Weekend

Más allá de los límites.

Expedición en ATVs a lo más profundo y desconocid­o del norte argentino, rozando la frontera jujeña con Bolivia. Tres días y más de 600 km de pura emoción.

- Por Marcos Roldán.

Expedición en ATVs a lo más profundo y desconocid­o del norte argentino, rozando la frontera jujeña con Bolivia. Tres días y más de 600 km de pura emoción.

Recorrer 630 asombrosos kilómetros en ATVs es un desafío con mucha adrenalina. Y para ello elegimos la RN 40 al norte, y un sinfín de caminos alternativ­os que nos llevaron a los más profundo y oculto del NOA. El punto de encuentro para esta gran expedición fue la jujeña Susques, lugar que nos sirvió para amigarnos con la altura y poder acomodar todo nuestro equipo en los vehículos. También para alistar la camioneta que tan gentilment­e nos prestó nuestro amigo Federico y que trasladó Rubén con la finalidad de transporta­r el combustibl­e hasta el Km 200, logística fundamenta­l para completar el ambicioso recorrido.

> Día 1 (190 km). Luego de un desayuno liviano y de pasar con nuestra colorida caravana por Susques para el asombro de los locales, tomamos la RN 40 nueva. Ni bien se sale del pueblo, el marco montañoso es impensado: cerros nevados, ocres y rojizos acompañan el sinuoso camino que va trepando y deja descubrir la magnitud en el horizonte. Aproximada­mente a mitad del trayecto nos desprendim­os de la ruta principal, más precisamen­te en Minas Pirquitas, para tomar un casi fuera de camino con rumbo noroeste que nos llevaría a los 4.720 msnm rodeando el volcán Granada con una vista privilegia­da de su cara oeste totalmente nevada, y comenzar un descenso muy pintoresco a Lagunillas del Farallón.

Desde acá no era mucho lo que nos quedaba para llegar a Cusi Cusi, pero una imprevista tormenta

que le sumó más paisaje y aventura apuró el descenso de los imponentes caracoles para tratar de llegar sin mojarnos. Ya con todos en el campamento bajo techo –y secos–, la lluvia fue un mal menor que sobrelleva­mos con una cena reparadora y larga sobremesa incluida.

> Día 2 (240 km). Nos esperaba una larga jornada, así que de antemano ya estábamos concientiz­ados de que volveríamo­s de noche al campamento. Saliendo de Cusi Cusi se encuentra el pequeño valle de la luna jujeño, unas extrañas formacione­s coloradas que impactan la vista de cualquier aventurero que se atreve a estas la

titudes. Kilómetros más adelante, y después de cruzar varias veces el río Granadas, se ingresa a la impresiona­nte quebrada de Paicone, que durante 11 km se transforma en una postal impensada.

Frontera húmeda

Es bueno aclarar que esta quebrada es el cauce del río San Juan de Oro, que después de su unión con el río Mojón durante 56 km cumple la función de limite húmedo natural entre Argentina y Bolivia. En algunas partes su ancho es de 200 m, pero en verano por las fuertes lluvias en muchas oportunida­des resulta imposible de transitar.

Seguimos con un norte bien definido para llegar a Santa Catalina, donde nos esperaban con el almuerzo. Unos rápidos sándwiches y buena hidratació­n para acomodar el estómago y seguir adelante. Desde acá comenzaría otro viaje. Llegar a El Angosto, la localidad que tiene la particular­idad de ser la población situada más al norte de todas las de la Argentina, y que se ubica a una altitud de 3.581 msnm. Como muchos comentaron, una expedición dentro de otra.

El balcón natural antes del descenso permite tener una vista de los caracoles, ver a lo lejos el pequeño pueblo, el cauce del río San Juan de Oro y la tierra boliviana. Es algo realmente imponente y que quedará para siempre guardado en nuestras pupilas. Son de esas imágenes que a uno le cuesta comprender por la magnitud de las distancias.

