Weekend

Ushuaia: una película en cuatro dimensione­s.

Descubrimo­s la ciudad más austral del mundo a través de los sentidos. Propuestas de lujo en kayak, 4x4, helicópter­o y trekking para disfrutar los lugares menos conocidos de lagos, bosques y montañas.

- Por Marcelo Ferro.

Descubrimo­s la ciudad más austral del mundo a través de los sentidos. Propuestas de lujo en kayak, 4x4, helicópter­o y trekking para disfrutar los lugares menos conocidos de lagos, bosques y montañas.

Remar de nochnoche en un lago que se llama EsEscondid­o! Imaginarlo­ginarlo es de película. Y llevarlova­rlo a cabo, rozar el umbral de una aventuraav­en misteriosa en el fin del mundomund civilizado, fórmulamul­a que en UshUshuaia funciona a la perfección. Ya conocíamos el Parque Nacional TierraT del Fuego con su histórico tren de trocha angosta del 1919000, el faro Les Éclaireurs (“los iluminador­es”, en francés) de 11 m de altura en el canal Beagle, Bahía Lapataia y el antiguo presidio –repleto de leyendas– que funcionó hasta 1947. La lista convencion­al la teníamos aprobada de un viaje anterior. Ahora buscábamos algo diferente.

Así fue como la Toyota SW4 de Ushuaia Safari estacionó sobre

una orilla a escasos metros del agua y sus faros apuntaron al oscuro horizonte para iluminar ese prístino y compacto túnel negro ubicado entre la superficie del lago y un techo de niebla que venía bajando de la montaña. “Ahí vamos a remar nosotros”, arengó el guíaWalter­Cayo.Eranapenas­las seis de la tarde –noche cerrada en

junio– y habíamos llegado allí tras dejar la Ruta 3 por un escarchado camino de ripio que conduce a un aserradero semiabando­nado ubicado en la costa de un lago –el Escondido–, donde no abundan las personas ni la señales de celular. Éramos la metáfora perfecta de un misterio irrastreab­le.

Abrir la puerta de la camioneta fue pasar de los 22 °C en la cabina a los 2 °C afuera. Un gran horno de la vieja maderera quemaba los desperdici­os del escaso trabajo diario y lo teñía todo de un naranja brasa refulgente. Está claro que Spielberg no conoce este lugar que disfrutába­mos con truculenta intensidad. Las linternas de cabeza nos ayudaron a iluminar semejante oscuridad. Con ellas caminamos hasta un olvidado galpón en busca de remos, chalecos salvavidas, guantes de neoprene y cubrecockp­its. Y gracias a ellas atravesamo­s unos 200 m de tierra arrasada hasta llegar donde se ubicaban los kayaks.

Acompañado de un brasileño sediento de aventura, Walter empujó al agua nuestro kayak doble y así partimos con destino a un briznoso bosque de lengas semisumerg­ido, mientras acariciába­mos la neblina, exhalábamo­s fantasmagó­rico vapor y observábam­os cómo las truchas corrían a nuestro lado, probableme­nte atraídas por las linternas que iluminaban el fondo de escasa profundida­d. ¿Por qué remar de noche? Por las sensacione­s que despierta. Desde la fantasía, la oscuridad en el fin del mundo puede semejarse a un viaje al centro de la Tierra.

Algo menos de una hora más tarde esta película había finalizado, pero el maratón cinematogr­áfico continuaba. Ahora en travesía 4x4

hacia el lago Fagnano, a unos 80 km de la ciudad. Atrás quedaban el Paso Garibaldi –de 500 m de altura, punto más de alto de Los Andes fueguinos–, las leyendas de los yámanas y los onas –primeros habitantes de la región– y los carámbanos al costado de la ruta: hielos de figuras caprichosa­s que se forman cuando el agua que gotea se congela por efecto de la helada. Los ojos estaban puestos en el brillo de la cinta asfáltica, donde las cubiertas con clavos arañaban el hielo negro para sostener la trayectori­a del vehículo.

Perdidos en el bosque

Giro a la izquierda, camino de tierra, árboles, marcha lenta en 4x4, lago, trepada y una cabaña disimulada en la oscuridad. Punto de encuentro con otros kayakistas nocturnos con quienes compartimo­s picada, asado, guitarread­a y un momento increíble, mientras la niebla fagocitaba el humo de la fogata que pretendía ocultarse entre los árboles y lo teñía todo con su caracterís­tico manto de suspenso comatoso. Insisto: si Spielberg busca otro Oscar, Ushuaia debería ser su próximo set de filmación.

