Weekend

Temporada en marcha.

Con la asistencia de tres bretones nos enfrentamo­s a zonas de pastos altos y los primeros fríos entre rastrojos de girasol y potreros de hacienda. Perdices parece que hay de sobra.

- Por Daniel Callisto.

Con la asistencia de tres bretones nos enfrentamo­s a zonas de pastos altos y los primeros fríos entre rastrojos de girasol y potreros de hacienda de la zona de Tapalqué. Perdices parece que hay de sobra.

Desde días antes de que fuera habilitada la temporada de caza menor ya tenía el visto bueno de Diego Agrelo y su padre –Elías– para concurrir a un campo de Tapalqué el sábado 4 de mayo. Previament­e habíamos visitado otras localidade­s (Rauch, Ayacucho, Tandil.) con el fin de efectuar esas charlas de tranquera en busca de permisos para otros terrenos, así como también lugares de alojamient­o y un pronóstico cinegético.

Para los primeros disparos elegí esa ciudad del centro de la provincia de Buenos Aires (ubicada a 273 km de la Capital Federal y a 52 de Azul), porque es ideal debido a la extensión de sus campos y buena pastura, zona de cría de ganado por excelencia. Allí nos encontrarí­amos con Feliciano Aguirre, quien oficiaría de guía y aportaría los perros para la jornada (tres bretones blancos y marrones: Roco de seis años, Frida de dos y Cielo de cuatro).

Comparativ­o en duplas

Decidimos emprender el viaje la tarde anterior con la intención de descansar bien para disfrutar de la cacería sin inconvenie­ntes, sabíamos que los pastos estaban altos, según comentario­s previos de Feliciano. Por otra parte, la experienci­a iba a ser luego compartida con Horacio Gallo, amigo y gran colaborado­r de esta revista, quien simultánea­mente se encontraba cazando en el partido de General Guido. La idea era comparar terrenos, cantidad y tipo de fauna de cada localidad.

En la mañana, como es costumbre, nos dirigimos a la comisaría para registrar los permisos, armas y avisar dónde andaríamos cazando; esto es fundamenta­l para evitar imprevisto­s, dado que el patrullaje de la policía rural es exhaustivo debido al cuatrerism­o en la zona. Las escopetas utilizadas serían dos yuxtapuest­as, una calibre 12 con choke 1/2 y full –que estaría en manos de Elías– y una calibre 16 de origen belga que usó Diego. Yo opte por mi legendaria Browning del 12 con chokes 1/4 y 1/2 . En cuanto a los cartuchos, de 30 gramos para la 16, y de 32 y 28 gramos para las 12, con cargas de 32 gramos y 28 gramos, todos con perdigones del 7,5.

La mañana se presentó fresca, con una temperatur­a de 12 grados, una neblina espesa que nos iba envolviend­o con una leve llovizna y un viento tenue, pero constante. Hicimos un recorrido previo para verificar el tipo de terreno de dos potreros conocidos en otras temporadas, y notamos los pastos excesivame­nte altos por un lado, y con rastrojos de girasol y maíz por otro. En los rastrojos es bueno tener en cuenta la dirección en que fue cosechado el cultivo, dado que si se camina en sentido opuesto al que lo hizo la máquina se corre el riesgo de tropezar con facilidad con los tallos quebrados.

Emprendimo­s caminos opuestos: Elías y Feliciano salieron con Cielo bordeando un rastrojo de maíz, y nosotros lo hicimos en dirección contraria con Roco en un potrero empastado, lo que

hacía muy dificultos­o el desplazami­ento. Por suerte no tuvimos la presencia de mosquitos, que en los últimos años suele darse en las primeras salidas debido a la ausencia de heladas para ésta estación, producto del cambio climático y el retraso de los fríos.

Cuota en media jornada

Al poco tiempo de caminata tuvimos la primera marca del bretón. Diego asistió al can para que levante la pieza, el vuelo fue de fondo y hábilmente derribó la presa. En ese momento comprobamo­s la gran utilidad de perros aportadore­s de piezas abatidas, pues el 80 % del terreno estaba con el pasto por arriba de nuestras rodillas. Tampoco tardamos en darnos cuenta de que debíamos tomar referencia del lugar donde caían las piezas: mientras uno tiraba el otro observaba detenidame­nte para que la recuperaci­ón no se frustrara. Con el transcurso de la mañana la neblina se fue disipando, pero las perdices se levantaban poco para nuestro entusiasmo. Sin embargo, en el potero adyacente se oían las detonacion­es que provenían de la escopeta de Elías, quien en media jornada cumplió la cuota de perdices por día/cazador.

Llegado el mediodía nos movimos de cuadro, a unos 600 metros del lugar donde estábamos, ya con sol, una temperatur­a agradable y los pantalones secos del rocío de los pastos de la mañana. Esta vez el potrero era de hacienda, con una pradera más soportable para el andar de la perra, y más fácil el cobro de las piezas abatidas. En esa oportunida­d saldríamos con Frida, la joven bretona, que allí secuenció no menos de 10 muestras de perdices adultas.

Cabe mencionar que no vimos pichonaje, de la categoría “sin ruido”, así denominado­s porque al iniciar el vuelo carecen aun del estruendos­o tableteo de las alas, caracterís­tico de los ejemplares adultos. Como el terreno nos permitía desplazarn­os sin dificultad, la táctica con Diego fue separarnos 30/40 metros uno del otro y conducir a la perra para que realizara un abanico delante nuestro en el sentido que barríamos el potrero, siempre buscando el viento en contra para favorecer el olfato de nuestra compañera.

De esta manera, ante la marca de Frida uno se acercaba al otro para registrar referencia­s de donde caería la pieza y poder asegurarla, dado que habíamos perdido dos perdices entre los espesos pastos. De esta manera, rápidament­e cumplimos nuestra cuota de ejemplares, a tal punto que mientras regresábam­os capturamos con tiros certeros a dos liebres grandes que salieron de nuestros pies.

A medida que nos acercábamo­s al punto de llegada, el terreno se tornabaden­uevoextrem­adamente accidentad­o, por lo que debimos levantar bien las piernas para evitar tropiezos, y para nuestra sorpresa nos topamos con dos ejemplares de perdiz colorada, los cuales contemplam­os en su explosivo vuelo.

Para completar el panorama de caza menor en Buenos Aires, bien positivo a mí entender, podemos afirmar que hay buena cantidad de perdices y pocas liebres, pero buen tamaño en todos los ejemplares de esta zona.

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 ??  ?? Debido a la escasez de heladas, los pastos estaban altos, lo que dificultó la salida de las perdices y exigió nuestro andar. Tuvimos que buscar zonas más bajas para tener mejor performanc­e y no sufrir tanto desgaste en las piernas.
Debido a la escasez de heladas, los pastos estaban altos, lo que dificultó la salida de las perdices y exigió nuestro andar. Tuvimos que buscar zonas más bajas para tener mejor performanc­e y no sufrir tanto desgaste en las piernas.
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Es fundamenta­l usar medias tipo trekking para evitar que se bajen y las botas raspen los tobillos. Imprescind­ible notificar a la policía local, contar con la documentac­ión del arma al día y con los permisos del dueño del campo para evitar imprevisto­s.
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 ??  ?? En caso de niebla o baja visibilida­d, se debe vestir alguna prenda naranja para ser vistos y evitar accidentes.
En caso de niebla o baja visibilida­d, se debe vestir alguna prenda naranja para ser vistos y evitar accidentes.

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