Le dimos paso a una Hilux que venía subiendo, casi como que de un colectivo se tratase, ya que no había lugar ni para un alfiler. Para nuestra sorpresa no solo iba mi amigodonMa­mani,responsabl­ede la nueva usina solar que abastece al pueblo de energía, sino también la maestra de la escuela. Es que, siendo viernes, se iban todos a La Quiaca para aprovechar el disimulado descanso. Estos movimiento­s, debido a las distancias, sirven más para aprovision­arse de mercadería que para disfrutar y encontrars­e con sus seres queridos.

Cruzamos El Angosto, ese magnífico caserío y su amable gente que nos dejó a todos mudos, sin entender que en estas latitudes –en la nada misma– lo más poblado está a 90 km (dos horas y media de viaje ante cualquier necesidad y urgencia). La distancia y el tiempo son los que deciden situacione­s, pero así y todo hay un puñado de argentinos haciendo patria.

Seguridad ante todo

Lo que seguía, y pensamos que iba a ser simple, se tornó altamente complejo. Es que el San Juan aún tenía buena carga de agua producto de las últimas lluvias del verano. Una minuciosa exploració­n, y varias pruebas y errores para chequear profundida­des y correntada­s con la clara convicción de disminuir riegos personales y materiales, dio sus frutos. Consumió buen tiempo pero bien valió la pena el trabajo para lograr ganarle a los 200 m de ancho y seguir cami

no por los 90 km del lado boliviano.

Ni bien pisamos suelo extranjero nos dimos un tiempo para cantar las estrofas de nuestro Himno Nacional, ya que el momento, el buen clima humano y las circunstan­cias lo ameritaban. Tal como lo habíamos planificad­o, sabíamos que algunos kilómetros del regreso serían de noche, lo cual con un cielo sobrecarga­do de estrellas, buena temperatur­a y un andar pausado nos permitió regresar al campamento sin novedades para descansar después de los ambiciosos kilómetros conquistad­os.

> Día 3 (200 km). Amanecimos muy temprano ya que teníamos que desarmar el campamento, alistar los ATVs y llegar en horario lógico a Susques para cargar todo. Tras poco andar tuvimos que parar obligatori­amente a sacar fotos de otra gran postal que nos regalaba la naturaleza: el sol que recién asomaba por los filos iluminaba las montañas del oeste dándole un color rojizo muy especial. Continuamo­s la marcha hasta otras magníficas formacione­s, transitand­o por nuevos recorridos y paisajes, y pasadas las dos de la tarde ingresamos en la plaza de Coranzulí, donde aprovecham­os para almorzar y estirar las piernas después de cinco horas de marcha. Un cartel en la iglesia reza la data del 1899, pero no tuvimos oportunida­d de que alguien pudiera confirmarl­a.

Con pocas ganas, porque esta gran expedición estaba terminando, comenzamos a movernos para hacer el último tramo y cruzar el bellísimo salar de Olaroz. Tres días, 22 ATVs, 27 personas y 630 km difíciles de vencer del NOA oculto y casi desconocid­o ya forman parte de nuestra historia.

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 ??  ?? Arriba: todo el grupo que llevó a cabo esta travesía frente a la iglesia de Coranzulí. Según reza un cartel, esta cronstrucc­ión data de 1899. Izquierda: atravesand­o el río San Juan de Oro, que forma el límite con Bolivia. En esta parte tiene 200 m de ancho.
Arriba: todo el grupo que llevó a cabo esta travesía frente a la iglesia de Coranzulí. Según reza un cartel, esta cronstrucc­ión data de 1899. Izquierda: atravesand­o el río San Juan de Oro, que forma el límite con Bolivia. En esta parte tiene 200 m de ancho.
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Arriba: plaza de Coranzulí, donde aprovecham­os para almorzar. Der.: camino entre montañas, si así se puede denominar, ya que en varios puntos apenas pasa la trocha de los ATVs.
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Izq.: cruce del río Granadas. A pocos metros recibe al Ciénaga Grande y se forma el San Juan de Oro. Arriba: campamento en Cusi Cusi.

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