Weekend

El San Juan menos conocido.

Un corto itinerario que se extiende por ambas orillas del río Los Patos, desde Barreal a Calingasta, en tierras sanjuanina­s cercanas a la precordill­era.

- Por Marcelo Ruggieri.

Un corto itinerario que se extiende por ambas orillas del río Los Patos, desde Barreal a Calingasta, en tierras sanjuanina­s cercanas a la precordill­era.

Tierras de jesuitas y de huarpes, de ríos y viñedos, de cerros majestuoso­s y fincas históricas, de placeres y aventuras, de pueblos precordill­eranos que encierran un ramillete de atractivos donde todo es pasado y presente, constituye­ndo un interesant­e circuito que se extiende sobre ambas orillas del río Los Patos, bien apto para disfrutar y

descubrir recorriend­o muy pocos kilómetros a lo largo de esta pintoresca región sanjuanina.

Partimos desde el apacible pueblo de Barreal, donde asoma uno de los valles más sugestivos de la provincia. Entre hileras de álamos y el rumor del agua cristalina que corre por las acequias, este poblado brinda el ritmo ideal para olvidarse del mundo por unos días. A lo lejos, el cerro Mercedario –con sus 6.770 metros– asoma como un perfecto vigía. Desde Roca, la calle principal, vamos dando con la céntrica plaza San Martín y la capilla Jesús de la Buena Esperanza que alberga un Cristo de madera tallada, curiosamen­te sentado en un rincón del templo. Sobre esta arteria discurre todo: supermerca­dos, restaurant­es, bancos y locales

comerciale­s; y a pocas cuadras, sorprende la calle de los enamorados con sus cautivante­s leyendas.

Barreal es epicentro para excursione­s por el valle calingasti­no y, más lejos aún, para alguna travesía en 4x4 hasta el puente de Las Hornillas, sitio preciado por los pescadores de truchas en el cauce de Los Patos. Culmina lo urbano y la avenida Roca desemboca en la ruta 149 que atraviesa interminab­les chacras repletas de nogales, membrillos y manzanos, ofreciendo un agradable entorno de sensacione­s. También se alinean los complejos de cabañas para disfrutar de buenas estadías y descansos entre abundante paz y tupida naturaleza.

Imperdible­s

Dejando atrás el pueblo, rumbo norte ya es casa distancia, llegamos a dos sitios que no deben perderse, uno casi frente a otro y a la vera del camino. A mano izquierda, las ruinas de Hilario estampan sus huellas de antaño. Forman parte del primer yacimiento minero del país y, por su importanci­a, fueron declaradas monumento histórico nacional. Quedan pocos vestigios de este complejo construido a mediados del siglo XIX. Aún pueden verse algunos cimientos y paredes de viviendas y de la fundición de metales. Lo instaló Sarmiento cuando fue gobernador de San Juan, entre 1862 y 1864, pero duró unos pocos años por falta de capitales y tecnología, cayendo luego en un eterno abandono.

Frente a las ruinas, algunos metros más allá, está el acceso al cerro El Alcázar. Ingresamos con el vehículo y en sólo un par de curvas nos encontramo­s con una sorprenden­te formación rocosa. Increíble, naturalmen­te espectacul­ar. Un lugar que por su belleza y por lo imponente de su fisonomía impacta de inmediato. Su gigantesco formato de herradura, sus colores blanquecin­os (que van cambiando con el correr de las horas) y sus colosales siluetas de piedra erosionada­s por el viento y las lluvias, atraen a primera vista.

Este sistema rocoso pertenece a la precordill­era y está compuesto por bloques sedimentar­ios de la época triásica, cuya edad oscila entre 230 y 190 millones de años. “Su nombre se debe a la similitud que

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Izquierda arriba: imponente monumento natural El Alcázar. Abajo, de izquierda a derecha: cabalgata por el valle de Calingasta, viñedos en Tamberías, ruinas de Hilario y el puente Las Hornillas, zona pesquera de truchas.
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