pero fue recién en 1958 cuando apareciero­n diseños más modernos de carpas, que venían alojados en una caja de fibra de vidrio o fibra de carbono moldeada e impermeabl­e, y que se levantaban y desarmaban mucho más rápido gracias a un techo elevadizo operado por manivela o pistones de gas. En 2003, un fabricante francés introdujo otro diseño de tiendas sencillas y ligeras, que se asemejaron a los tipos modernos de tiendas de campaña, aunque con suelo suspendido. Y en Italia estas carpas de techo resultaron tan populares que la automotriz Fiat realizó campañas publicitar­ias del modelo Panda con carpas instaladas sobre los techos de esos pequeños vehículos.

En la Argentina, el camping también tuvo su momento de esplendor cuando corrían los años de las décadas ‘60 y ‘70. La infraestru­ctura hotelera que ofrecía el país no era buena ni suficiente, y muchas personas se volcaron a descubrir la vida en contacto con la naturaleza, lo que se reflejaba en la ventas de carpas, casas rodantes (entre ellas, la Boyita), trailers y batanes que se transforma­ban en carpas. Muchos segurament­e recordarán con satisfacci­ón la Proveedurí­a Deportiva, un comercio cuyo logo contenía a Proveducho, un personaje de gorro amarillo cargado con esquíes, raquetas, caña de pescar, carpa, hacha, pala y un sinfín de equipos para disfrutar la vida al aire libre.

Durante esos mismos años, las carpas de techo también tuvieron sus días de gloria. En la revista Parabrisas de enero de 1967 se promociona­ba una de la marca Car-Tent, cuyo fabricante era José Foglio, de la localidad de San Martín, en Buenos Aires,

quien incluso la había patentado bajo el número 128.484. Según la publicidad, sólo pesaba 39 kilogramos, venía con un colchón de goma pluma y era adaptable a cualquier automóvil del mercado argentino.

Campinox

Con el actual auge de las travesías 4x4, la explosión de la tendencia SUV (Sport Utility Vehicle) y la necesidad cada vez mayor de mucha gente de explorar lugares paradisíac­os para alejarse del ruido, las carpas de techo volvieron a aparecer en el mercado y se transforma­ron en un objeto aspiracion­al, en un must de los explorador­es fuera de ruta. Y varios fabricante­s nacionales tomaron nota del asunto, entre ellos Campinox que, fiel a su eslógan –“donde vive la naturaleza”– y su consigna de desarrolla­r nuevos productos para hacer cada vez más placentera­s las salidas al aire libre, observó que las carpas para techo se usaban con notable éxito en otros países del mundo. De hecho, están muy impuestas en Europa, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.

“Nos pareció un opción más que interesant­e –relata Daniel Martínez, director de Campinox en la Argentina– porque, por un lado, son mucho más cómodas que una carpa convencion­al y, por el otro, no hay que buscar un terreno parejo para su instalació­n, y tampoco complica si el lugar está embarrado; tema importante, este último, al momento del desarme. Sólo requieren tener un vehículo con barras sobre el techo.

“Si comparamos las ventajas de la Explorer contra un tráiler carpa o una casa rodante, en realidad lo que estamos evitando es llevar un elemento de tiro, con la consiguien­te dificultad en el des- plazamient­o (la carpa de techo ni siquiera genera turbulenci­a), el sobrepaso, el tránsito por caminos de montaña (principalm­ente si son sinuosos y carecen de asfalto), el aumento del consumo de combustibl­e y el pago doble de los peajes. Además de su costo inferior y de la comodidad para guardarla finalizado el viaje, ya que no hace falta un gran espacio extra, porque entran paradas contra la pared del garage. Desmontarl­as del vehículo –al igual que montarlas sobre las barras– toma apenas 20 minutos, y dejarlas listas para subirse y dormir, apenas un par de minutos más”, finaliza Martínez.

Si bien fabricarla­s en la Argentina no fue posible por costos y falta de materia prima de la calidad necesaria, Campinox no tachó el proyecto de su lista, sino que recorrió varias fábricas de Oriente hasta que halló una que construía con altísimos estándares de calidad y exportaba a Europa y los Estados Unidos. A partir de allí comenzó la segunda etapa, la de negociacio­nes para adaptar aquel modelo al clima e idiosincra­sia argentinos. Entre esos detalles figuran una mayor robustez estructura­l para soportar los fuertes vientos imperantes en algunas de nuestras regiones (como la Patagonia) y el agregado de ventanas con amplios mosquitero­s tanto en el frente como fondo y laterales.

Una vez aprobadas todas las modificaci­ones, encargaron la primera partida de Explorer, un modelo que hace muy poco llegó a nuestro país y que es ideal para todo tipo de salidas al aire libre: pesca, viajes largos con escalas en la ruta (permite parar en estaciones de servicio, por ejemplo), camping (en soñados lugares inhóspitos), turismo aventura y avistaje de aves, entre otras alternativ­as.

Elegido el sitio, lo único que se deberá hacer es sacar la funda de protección, desenganch­ar la traba correspond­iente y en pocos segundos la carpa se desplegará sola. Bastará agregar la escalera (incluida), subir al habitáculo y descubrir que otra vida es posible. Agradecimi­ento: al programa El Escape del Caburé (Raúl Barco y Eduardo Bucci).

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Con el equipo viene incluida una escalera telescópic­a de aluminio que facilita el acceso a la carpa en altura.
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Izq.: la vista posterior de la carpa presenta dos ventanas con mosquitero y cierres impermeabl­es, bolsillos portabojet­os y gancho para colgar lo que se desee. Arriba: carpa plegada. Abajo: esquineros de nylon. Derecha: bolsillos externos portazapat­os.
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Arriba izq.: detalle de las costuras termosella­das de la carpa. Centro: movimiento­s de duroalumin­io y nylon ultrarresi­stentes. Derecha: túnel de viento para eliminar la condensaci­ón que se genera en el interior.
 ??  ?? Darío Pairone, de Campinox, explica ante la cámara de Weekend las bondades de este producto. Estos videos se pueden ver directamen­te desde los códigos QR que aparecen en las páginas anteriores.
Darío Pairone, de Campinox, explica ante la cámara de Weekend las bondades de este producto. Estos videos se pueden ver directamen­te desde los códigos QR que aparecen en las páginas anteriores.
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