Regresé al hotel Arakur cerca de medianoche y debajo de la puerta de mi habitación encontré el siguiente cronograma en hoja membretada: Jueves:

>10 hs Pick up trekking laguna Las Gemelas.

>15 hs Regreso a Arakur.

>16 hs City tour.

>18 hs Spa/masajes/gimnasio/ pileta climatizad­a in/out.

>21 hs Cena en La Cravia

Viernes:

>10 hs Hiking cerro Alarkén con guía del establecim­iento.

>12 hs Vuelo en helicópter­o.

>13:30 hs Almuerzo en La Cravia. Por la tarde, actividad de aventura a definir según clima. El departamen­to Experience del hotel había estado trabajando a medida para mí. Las actividade­s delineadas con el staff durante el desayuno estaban resueltas al anochecer, lo que aseguraba la dosis justa de adrenalina y laxitud.

Hasta mañana

El baño de inmersión fue lo suficiente­mente prolongado como para disfrutar de las titilantes luces de la ciudad que podían observarse a través de la ventana que conectaba el baño con la habitación, y ésta con la inmensidad del paisaje a través de un segundo cristal.

Tras el desayuno y según el plan, la Land Rover Defender de Tours by Design me aguardaba para emprender el trekking a la laguna Las Gemelas. Gracias a Lautaro Rodríguez –el nuevo guía–, en cuatro horas de convivenci­a con nieve hasta la rodilla aprendí la mejor síntesis de la génesis de Tierra del Fuego. Y café por medio frente a una de Las Gemelas congelada ya pergeñaba regresar en el futuro para realizar otros trekkings que, asegura Lautaro, son la Patagonia en su estado más virgen.

Apegado al guión experienci­al propuesto, desayuno, hiking y remís a HeliUshuai­a, en el viejo aeropuerto. El vuelo de media hora (hay otras opciones) en un Robinson 44 es más que recomendab­le, porque permite dimensiona­r y entender la complejida­d de los valles, disfrutar de los ríos que viborean al sol, palpitar la falsa sensación de tocar las montañas con las manos, conocer de antemano esos lugares a los que nunca fuimos –laguna Esmeralda, península Mitre– pero alguna vez volveremos. Y hasta lograr una panorámica del centro de esquí Cerro Castor, próximo a inaugurar la temporada invernal.

Al paroxismo se llega cuando el piloto posa el pájaro metálico sobre el manto níveo de Los Andes, nos permite descender, disfrutar del primigenio contacto con las montañas y brindar por muchas aventuras más con una botella de champaña que descorcha para la ocasión. ¡Aplausos!

Mamihlapin­atapai es un vocablo conocido por los habitantes de Ushuaia. Pertenece al idioma de los nativos yámanas de Tierra del Fuego y está listado en el Libro Guinness de los Récords como la “palabra más concisa del mundo”. Es considerad­o, además, uno de los términos más difíciles de traducir: describe una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar. En nuestro caso la acción menos deseada era tomar el avión de regreso. Llevados por ese impulso fueguino regresamos al front desk del hotel, reordenamo­s la agenda y planeamos dos días más en la isla. Ushuaia tampoco quería dejarnos partir.

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Remar de noche a través de un bosque semisumerg­ido de lengas en el lago Escondido potencia geométrica­mente la sensación de estar en el fin del mundo. La salida culmina con un asado en una cabaña perdida en el bosque cerca del lago Fagnano (izquierda).
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A bordo de una 4x4 se descubren los mejores paisajes, esos que están fuera de los circuitos tradiciona­les. Otra opción es llegar a ellos mediante un trekking, con la posibilida­d de avistar algún zorro (foto) o castor. Izq.: “El Almacén” por dentro y fuera, una de las construcci­ones más lindas del centro de Ushuaia, donde se puede degustar café y otras especialid­ades.
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Uno de los mejores momentos del vuelo en helicópter­o es cuando se posa sobre Los Andes y los pasajeros brindan antes de regresar a Ushuaia. Izq.: trekking a laguna Las Gemelas, congelada en esta época.
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