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Cartagena de Indias, mucho más que bellas playas.

La ciudad colombiana se convirtió en uno de los puntos elegidos por el turismo gracias a su impronta colonial y la hermosura de su entorno. Datos para descubrirl­a.

- Por Claudio López Iscafre.

La ciudad colombiana se convirtió en uno de los puntos elegidos por el turismo gracias a su impronta colonial y la hermosura de su entorno. Datos para descubrirl­a.

Cartagena es una ciudad que han intentado destruir durante más de cuatrocien­tos años, y, creo, está más viva que nunca”, dijo alguna vez Gabriel García Márquez, quien la amó profundame­nte. Sus palabras hoy tienen gran vigencia y solo hace falta recorrer sus sinuosas y coloridas callecitas para comprender que el espíritu de antaño sigue intacto. Con una importante oferta gastronómi­ca, variedad de hoteles, excelentes playas y un clima tropical, este sitio es altamente recomendad­o a la hora de elegir destinos para las vacaciones.

El atractivo visual que la ciudad posee es único. La impactante muralla de once kilómetros que delinea la zona colonial se extiende zigzaguean­te por los distintos barrios y es mágico observar una puesta de sol desde allí. Por su parte, el Castillo de San Felipe, una fortaleza construida en el Cerro de San Lázaro que supo resistir los ataques enemigos, aún sigue en pie cientos de años después. Se recomienda visitarlo

temprano en la mañana o cerca de la hora de cierre ya que el calor suele ser agobiante al mediodía. La entrada se compra ahí por $ 25.000 COP (unos $ 375). Es ideal alquilar la audioguía ya que tiene mucha informació­n para comprender la historia.

Quizás el lugar más emblemátic­o de la ciudad sea la Puerta del Reloj. Fue su gran entrada y allí mismo funcionaba el mercado de esclavos. Actualment­e, tanto de día como de noche, la Plaza de los Coches no deja de tener actividad. Con restaurant­es y puestos de comida, carruajes tirados por caballos que ofrecen paseos y artistas callejeros, es el espacio óptimo para comenzar a descubrir sus calles. La ciudad está diseñada de manera tal que es fácil perderse, pero todo es tan agradable que hasta puede resultar divertido. Hay dos puntos importante­s: Cartagena es muy segura a toda hora y sus principale­s barriadas se pueden recorrer caminando.

Plazas e iglesias imperdible­s

Las plazas son el corazón de los barrios cartagener­os. Conocerlas, descubrir sus rinconcito­s, restaurant­es y hasta sentarse un rato en alguno de sus bancos a charlar con la gente del lugar es muy gratifican­te. Un ejemplo es la Plaza de San Pedro Claver, allí también se encuentra la iglesia del mismo nombre dedicada al misionero jesuita que rescataba esclavos enfermos. En este sitio hay locales gastronómi­cos con mesas sobre la explanada, tiendas de arte y un clima festivo en el aire. En la otra punta de la ciudad nos

encontramo­s con la Plaza de Santo Domingo, donde la vida nocturna tiene su máxima expresión gracias la gran cantidad de bares y casas de comida que la circundan. La particular­idad de este lugar es que aquí se encuentra la famosa escultura “Gertrudis” del artista colombiano Fernando Botero.

El Parque de Bolívar es muy original ya que posee muchos árboles y fuentes de agua. Si bien no es muy grande, esto lo hace destacar del resto de la ciudad. Cruzando una calle se encuentra otro emblema del lugar: la Catedral de Santa Catalina de Alejandría, construida en 1577 y cuya cúpula iluminada es una de las postales nocturnas más conmovedor­as. Por último, también se puede visitar la Plaza de la Aduana, la más grande de Cartagena. Allí supieron funcionar las oficinas administra­tivas de la naciente urbe y aún permanece en pie la mansión de su fundador, Pedro de Heredia.

Para conocer el auténtico pulso de la ciudad es vital recorrer sus barrios, no quedarse en la zona hotelera ni caminar solo por el centro histórico. Cada rincón tiene mucho por descubrir y hasta los precios cambian según la ubicación. Comencemos hablando de Centro, tal como su nombre lo indica es el lugar elegido por el turismo. Muchos bares, locales de comida tradiciona­l, tiendas de ropa, joyerías y hoteles lo convierten en una parada obligada. Pero hay mucho más. En el sector norte de la ciudad amurallada está San Diego, conocido por Las Bóvedas, pintoresco­s negocios ubicados en lo que alguna vez fue una cárcel. Allí se venden artesanías de gran calidad, aunque de precio elevado. La plaza central tiene un estilo bohemio, ideal para probar algún plato tradiciona­l como pescado con patacones, acompañado de la infaltable limonada de coco.

Colonial y moderno

La perla de Cartagena hoy es Getsemaní. Antiguamen­te era el arrabal, un sitio donde vivía la población más pobre de la metrópolis, pero actualment­e es el barrio más atractivo, con una gran cantidad de pizzerías, lugares de baile, hostels y hoteles coloniales. En las calles conviven cada noche turistas y lugareños, disfrutand­o de la comida callejera y los espectácul­os de música a la gorra.

Cuando uno levanta la vista en Cartagena ve que las calles coloniales contrastan con grandes edificios blancos situados muy cerca. Son los barrios Bocagrande y Manga, ubicados uno en cada punta de la bahía. El primero es conocido como la Miami de Colombia; allí coexisten los hoteles de las grandes cadenas con los shoppings y las playas públicas que gozan de aguas

cálidas y cristalina­s. Del otro lado queda Manga, un barrio residencia­l pero perfecto para ser descubiert­o. Los lugareños dicen que tiene restaurant­es muy buenos y el mejor de mariscos, llamado Club de Pesca.

¡Vamos a la playa!

Cartagena es sinónimo de mar Caribe y arenas blancas, lo que muchos no saben es que hay que viajar entre una hora y media y dos para llegar a ellas. El lugar más conocido es Barú. Hasta allí se puede acceder en lancha desde el Muelle de la Bodeguita o vía terrestre en bus. La estadía puede durar un día o varios. Hasta hace poco los paradores no tenían mucha estructura pero ahora hay luz y es factible alquilar una habitación por algunas jornadas.

El dato: todos los buses llegan al estacionam­iento que deriva en la playa principal, la cual suele estar muy concurrida y tiene muchos vendedores ambulantes. Hay que caminar hacia la derecha unas ocho cuadras para llegar a Playa Tranquila, un sitio mucho más relajado y con menos turismo. Desde Barú es posible navegar a las Islas del Rosario, aunque en casi ninguna de las 28 que posee se puede bajar.

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La arquitectu­ra colonial es uno de los encantos de la ciudad. Barú, el sitio elegido por los turistas para disfrutar del mar. El monumento a Gabriel García Márquez, ubicado en la Universida­d de Cartagena, contiene sus cenizas. Interior del Castillo San Felipe de Barajas.
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Los puestos de frutas son un clásico de Cartagena. El sector de Playa Blanca asegura tranquilid­ad y buena oferta de paradores. Getsemaní es un barrio bohemio y muy colorido. Música y tragos en el clásico Café del Mar. Derecha: los imponentes edificios de Bocagrande.
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